Encuentro Hemisférico de Lucha contra los TLC y por la Integración de los Pueblos
Por la integración de los pueblos
Por sexta vez nos reunimos los representantes de movimientos sociales que hace 6 años nos encontramos en esta sala para coordinar esfuerzos en la lucha contra la propuesta del gobierno de Estados Unidos para meter a toda América Latina y el Caribe dentro de la jaula que con el nombre de ALCA y gruesos barrotes de dominación, se presentaba con fuerza arrolladora.
Para ese gobierno se trataba de culminar el ciclo neoliberal que había comenzado a abrirse al amparo de la sangre y la tortura en los años de Pinochet en Chile y la dictadura militar en Argentina, con la aplicación del más vasto plan de dominación sobre los latinoamericanos que haya surgido en la larga historia de relaciones entre la potencia imperialista y nuestros países.
Se trataba ni más ni menos que encerrar a 34 países en el estrecho espacio de un Tratado Multilateral de Libre Comercio cortado a la medida para disfrute de los consorcios transnacionales estadounidenses, mediante la utilización del más puro y dogmático neoliberalismo.
Cuando nos reunimos por primera vez aquí en el año 2001, el ALCA parecía difícil de detener. Tenía a su favor el poderío norteamericano, la aceptación por algunos gobiernos del “saqueo dialogado” y el ancho espacio de privatizaciones y liberalización de mercados que dos décadas de política neoliberal habían establecido.
Transcurridos 6 años desde entonces y después de 5 Encuentros Hemisféricos de Lucha contra el ALCA aquí efectuados, podemos afirmar que nuestras luchas no han sido inútiles, que lo debatido y acordado en estos Encuentros Hemisféricos ha sido un importante ingrediente en la exitosa Campaña Continental de Lucha contra el ALCA y que este año el cambio de nombre de nuestro Encuentro refleja el feliz fracaso del ALCA; hoy tan irrelevante que el señor Bush en su reciente “gira del etanol” ni siquiera se atrevió a mencionarlo.
Las múltiples formas de luchas aplicadas por la Campaña Continental, las movilizaciones y marchas de los movimientos sociales, la divulgación del ominoso significado del ALCA, junto a la posición de algunos gobiernos -en especial, la posición firme y de rechazo total del gobierno venezolano- ha conducido a que hoy nos inclinemos ante el cadáver del ALCA no para desearle que descanse en paz, sino para vigilar que su descanso sin gloria sea para siempre.
El ALCA ha fracasado y sea enhorabuena, pero la estrategia norteamericana de dominación sobre América Latina tiene otras variadas formas y rostros, que nos obligan a mantener la lucha, pues si me permiten los términos militares, se ha ganado una batalla, pero aun no la guerra.
En nombre del Comité Organizador Cubano de este Encuentro Hemisférico contra los TLC y por la Integración de los Pueblos, los acogemos con la satisfacción de tenerlos con nosotros en la patria de José Martí y con la conciencia del deber de ofrecerles las condiciones organizativas necesarias para que este VI Encuentro continúe la tradición de los 5 anteriores en cuanto a servir como taller de trabajo y propicio lugar de reflexión y articulación de acciones, para aproximarnos al mundo mejor sin ALCA, sin TLC´s, sin depredación ambiental, sin imperialismo, sin exclusión de raza o género, con justicia social, respeto al medioambiente y a la dignidad plena de los humanos.
El año transcurrido entre el Encuentro anterior y el actual, ha sido de derrotas y desgaste para el gobierno de Estados Unidos.
Se ha hundido aun más y de ingloriosa manera en el pantano de la guerra de Iraq, con el triste saldo de más de 3,300 muertos, y un enorme derroche de gasto militar, la incapacidad para establecer un orden sostenible en aquel país y la creciente oposición dentro de Estados Unidos a lo que muchos allí perciben ya como otra empresa guerrerista injustificable.
La respuesta del Presidente Bush ha estado a la altura de su intelecto y de sus instintos: enviar más soldados a morir en Iraq, dilapidar más dinero en armas y reforzar el estado policía con el pretexto del combate al terrorismo. Siguen atrapados en el dilema de hierro del invasor imperialista extranjero: no pueden irse, pero tampoco pueden quedarse.
En América Latina, además de la derrota permanente que representan los 47 años de la Revolución Cubana, ha tenido que tragar el fracaso del ALCA, la consolidación de la Revolución Bolivariana y la creciente repulsa popular -con los movimientos sociales en primera línea-, al proyecto neoliberal, que ha conducido a derrotas electorales de sus candidatos predilectos, aunque no siempre las victorias electorales con discurso antineoliberal han sido continuadas con acciones para salir de esa política.
En el Encuentro anterior expresé ante ustedes que como virus maligno el ALCA había mutado y que manteniendo lo esencial como proyecto de saqueo y dominación, presentaba ahora el rostro de Tratados de Libre Comercio adornados con los cantos de sirena de la liberalización comercial.
Estos Tratados de Libre Comercio bilaterales o plurilaterales son pequeños ALCAS por su extensión geográfica, pero en ellos se condensan los contenidos del paquete de política neoliberal con el énfasis propagandístico puesto en las bondades del libre comercio.
Sean estos Tratados con Estados Unidos o con Europa, lo sustancial de ellos no cambia. En ellos, el neoliberalismo queda consagrado como política económica, convertido en obligación jurídica de los estados, y cerrado el círculo de la dominación.
La trampa del libre comercio sigue montada y los TLC no están paralizados en su negociación, ni tampoco en su aplicación.
En este momento 8 países tienen Tratados de Libre Comercio con Estados Unidos en funcionamiento (Canadá, México, Chile, los países centroamericanos -con excepción de Costa Rica cuyos movimientos sociales resisten su puesta en vigor- y República Dominicana). En otros 2 países (Colombia y Perú) la puesta en vigor espera por la ratificación del Congreso de Estados Unidos, con la presión adicional de que en el mes de julio caduca el “fast track” o vía rápida, tan utilizado por el gobierno de Bush como señuelo para incitar a la concertación de los Tratados.
Las negociaciones de un TLC con Panamá se encuentran muy avanzadas, en tanto que con Ecuador están estancadas. Y en el caso de Uruguay su gobierno no aceptó la firma de un TLC con Estados Unidos, pero pidió ampliar el Tratado de Protección y Promoción de Inversiones con ese país. Con la Unión Europea 2 países tiene tratados vigentes (México y Chile) y las negociaciones con el MERCOSUR continúan detenidas.
En el último año ha adquirido dimensión alarmante las evidencias ya inocultables de un proceso de cambio climático de alcance planetario. El Panel de Expertos de Naciones Unidas sobre Cambio Climático lo considera ya inevitable y de graves consecuencias en las próximas décadas. Según dicho Panel el cambio climático afectará al continente americano de forma importante, al generar más tormentas violentas y olas de calor, que en América Latina provocarán sequías con extinción de especies e incluso hambre. En nuestra región el calentamiento ya está derritiendo los glaciares de los Andes y amenaza al bosque de la Amazonia cuyo perímetro se puede ir convirtiendo en una sabana.
Concluye dicho Panel que aunque se tomen medidas radicales para reducir las emisiones de dióxido de carbono a la atmósfera, el aumento de temperatura en todo el planeta en las próximas décadas ya es seguro.
El medioambiente ha llegado a peligrosos límites de tolerancia frente a la depredación minuciosa y salvaje a que lo someten el lucro de mercado, el apetito del beneficio económico privado e inmediato, ante el cual no valen regulaciones ni consideraciones sociales, e incluso se niegan las evidencias de peligro de extinción de nuestra especie.
Ya desde la Cumbre de Río en 1992 se utilizó la imagen de la especie humana representada por una persona que, sentada en una rama que pendía sobre un abismo, serruchaba con terca irresponsabilidad la rama que lo sostenía. Esa imagen tiene hoy más realismo que nunca. Sólo faltaría colocarle al serrucho su nombre correcto: capitalismo.
La persona que con mayor fuerza acciona el serrucho, el señor Bush, quien rechazó el Protocolo de Kyoto, negó durante años las evidencias del cambio climático y despreció los argumentos científicos porque eran contrarios a la ganancia de las transnacionales que mucho contaminan, pero que lo eligen y financian, hace pocos días decidió declararse preocupado por el deterioro ambiental.
Y para hacerlo tomó como bandera otra pieza en el arsenal del gobierno de Estados Unidos para resolver sus problemas presentándolo como una empresa de beneficio compartido. Se trata de los biocombustibles -denominados con mayor exactitud como agroenergía por los compañeros de Vía Campesina- que supuestamente deben reducir la dependencia del petróleo y producir energía limpia.
Se sabe que Estados Unidos apenas tiene reservas de petróleo en su territorio para unos 10 años, que importa cantidades de petróleo cada vez mayores desde proveedores en el Medio Oriente que no le son confiables -allí se produce su fracaso en Iraq, sus amenazas contra Irán, su choque contra el Islam- o un proveedor como Venezuela que se opone al imperio.
Ante la perspectiva del agotamiento de los combustibles fósiles en fecha no muy lejana, la conclusión lógica debía ser el mayor ahorro de ellos para dilatar sus existencias, aplicando fórmulas como la sustitución de bombillos incandescentes por ahorradores, mientras se desarrollan fuentes renovables de energía verdaderamente limpias.
Pero, la propuesta del gobierno de Estados Unidos marcha en otra dirección. Ella está diseñada a la medida de los intereses de tres poderosos sectores de las trasnacionales: los consorcios petroleros, el agronegocio y la industria automovilística. No se discute la permanencia del patrón de consumo derrochador e irracional en que toda la energía imaginable parece incapaz de satisfacer la voracidad del consumismo desenfrenado en el Norte. Un norteamericano promedio consume en un año casi 8 veces más petróleo que un latinoamericano y 21 veces más que un africano.
Insertada la agroenergía dentro de ese esquema de derroche desigual y de mantenimiento en Estados Unidos del tradicional proteccionismo a su agricultura (la producción doméstica de etanol de maíz asegurada detrás de una barrera arancelaria), así como de la vieja costumbre de relegar a nuestros países a producciones primarias dependientes del mercado del Norte, los biocombustibles producen tres impactos sobre el Sur.
El primero y más grave es el conflicto entre el voraz consumo energético del Norte y la seguridad y soberanía alimentaria del Sur.
El fundador y creador de estos Encuentros Hemisféricos, el Comandante Fidel Castro, quien está venciendo -como es su costumbre- en la batalla por su recuperación, señaló recientemente el ajustado balance entre países que exportan y países que consumen alimentos, lo cual deja un reducido excedente anual.
Para alcanzar porcentajes que no van más allá del 20% del combustible que derrochan los lujosos automóviles sería necesaria tal cantidad de tierra dedicada a producir alimentos para alimentar automóviles, que los precios de los alimentos se harían más altos e inestables. Ya esto viene ocurriendo con el precio del maíz como lo han sufrido los mexicanos y de los productos de origen animal que utilizan el maíz como insumo.
En un mundo con más de 800 millones de hambrientos, ¿hasta dónde podrían llegar los precios de los alimentos si una enorme masa de ellos fuera a alimentar automóviles? Es el conflicto entre el derecho a alimentarse los humanos y el “derecho” de algunos humanos a usar poderosos automóviles.
El segundo impacto plantea el conflicto entre la necesidad urgente de tierras para producir biocombustible -convertido en gran negocio transnacional- y el obstáculo que para eso representan pequeños campesinos, cultivos de subsistencia, bosques, selvas y comunidades locales.
Considerando sólo los niveles actuales de consumo de gasolina, un cálculo sobre la cantidad de tierra que sería necesaria para llegar a una mezcla con el 20% de alcohol, indica que tratándose de etanol de maíz serían necesarias 97,4 millones de hectáreas sembradas de maíz y si fuera etanol a partir de caña de azúcar serían necesarias 44,4 millones de hectáreas.
Colocados los biocombustibles dentro de la estructura de consumo derrochador en el Norte y el agronegocio transnacional dominante, ¿qué suerte correrían pequeños campesinos, bosques, selvas, comunidades locales?
El tercer impacto es el que producen los biocombustibles sobre el medio ambiente.
Los argumentos a favor de los biocombustibles sostienen que ellos tienen balance energético positivo y un efecto neutral en cuanto a emisiones de dióxido de carbono.
Pero aquí las opiniones son divergentes y varios estudios científicos niegan esas virtudes, al señalar, entre otras cosas, que los cultivos empleados para producir combustible requieren grandes cantidades de agroquímicos contaminantes.
No puede ser el destino de nuestros pueblos producir alimentos para que éstos se hagan cada vez más caros y lejanos para los hambrientos y alargar un patrón insostenible de consumo despilfarrador y suicida.
Hay muchas facetas oscuras y amenazadoras en la propuesta de Bush sobre biocombustibles. Sobre nuestros pueblos cae hoy un diluvio de propaganda a favor de ellos.
Es de lamentar que una organización de prestigio como la FAO parece haber contraído la “fiebre del etanol” como se deduce del comunicado emitido por esa organización el 26 de abril, dando cuenta de un estudio entregado al Presidente de Brasil sobre bioenergía y seguridad alimentaria en América Latina y el Caribe.
La FAO y su Representante Regional sorprenden por lo que dicen y por lo que omiten. Dicen que la proporción de la demanda de combustible para el transporte terrestre cubierta por biocombustibles, podría crecer desde el 1% actual hasta el 3,8% en el año 2030 “sin afectar de manera considerable el recurso forestal ni la seguridad alimentaria mundial, utilizando tierras actualmente disponibles”.
Las enigmáticas palabras “sin afectar de manera considerable” resultan inexplicables, si tenemos en cuenta -como no puede ignorarlo la representación regional de la FAO- que apenas iniciado el empuje de demanda de etanol a partir de la estrategia anunciada por Bush, los contratos a futuro del maíz llegaron al nivel más alto en 10 años, y los precios del trigo y el arroz también han subido a los niveles más altos en una década, porque los granjeros están sembrando más superficie de maíz y menos de otros cultivos.
En relación con esto, los profesores Ford Runge y Benjamín Senauer, de la Universidad de Minnesota expresaron en la revista Foreign Affairs de mayo/junio 2007: “Esto pudiera parecer el nirvana de los productores de maíz, pero difícilmente lo sea para los consumidores, en especial en los países pobres en desarrollo, quienes serán afectados doblemente si tanto el precio de los alimentos como el del petróleo se mantienen altos”.
¿No es acaso evidente para la FAO regional que en un horizonte de muy altos precios de los alimentos, los únicos que podrían comprarlos serían los países ricos?
La América Latina que ya cuenta -según la estadística oficial- con 53 millones de hambrientos, ¿tendría acaso como futuro convertirse en un enorme cañaveral para alimentar automóviles y depender para alimentar a su gente de importaciones a precios de ruina?
También sorprende cuando el mencionado comunicado dice: “La percepción generalizada es que la tierra arable está totalmente ocupada o que existe poco margen para ampliar a nuevos cultivos en la región. Las cifras muestran lo contrario. En América Latina y el Caribe la utilización de tierras podría subir de 150 millones a 244 millones de hectáreas”.
¿Será acaso que la FAO regional no se ha enterado del cambio climático y por eso hace una proyección lineal e irreal?
El 28 de abril informaban varias agencias cablegráficas sobre la presentación de una proyección elaborada por investigadores del Instituto Nacional de Pesquisas Espaciales de Brasil, una institución pública, en la cual revelan que el calentamiento global convertirá el 18% de la Amazonia, en una sabana de vegetación rala y escasa, antes de terminar el siglo. Esto es sin incluir en el análisis el impacto de la acción humana con la deforestación, lo cual podría aumentar mucho más el impacto negativo.
¿Estas evidencias científicas u otras como las procedentes del Panel de Expertos sobre Cambio Climático de Naciones Unidas, las desconoce la FAO regional?
¿Es posible abstraerse de una realidad en plena marcha como el cambio climático y también de la erosión y otras múltiples formas de degradación de los suelos que convierten en teoría sin sustento la supuesta disponibilidad de tierra?
Por otra parte, ¿cómo se entiende la alta disponibilidad de tierras y la existencia de tanta gente sin tierra?
Por último, la FAO regional pide “facilitar el comercio justo de biocombustibles y de equipos de producción de bioenergía”.
Pedir comercio justo de biocombustibles en ese sector dominado por el agronegocio transnacional, con la participación de paladines del comercio justo como Cargill, Archer, Bunge, Monsanto, Syngenta y otras, es tan pueril como pedirle a un tiburón que se haga vegetariano.
En cuanto al libre comercio y las negociaciones comerciales multilaterales, el panorama no es muy diferente al de hace un año. La OMC sigue siendo una peculiar combinación de liberalización en el discurso y en las acciones prácticas que beneficien al Norte, y de proteccionismo, en lo que también beneficie al Norte. Los países desarrollados presionan para abrir los mercados de los países del Sur y al mismo tiempo, para cerrar sus propios mercados. Impulsan la liberalización del comercio de manufacturas en el que tienen ventajas -excepto en sectores con alta utilización de mano de obra como el textil- y no ceden en cuanto a proteger su agricultura no competitiva.
En la propiedad intelectual defienden un modelo monopólico que promueve el derecho privado de las transnacionales, la propiedad extranjera de patentes en los países del Sur y menosprecia el conocimiento y el derecho comunitario.
Este año hemos colocado a la integración de los pueblos como parte del nombre de nuestro Encuentro.
Expresa esto un nuevo e importante momento. Nuestro evento ya no sólo se opone al ALCA y a los Tratados de Libre Comercio. Ahora se interesa por el proceso constructivo de la integración de los pueblos, por una nueva y diferente forma de concebir y de ir construyendo la integración sin la cual continuaríamos siendo un grupo de países aislados, fáciles presas de los que nos proponen el ALCA, los TLC, o el Plan Puebla-Panamá.
El neoliberalismo ha perdido mucho de lo que fue su atractivo, pero no basta con criticarlo. Es necesario romper con el pensamiento y la práctica económica que persiste encerrada en el equilibrio fiscal, el libre comercio y la liberalización financiera, aun después que la mayoría de la población ha votado contra esa política.
La crisis del neoliberalismo no será irreversible, por más injusticia que provoque, hasta que nuevos valores de pensamiento vayan sosteniendo una nueva práctica económica y política basada en la solidaridad y en la cooperación, y ocupen el lugar que el virus neoliberal aun tiene.
La Alternativa Bolivariana para las Américas es ya una joven e importante realidad, junto al Tratado de Comercio de los Pueblos. En sólo 2 años y 4 meses de vida agrupa a 4 países y extiende acciones de cooperación hacia otros muchos. Es mucho más que un Tratado de comercio. Es un proceso de integración moldeado por la solidaridad y la cooperación, no por el lucro de mercado y las ventajas comparativas. Hace un enfoque b