Argentina - Curitas para la hemorragia:
Para un Tartagal sangrante. Que vuelvan los árboles
El Movimiento Nacional Campesino Indígena denuncia una vez más, a los responsables de la masacre de Tartagal.
Como dice la publicidad sobre seguridad vial, “si era prevenible no es un accidente”, y desde hace 25 años las topadoras no han parado de derribar árboles de la flora nativa para dar lugar a la soja y la ganadería intensiva, desmontando indiscriminadamente la región chaqueña. Las consecuencias aparecen visibles en los ecosistemas más frágiles en un principio; aludes o sequías, inundaciones o temperaturas extremas, sin entrar en el detalle de nuestra cotidiana lucha; los despojos de tierra y desalojos compulsivos. Pero en el largo plazo estamos todos involucrados, ejemplo de esto son las enfermedades que comprobadamente producen en los barrios periféricos a las ciudades donde pulverizan veneno sistemáticamente, y que tal vez se demuestre en el consumo de alimentos en los próximos años. Donde había bosque, ahora hay cultivos generalmente pulverizados con veneno, posiblemente transgénicos. Digamos que nuestro país entró en emergencia ambiental y no queremos hacernos cargo, tenemos abierta una herida de una arteria principal y las respuestas de bolsones y ayuda social ofrecen una “curita” que no alcanza a pegarse.
Los desaparecidos de hoy en Tartagal son consecuencia de un entramado más complejo, de un sistema que prioriza el lucro ante que la vida. El modelo de los agronegocios sin límites, el mismo que se niega a proteger los bosques por más Leyes que se aprueben, a impedir la regulación para el bien común, a imponer a la sociedad consumos y abastecimientos en base a sus intereses. El mismo que debe ser regulado y cambiado, a favor de la defensa de ríos, glaciares, bosques y comunidades que los habitamos.
Fundamentos para los que dudan:
Tartagal, donde el cerro acelera con su pendiente las vías de escurrimiento, es un escenario propicio para la erosión por agua, repitiendo como dos años atrás “accidentes” de diferentes magnitudes. Como lo demuestran las imágenes satelitales adjuntas, en el lapso de 20 años (desde 1984 hasta 2004) se desmontaron 67.000 has., aunque sabemos que el panorama es hoy más grave. La gota de lluvia que cae en suelo desnudo en su impacto tapa los poros, haciendo que las próximas gotas no infiltren, sino que escurran. A mayor pendiente y mayor intensidad de la lluvia, arroyos o ríos se improvisarán para “desaguar” esa inmensa superficie donde no hay captación en el suelo. En su paso el agua podrá arrancar árboles, puentes, laderas de ríos, cerros si son socavados, llevarse en su paso todo lo que se encuentre cuando venga la creciente.
Cuando no hay infiltración, no hay agua en el suelo, no hay evaporación o transpiración de las plantas, se rompe el ciclo del agua, como vimos en cuarto grado. Rompemos el ciclo del agua y vienen las sequías…
Un grito de esperanza:
No alcanza con denunciar. El primer paso es hacernos concientes que los bienes naturales son para las generaciones futuras. Luego los pasos necesarios harán que nos involucremos en la lucha necesaria para la defensa de la vida campesina indígena, que los cuida para el bien común. En poblados y ciudades ya se organiza y se gesta un nuevo modelo para el campo. Para que Tartagal no se repita, tienen que volver los árboles.
“Nosotros no somos campo, somos tierra.”
Movimiento Nacional Campesino Indígena-MNCI
Globalicemos la lucha
Globalicemos la esperanza