Apuntes sobre el debate de Economía Solidaria en el II Foro Social Mundial

Otra Economía es Posible

2003-02-12 00:00:00

1. Acerca de convergencias y divergencias

A partir de los enfoques y las experiencias que se presentaron en el
Seminario de Economía Solidaria del II Foro Social Mundial, los cuales
vienen desarrollándose en diversos lugares del mundo en contraposición
al pensamiento y al ordenamiento económico hoy imperantes, es posible
identificar una coincidencia central, y es la voluntad de hacer que la
economía tenga a la necesidad humana y no al lucro como elemento
dinamizador.

Esta perspectiva resulta vital pues, como fue afirmado, existe una nueva
ofensiva ideológica neoliberal, que se ha apropiado del discurso de la
economía solidaria para re-conceptualizarlo. Quienes predicaron
dogmáticamente el individualismo, la libre competencia y el fin de la
historia, hablan en la actualidad de confianza, de cooperación, de
participación, de lucha contra la pobreza. Es entonces clave resaltar la
esencia humanista de la propuesta de economía solidaria, para remarcar
su diferencia de aquella que pretende hoy instrumentalizar la
solidaridad, en el marco de una búsqueda frenética de arreglos
institucionales orientados al buen funcionamiento del mercado y a la
maximización de ganancias. Y es esta opción humanista la que plantea el
desafío de aportar a la construcción de un ordenamiento económico nuevo,
suficientemente incluyente, suficientemente diverso, suficientemente
tolerante.

En tal sentido, existen algunos aspectos de enfoque a seguir siendo
discutidos. Uno primero tiene que ver con las vías para llegar a una
economía solidaria, entendida como un nuevo modo de acumulación centrado
en valores humanos, capaz de aportar a un desarrollo social, económico,
político, cultural, ecológico y ético. Sobre el particular, existen dos
entradas, una que parte de la asunción de la autogestión como mecanismo
de democratización social y de empoderamiento de sectores sociales
excluidos, y privilegia su expansión mediante la articulación de este
tipo de iniciativas, en los planos de la producción, la distribución y
el consumo, desde un nivel local a un nivel global; y otra que ubicada
en el marco de una economía plural, en la que coexisten iniciativas
económicas desde el Estado, el sector privado y la sociedad civil,
apuesta por construir solidaridad en la economía, en los términos de
intercambio, a través de la interacción de estos agentes, igualmente
desde un nivel local a un nivel global.

De otra parte, si bien se reconoce consensualmente la potencialidad de
la lógica asociativa para dinamizar la producción, la distribución, el
consumo y la acumulación, queda por resolver si las formas asociativas y
autogestionarias deben ser las modalidades preponderantes de
organización económica, así como cuál es el rol que se le confiere a la
iniciativa privada en una propuesta de economía solidaria.

Otro aspecto a dilucidar tiene que ver con los agentes de interacción
prioritaria para impulsar la construcción de una economía solidaria. En
torno a ello, las experiencias ilustran matices diversos. Se pudo
apreciar así un peso mayor de los vínculos establecidos al interior de
la sociedad civil nacional e internacional, que se expresan en redes de
intercambio de experiencias -facilitadas por los avances tecnológicos
ofrecidos por la globalización-, redes de comercio justo, y cooperación
técnica y financiera internacional. Al respecto, fue señalado que,
eventualmente, los recursos provenientes de la cooperación internacional
son motivo de competencia al interior de la sociedad civil nacional.
Asimismo, se afirmó que la solidaridad de la sociedad civil del Norte no
debe manifestarse sólo en oportunidades de comercio justo, sino en apoyo
a agendas propias de los países del Sur, y en presión a las
multilaterales acerca de tales demandas. Aunque un aspecto que debería
también ser evaluado es la sostenibilidad de las experiencias de
comercio justo.

En menor medida apareció la intervención del Estado, mediante la dación
de dispositivos de preferencias tributarias y comerciales para el
posicionamiento de los emprendimientos de economía solidaria, así como
la elaboración de presupuestos públicos participativos, lo que puso de
relieve la importancia del control del aparato estatal y de la
definición de políticas públicas de promoción. Así, se planteó la
necesidad de convertir a la economía solidaria en un proyecto político,
que aporte a establecer un ordenamiento económico alternativo, a partir
de la definición de los mecanismos sociales más adecuados para la
distribución y la redistribución de recursos, y para la reducción de la
desigualdad social. En esa línea, se resaltó la pertinencia de generar
proyectos políticos basados en intereses nacionales, en perspectiva de
integración global, y de afirmar al Estado en su rol regulador y
promotor de desarrollo social.

De manera todavía restringida pudieron apreciarse también algunas
experiencias de articulación de emprendimientos de economía solidaria
con el sector privado, con miras a ganar posicionamiento en el mercado.
En este aspecto, fue planteado que una economía solidaria pasa por
construir solidaridad en la economía, es decir en los términos de
intercambio que se dan en el mercado en general. Visto que a la economía
solidaria se llega también por opciones de fe, así como por búsquedas
espirituales y religiosas, un eje de trabajo es la identificación de
aliados estratégicos para la vinculación con sectores sociales no
tradicionalmente solidarios. Se afirmó que para ello resultan claves los
escenarios locales, de proximidad, pues es posible ensayar alianzas
estratégicas para un control creciente del mercado, considerando como
aliados potenciales a empresas privadas con responsabilidad social, así
como a sectores del empresariado nacional afectados por el proceso de
globalización.

Finalmente, asumiendo que el neoliberalismo se alza no sólo como un
modelo de ordenamiento económico sino como una forma de vida, centrada
en el individuo y en su capacidad de realización sin apoyos y sin
restricciones, hubo coincidencias respecto a que la economía solidaria
debe consolidarse también como un proyecto ético-cultural, que plasme
valores y códigos de comportamiento social alternativos, orientados a
una nueva convivencia humana, basada en el bien común.

Con ese propósito, resulta importante que la economía solidaria
incorpore una perspectiva de género, que le permita potenciar su
contribución a la equidad social, al enfocar no sólo la desigualdad en
la distribución de recursos entre los hogares, sino al interior de los
hogares. Esto demanda el cuestionamiento de algunas nociones elaboradas
sobre la realidad, que reducen la economía a los intercambios
coordinados por el mercado, sin incorporar otros circuitos, regidos por
actividades no remuneradas, que recaen a nivel doméstico, familiar o
comunal, y usualmente en las mujeres. El razonamiento económico
imperante hace una equivalencia entre economía y actividades
remuneradas, y se sesga a la producción de bienes y servicios ofrecidos
desde el mercado o el Estado, sin incorporar aquella otra esfera de
trabajo dedicada al cuidado de las personas, lo que condiciona una
desventaja económica para quienes desarrollan estas actividades, al
limitarse sus oportunidades de ingresos y de incursión en el mercado
laboral.

Si bien la noción clave de trabajo reproductivo alude a dicha esfera
económica, no refleja su trascendencia al enfocarla básicamente en su
aporte a la reposición de factores de producción, y no al desempeño de
los seres humanos. Por ello, es esencial reivindicar su contribución a
la producción de capacidades humanas, aspecto que demanda recursos y
tecnología adecuada, no sólo para el incremento de calidad en la
producción de bienes y servicios y para el crecimiento económico, sino,
fundamentalmente, para la expansión de oportunidades personales y
sociales de ejercer control sobre todo aquello que afecta la vida
humana.

Una reorganización solidaria de las relaciones económicas en la sociedad
exige el reconocimiento social de la existencia de una esfera de
producción de capacidades humanas articulada a una esfera de producción
de bienes y servicios, y el establecimiento de mecanismos de retribución
social, que propicien un posicionamiento voluntario y con equidad de
varones y mujeres en cualquiera de estas dos esferas económicas.

2. Algunas perspectivas estratégicas

Fue señalado en el seminario que se asiste a un momento de transición,
que encierra una fase terminal para la economía mercantil, lo que
plantea el reto de ensayar salidas creativas, y de desterrar
pretensiones de pensamiento único también al interior del movimiento
social de economía solidaria. Con ese ánimo, cabe señalar algunos
derroteros y mecanismos a seguir siendo explorados, delimitados por las
propias experiencias en construcción.

Se perfila así el reforzamiento de las alianzas al interior de la
sociedad civil nacional e internacional, a la base de agendas propias,
lo que debe traducirse en redes sociales que permitan fortalecer y
expandir los emprendimientos económicos solidarios, enfatizando
particularmente su sostenibilidad; así como en grupos de presión frente
a los centros de poder político internacional. A ello podría contribuir
la instauración de una cooperación técnica solidaria, tanto Norte - Sur
como Sur - Sur.

Otra veta es la interacción con el Estado para la inclusión en el juego
político y el establecimiento de políticas públicas favorables a los
emprendimientos de economía solidaria y a la solidaridad en la economía.
En este punto, se apuesta por procesos de democracia participativa, a
través de espacios de concertación desde los cuales se generen consensos
e instituciones que respondan a los conflictos distributivos reales y
potenciales existentes en la sociedad; así como por procesos de
democracia representativa, que ponen de relieve la necesidad de
proyectos políticos, y de organizaciones políticas, capaces de responder
a intereses de diversos sectores sociales y ámbitos territoriales en el
nivel nacional, para una mejor integración a un mundo globalizado.

Una tercera entrada tiene que ver con la apropiación creciente del
mercado. Sobre eso, dos estrategias a promover son el eslabonamiento de
emprendimientos de economía solidaria, según la compatibilidad de sus
tipos de actividad, para una ampliación de su capacidad de producción,
distribución o consumo, en una lógica de alianzas para el desarrollo de
competitividad; y la vinculación con sectores del empresariado que
muestren prácticas de responsabilidad social, reflejadas en un trato
justo a los trabajadores, y en su modo de relación con el consumidor,
con otras empresas, con la comunidad y con el medio ambiente.

El tránsito hacia una economía con equidad de género es otro asunto
medular para la economía solidaria, pues supone una reestructuración del
sistema económico, a partir de la revalorización y la incorporación de
las tareas de cuidado de las personas. Para ello, resulta significativo
el desarrollo de indicadores sobre esta esfera de trabajo y su valor
monetario, así como la intervención del Estado para la provisión
especializada de servicios de este tipo, y para el establecimiento de
mecanismos de retribución social al trabajo doméstico, expresados en
políticas públicas que favorezcan el acceso de la mujer a servicios
sociales, a empleos dignos, a la propiedad de bienes y al control de los
recursos económicos, y también que armonicen la distribución social de
responsabilidades laborales y familiares entre varones y mujeres.

* Nedda Angulo, integrante del Grupo Género y Economía / Grupo Red de Economía Solidaria del Perú.