Países ricos incumplen acuerdos de Doha, denuncia Cuba

2005-12-19 00:00:00

Hong Kong, China, 15 dic (PL) Cuba denunció hoy el incumplimiento, por parte de los países ricos, de los acuerdos de la V Reunión ministerial de la OMC, efectuada en Doha en 2001.

Al intervenir en la tercera jornada de la VI versión de esa conferencia el ministro cubano de Gobierno, Ricardo Cabrisas, reclamó la eliminación de las prácticas comerciales proteccionistas y discriminatorias de las naciones desarrolladas.

A continuación Prensa Latina reproduce el discurso del ministro cubano.

Señor Presidente, Señores Ministros, delegados e invitados, La situación económica y social de la gran mayoría de los miembros de la OMC es hoy más dramática e insostenible que cuando nos reunimos en Doha en noviembre de 2001.

En aquella ocasión, convinimos en emprender un Programa de Trabajo amplio y equilibrado para hacer frente a los desafíos que tenía ante sí el Sistema Multilateral de Comercio.

Decidimos entonces buscar soluciones apropiadas a las cuestiones de la Aplicación, estableciendo la primera fecha de cumplimiento de ese compromiso, no más tarde de fines del 2002, con el propósito de ayudar a equilibrar las insuficiencias y desequilibrios resultantes de la Ronda Uruguay, cuyo alcance y consecuencias todavía estamos padeciendo.

Acordamos en Doha llevar a cabo una reforma fundamental del comercio agrícola con normas reforzadas y compromisos específicos para mejorar sustancialmente el acceso a los mercados, reducir las subvenciones a la exportación y las ayudas internas, y prevenir las restricciones y distorsiones en los mercados agropecuarios mundiales. Pero, sobre todo, convinimos en que el Trato Especial y Diferenciado para los países del Tercer Mundo formaría parte integrante de estas negociaciones, a la vez que se tendrían en cuenta sus necesidades en materia de Desarrollo, tales como la seguridad alimentaria y el desarrollo rural.

Reconocimos también la vulnerabilidad de los Países Menos Adelantados (PMAs) comprometiéndonos a hacer frente a su creciente marginación en el comercio internacional y a formular respuestas comerciales que permitan una mayor integración de las economías pequeñas y vulnerables a dicho comercio.

En materia de acceso a los mercados de productos no agrícolas, acordamos en Doha que los compromisos de reducción tuvieran plenamente en cuenta las necesidades e intereses de los países subdesarrollados y, particularmente, de los PMAs y que, en consecuencia, no conllevaran una reciprocidad plena.

Las negociaciones de servicios, además del objetivo acordado de promover el crecimiento económico de todos los interlocutores comerciales, debían contribuir al desarrollo de los países del Sur.

Una vez más, en esa oportunidad reafirmamos que las disposiciones sobre Trato Especial y Diferenciado son parte integrante de los Acuerdos de la OMC y convinimos en examinarlas para reforzarlas y hacerlas más precisas, eficaces y operativas. Llegamos incluso a denominarla la “Ronda del Desarrollo”.

Estos mismos propósitos fueron reafirmados en la Decisión adoptada por el Consejo General el 1ro. de agosto de 2004, conocida como el “Paquete de Julio”

Excelencias,

Los resultados que se nos presentan hoy a esta VI Conferencia Ministerial de la OMC distan mucho de colmar los objetivos que nos propusimos en Doha. Lejos de avanzar, estamos retrocediendo. Los cuatro años transcurridos desde Doha no han hecho más que aumentar las frustraciones y los compromisos incumplidos por parte de los países desarrollados.

Los principales países desarrollados son cada día más proteccionistas. Se imponen crecientes obstáculos arancelarios y no arancelarios a las exportaciones agrícolas de los países subdesarrollados. Muchos de ellos dependen de unos pocos productos, en particular materias primas, para sus ingresos de exportación y para hacer frente a los ajustes estructurales que les impone el Fondo Monetario Internacional, con lo cual crece la espiral de la miseria. Se exige a los países del Tercer Mundo la apertura de sus mercados de productos no agrícolas y de servicios.

Con ello se les obliga a abandonar sus procesos de industrialización, se restringe el margen de maniobra de sus políticas de desarrollo en servicios, y se les obliga a abrir sus mercados a los países desarrollados, a cambio de supuestas ganancias.

Baste recordar que las subvenciones en los países miembros de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE) ascienden a 350 mil millones de dólares anuales, con lo que se limita el acceso a sus mercados de productos de vital interés para el Tercer Mundo. El ejemplo más dramático de ello es el caso del algodón. El proteccionismo de los países desarrollados le cuesta no menos de 100 mil millones de dólares al año a los países del Sur, esto es, el doble de lo que reciben como Asistencia Oficial al Desarrollo (AOD). Este panorama impide el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, proclamados en el año 2000.

Parece que algunos olvidan que los actuales abanderados del libre comercio, fueron en algunas etapas de su desarrollo económico los adalides de las políticas proteccionistas, muchas de las cuales aún mantienen, en particular los obstáculos técnicos al comercio.

Estas realidades convierten al discurso del libre comercio presentado como fórmula infalible para el desarrollo, en retórica vacía que sólo sirve para encubrir los intereses de lucro de los países desarrollados y de sus empresas transnacionales.

Se aduce que el incremento del comercio internacional es fuente de enormes ganancias, pero, ¿es que acaso podemos afirmar que el crecimiento de la producción y el comercio mundiales se ha repartido de manera justa y equitativa entre los miembros de la OMC?

La respuesta es sencilla: categóricamente no ha sido así. Las cifras hablan por sí mismas. En su informe de 2005, el FMI refiere que las 29 economías más avanzadas del mundo producen el 54,6 por ciento de la riqueza global y generan el 71,8 por ciento de las exportaciones de bienes y servicios a nivel mundial.

En contraste, las 146 naciones subdesarrolladas, en las que viven las cuatro quintas partes de la población del mundo, generan sólo el 45,4 por ciento del producto interno bruto mundial y sólo el 28,2 por ciento de las exportaciones globales de bienes y servicios.

No es preciso dar cifras para afirmar que en el conjunto de los países del Sur miembros de la OMC, la pobreza creció, los indicadores económicos y sociales se deterioraron y la inestabilidad sacude al Tercer Mundo. Señores Ministros, Incluso, hay otros hechos concretos que niegan el retórico discurso del libre comercio. Por ejemplo, Estados Unidos aplica desde hace 45 años un bloqueo económico, comercial y financiero contra Cuba que viola las más elementales disciplinas de ese llamado libre comercio y extiende sus efectos a otros países, obstaculizando las relaciones comerciales entre éstos y mi país.

Así lo ha reconocido la Asamblea General de Naciones Unidas, que hace tan sólo unas pocas semanas exigió, por 182 votos a favor, que se pusiera fin a tan ilegal y genocida política.

La introducción de reformas liberalizadoras como vía para alcanzar el crecimiento económico no es más que el mecanismo que se emplea para lograr más rápidamente los objetivos de los países que se benefician verdaderamente del injusto sistema multilateral de comercio imperante. La realidad es otra. El Comercio Internacional, sobre la base de sus reglas actuales, es cada día menos inequitativo y profundiza las desigualdades entre y dentro de las naciones.

Los resultados de cuatro años de negociaciones en la OMC para fortalecer el Trato Especial y Diferenciado hacia los países subdesarrollados son prácticamente nulos. La solución a los problemas y vulnerabilidades de las pequeñas economías se sigue postergando. El tratamiento de la vinculación del comercio con la deuda y las finanzas, así como del comercio y la transferencia de tecnología ha sido insuficiente, a pesar de que su examen es esencial para identificar los factores que más afectan el desarrollo de los países subdesarrollados. Señores Ministros, señores delegados, Cuba considera necesario reorientar el debate en la OMC. Es imprescindible exigir el cumplimiento efectivo de los compromisos suscritos por los países desarrollados y adoptar las acciones que sean necesarias para modificar los acuerdos existentes, eliminando los desequilibrios impuestos por la presión política y económica de los principales países industrializados.

Sólo así podemos aspirar a un Sistema Multilateral de Comercio dirigido a la eliminación del proteccionismo y las medidas unilaterales; a detener la creciente proliferación de barreras no arancelarias; que contribuya a la solución del endeudamiento externo de los países en desarrollo y PMAs; que incremente las corrientes de tecnologías hacia esos países; que tome medidas para lograr una mayor integración de las economías pequeñas y vulnerables al comercio internacional; que haga más operativas las disposiciones existentes sobre Trato Especial y Diferenciado y que, en resumen, reduzca la brecha entre el Norte y el Sur, permitiendo a los países del Tercer Mundo espacios legítimos para desarrollar sus objetivos de política nacional.

La política discriminatoria de la Unión Europea hacia el azúcar y el banano afecta de modo particular a las pequeñas economías caribeñas. Cuba apoya y es solidaria con las justas demandas de estos países.

La búsqueda de soluciones a los graves problemas que afronta la mayoría de los países subdesarrollados exige un sistema multilateral de comercio en función del Desarrollo Sostenible. En tal sentido, la OMC, como componente central de ese sistema, requiere una reforma radical que le permita responder a los intereses de la gran mayoría de sus miembros. A juicio de Cuba es en estos términos que debemos reorientar nuestros debates.

Asimismo, el mundo requiere de políticas nuevas y efectivas, que tengan al desarrollo social de los pueblos hoy desfavorecidos como su objetivo primario, que no se basen en doctrinas neoliberales ni exclusivamente en el comercio para tratar de resolver los problemas más acuciantes de las sociedades del Tercer Mundo. Se requiere de la solidaridad, que se traduzca en formas de integración de nuevo tipo que, como la Alternativa Bolivariana para las Américas, se dirijan a la verdadera solución de los problemas que afectan al ser humano. Desde Seattle las demandas de los países subdesarrollados no han sido resueltas ante la intransigencia de los países desarrollados. Estamos hartos de la acumulación de compromisos incumplidos. El mundo tiene ya tanta injusticia, desigualdad y explotación que se hace insostenible. La lucha por un mundo mejor es la única posibilidad de salvarlo.

Muchas gracias