Sobre desarrollo y mujeres (Ecuador)
Dos importantes eventos –aunque de muy distinta escala- realizados hacia fines de marzo, han colocado en primer plano el tema del desarrollo, evidenciando la urgencia de debatirlo y repensarlo. El primero, de alcance mundial, fue la Conferencia de Financiación para el Desarrollo, convocada por la ONU y realizada en Monterrey. El segundo, el seminario Teorías del Desarrollo: Nuevos Enfoques y Problemas, que bajo el auspicio del ILDIS y la Fundación F. Ebert tuvo lugar en Quito. Ambos fueron escenarios para apreciar la ya insoslayable relación entre desarrollo, género y mujeres.
En Monterrey, haciendo parte de la sociedad civil movilizada en el Foro Global Financiamiento para el Derecho al Desarrollo Sustentable con Equidad, las mujeres subrayaron la imposibilidad de abatir la pobreza, alcanzar el desarrollo, y lograr la equidad de género, si no se cambia un modelo económico que ha provocado empobrecimiento masivo, recesión, inequidades y violencia, consecuencias agravadas para la población femenina. Por eso rechazaron el contenido del documento oficial denominado Consenso de Monterrey, que lejos de contribuir al cumplimiento de las metas de la Cumbre del Milenio –motivo invocado para organizar la Conferencia- ratifica orientaciones neoliberales y militaristas, llevando al extremo la condicionalidad impuesta por los países enriquecidos –con voceros más prepotentes que nunca- para entregar la llamada “ayuda al desarrollo”. Bajo interrogantes como ¿qué financiamiento, para qué desarrollo?, argumentaron la necesidad de avanzar hacia un nuevo paradigma de desarrollo, que priorice a los seres humanos, sus derechos y bienestar, en un marco de equidad, paz y soberanía, y promueva la producción en condiciones sustentables.
En Quito, la académica alemana Marianne Braig, en revisión necesariamente apretada de la teoría y la práctica, anotó la existencia de una brecha entre ambas, es decir, se ha hecho mucho en la búsqueda de acciones de desarrollo que visibilicen y potencien a las mujeres como protagonistas, pero se ha elaborado y sistematizado bastante menos. Dos campos quedaron señalados como escenarios y desafíos de primer orden para las mujeres frente al desarrollo: el de la macroeconomía y el de la democracia.
De cara a ese indispensable debate dejamos aquí esbozadas, más apretadamente aún, dos ideas. La macroeconomía excluye temas y actores en virtud de la previa definición de ámbitos, relaciones y actividades considerados como económicos y aquellos delimitados como sociales. Los discursos del desarrollo tienden a situar a las mujeres y sus actividades como no-económicas, se refieren a los “impactos sociales” o “impactos de género” como una externalidad. De la misma manera, la pobreza es tratada como tema social, mientras la riqueza, por ejemplo, se maneja como tema económico. Ahí, en el corazón del asunto, las mujeres y la pobreza deben ser redefinidas y reubicadas.
En el país, los avances conseguidos por las mujeres en la definición de sus derechos, lo mismo que en la diversificación e intensificación de sus aportes, se han dado a contracorriente de la implantación de un modelo económico excluyente, que no lleva al desarrollo, y como parte de una tensión o complejidad en el terreno democrático: el dinamismo de actores sociales y derechos ciudadanos, en paralelo a un vaciamiento del Estado, un debilitamiento de las instituciones y de los mecanismos que son necesarios para llevar esos derechos a la realidad. Necesitamos, por decirlo así, “más Estado”, para avanzar en la democracia de género.
* Magdalena León T*. Red Latinoamericana Mujeres Transformando la Economía