El TLC entre Colombia y EEUU no tiene arreglo
En la semana del 26 al 30 de marzo estuvimos en Washington con Iván Moreno Rojas, senador del Polo Democrático Alternativo (PDA), Apecides Alvis, Presidente de la Confederación de Trabajadores de Colombia (CTC), y Boris Montes de Oca, Secretario General de la Central Unitaria de Trabajadores (CUT), entre otros dirigentes de las dos principales centrales obreras colombianas. Allí intercambiamos opiniones sobre el TLC con dirigentes de la AFL-CIO, la mayor organización sindical de Estados Unidos, congresistas del Partido Demócrata y Thomas Shannon, Secretario de Estado Adjunto para Asuntos del Hemisferio Occidental.
En las reuniones informamos que ochenta organizaciones agrarias colombianas acababan de ratificar su repudio al TLC y explicamos por qué el Tratado no debe ser aprobado por ninguno de los dos Congresos, si se quiere que se den unas relaciones económicas beneficiosas para ambos pueblos. Precisamos que el antagonismo de Colombia con el Tratado no es con algunas de sus partes, sino con el conjunto de su texto, es decir, con la concepción misma del llamado “libre comercio”, porque este apunta a modelar un mundo que solo beneficia a un puñado de monopolistas. Para mostrar hasta donde es regresiva esta concepción, incluso para los estadounidenses, recordamos un dato: ¡en Estados Unidos el salario mínimo podría incrementarse por primera vez en diez años!, hecho escandaloso que confirma que la globalización neoliberal implica el envilecimiento de las condiciones de vida de todos los pueblos del mundo. Y se explicó que la violencia atroz que ha martirizado y martiriza a Colombia, y que por tantas y buenas razones impresiona en el exterior, fortalece la imposibilidad de enfrentar de igual a igual a un competidor que tiene un PIB 129 veces mayor.
La enormes pérdidas para Colombia obedecen al carácter leonino de lo acordado en aranceles, agro e industria, controles sanitarios y fitosanitarios, subsidios en Estados Unidos, propiedad intelectual, medicamentos, inversiones, compras públicas, telecomunicaciones, sector financiero, solución de controversias, cláusula de balanza de pagos, expropiación indirecta, movilidad del trabajo, comercio transfronterizo y cultura, entre otros aspectos. Y las ya vergonzosas condiciones de trabajo de los colombianos se agravarán por el artículo 17.2 del TLC, que autoriza deteriorar las normas laborales para hacer negocios, facilidad que también otorga el 18.2 en temas ambientales. Entonces, pretender convertir en positivo el TLC haciéndole modificaciones significa tanto como aspirar a cambiarle la naturaleza a Frankestein si se le pintan los labios y se le ponen aretes.
Para el momento del viaje era un hecho el fracaso del gobierno de George W. Bush en su objetivo de asegurar la aprobación del TLC según el texto acordado con el Presidente de Colombia, hasta el punto de que ni siquiera se había atrevido a presentarlo para su trámite ante el Congreso estadounidense, pues ya el Partido Demócrata, que ahora controla la Cámara y el Senado y que fue por completo desconocido en las negociaciones, le había anunciado su decisión de hundirlo. Y también era evidente que mientras hay congresistas demócratas tras el objetivo imposible de arreglar el Tratado, otros, consecuentes con el discurso contra el “libre comercio” que contribuyó con el triunfo de su partido en las elecciones de noviembre pasado, prefieren que este no se ratifique y que, luego, se definan las nuevas políticas con las que Estados Unidos se relacionará con el mundo. Dentro de esa lógica, y para quitarse presiones de encima, se tramita en Estados Unidos una ley que amplía por dos años el Atpdea, el mecanismo que les disminuye en 160 millones de dólares al año los aranceles a las exportaciones colombianas a ese país, rebaja de menor cuantía que al volverse permanente significa el principal logro para Colombia con los tejemanejes del TLC y que constituye el cebo que oculta el anzuelo de las fórmulas neoliberales.
Lo que está por aclararse es qué puede más frente a la mayoría de los congresistas del Partido Demócrata: si las trasnacionales estadounidenses que los están presionando, porque estas ganarán con el TLC, o si los sectores democráticos y los trabajadores de ese país que los respaldaron con sus votos; los unos defendiendo los mezquinos intereses de una minoría muy poderosa y los otros propugnando unas relaciones de real beneficio recíproco entre los pueblos de Colombia y Estados Unidos.
Bogotá, 5 de abril de 2007