Las Mujeres contra la Guerra (Ecuador)
La conmemoración del Día Internacional de las Mujeres coincidió este año con lo que parece ser una fatídica cuenta regresiva hacia la guerra, que se vislumbra ya como un hecho indetenible. La prepotencia del gobierno Bush es tal que no hay instancias internacionales, maniobras diplomáticas o arreglos geopolíticos capaces de persuadir o controlar sus decisiones; así lo confirman las más recientes declaraciones, hechas en tono de dueños del mundo.
Pero las mujeres no hemos perdido la esperanza de detener la guerra, y las acciones conmemorativas de ese día en el planeta enfatizaron en esta causa. Y es que la paz y la no violencia son consustanciales al feminismo, visión que subyace en los significativos cambios hasta ahora avanzados en cuanto a derechos de las mujeres y ordenamiento de género, a su vez parte de las propuestas de cambio global, para todas y todos, para el mundo, que las mujeres impulsan con base justamente en esos principios.
La historia no registra guerras de invasión, a ninguna escala, promovidas o protagonizadas por mujeres, aunque hayamos tenido que afrontar de mil maneras sus costos y consecuencias. La oposición de las mujeres a la guerra se sustenta en consideraciones que van desde lo simbólico hasta lo material. La guerra es, sin duda, la forma más exacerbada de violencia machista. Esta verdad ha quedado grabada con el dolor del exterminio, del éxodo –80% de refugiados son mujeres y menores-, de las violaciones masivas o "selectivas", del acentuado comercio sexual.
Pero además, sintetiza la irracionalidad e injusticia económica que hacen de este un mundo empobrecido. Entre las tantas iniciativas de las mujeres contra la militarización, una campaña hace un par de años demandaba “inviertan en cuidar, no en matar”, señalando que mientras 80.000 millones de dólares por año alcanzarían para aliviar las necesidades básicas insatisfechas en el mundo, los países destinan una suma de 800.000 millones al gasto militar –cifra sin duda incrementada en el lapso de estos dos años-. La guerra trae los “frutos” de ese gasto: destrucción del ambiente, de la base productiva y del tejido social que sustentan, mal que bien, la sobrevivencia; para las mujeres esto se traduce en inimaginables –y casi siempre invisibles- esfuerzos para mantener la atención y cuidado de la vida de menores y dependientes en medio del caos y el desastre.
Hay una constante de sinrazón, destrucción y muerte que caracteriza las guerras imperiales en todos los tiempos, pero en las de este siglo nos encontramos además con una “novedad”: se invoca la causa de las mujeres entre los pretextos para desatar barbaries como la de Afganistán. Puede haber pretensión más absurda que la de defender los derechos de las mujeres y democratizar sociedades con guerra y neocolonialismo? Las mujeres afganas sólo dan cuenta de un saldo de horror.
En estos días las mujeres del mundo queremos revestirnos del espíritu de tantas que han resistido y resisten a la guerra, que han sido incansables en movilizarse, aún en los momentos más críticos y de mayor escepticismo, para exigir paz. Queremos creer que un mundo sin guerras es posible.
(Publicado en Diario Hoy, Quito 11 de marzo 2003)