Carta de países en desarrollo al Congreso de Estados Unidos

2007-03-28 00:00:00

Para combatir la pobreza en el mundo y permitir que los países en desarrollo se desarrollen, por favor rechacen las presiones para otorgarle al presidente Bush un nuevo período de autorización para promover acuerdos comerciales por la ‘vía rápida’ e imponer una escalada de la OMC a través de la Ronda de Doha
 
Estimados miembros del Congreso,
 
Nos gustaría felicitarlos por convertirse en el partido mayoritario en el Congreso de Estados Unidos. A partir de los informes de prensa, hemos podido entender que gracias a su elección, su Congreso ahora representa más certera y fielmente a la mayoría de la opinión pública de los Estados Unidos en materia de globalización, entre otros temas. También entendemos que muchos de ustedes fueron electos por sus conciudadanos en base a su rechazo expreso del fallido modelo de globalización fundado en TLCAN-OMC. Apreciamos sus críticas hacia estas políticas fallidas, cuyos efectos negativos han sido devastadores para nuestras comunidades, puesto que el mismo paquete de políticas ha sido impuesto en los países pobres por el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial durante décadas.
 
Como miembros de la sociedad civil de todas las regiones del planeta, sentimos alivio de escuchar que los Demócratas están discutiendo una Nueva Orientación en materia de política comercial. Les estamos escribiendo para compartir con ustedes nuestro punto de vista de que esta Nueva Orientación debe incluir un rechazo a los actuales intentos de ampliar la fallida Organización Mundial del Comercio (OMC) a través de la “Ronda de Doha”. Nos une nuestro compromiso por una nueva visión y políticas de comercio multilateral que beneficien –en lugar de perjudicar—a los trabajadores y agricultores del mundo, el medioambiente y las posibilidades de desarrollo futuro. Por lo tanto, los exhortamos a rechazar la presión de las grandes empresas estadounidenses y de otros partidarios de la OMC que pretenden renovar la ‘Vía Rápida’ para las negociaciones de la OMC.
 
Los partidarios de la OMC cínicamente denominaron como “Programa de Doha para el Desarrollo”  a la expansión de la OMC inaugurada en Doha, Qatar, en 2001, pero en los países en desarrollo se identifica a esta propuesta como la “Ronda de todo, menos de desarrollo”. Esto es debido a que los efectos de los pasados doce años de experiencia conviviendo con las políticas de la OMC han resultado en un empeoramiento de las condiciones económicas de la mayoría. La cantidad y porcentaje de personas que viven con menos de un dólar diario en regiones que soportan algunas de las peores condiciones de pobreza—África sub-Sahariana y Medio Oriente—ha aumentado desde que la OMC empezó a funcionar[i], mientras que el número y porcentaje de personas que viven con menos de dos dólares diarios ha aumentado al mismo tiempo en estas regiones, así como en América Latina y el Caribe[ii].
 
Entretanto, las proyecciones del Banco Mundial, el Fondo Carnegie para la Paz Internacional (CEIP) y la Universidad de Tufts, indican que la Ronda de Doha resultaría en pérdidas netas para la gran mayoría de los países en desarrollo. En el escenario más probable estudiado por el Banco Mundial, el Programa de Doha para el Desarrollo sólo arrojaría beneficios de 16.000 millones de dólares para los países en desarrollo hasta el 2015— es decir, un poco menos que un centavo de dólar por persona por día para el mundo en desarrollo. Peor aún, la investigación reveló que bajo el escenario “posible” de Doha, tanto Medio Oriente, como Bangladesh, casi toda África y (notablemente) México, enfrentarían pérdidas netas[iii]. Mientras que la mayoría perdería, según estos estudios, las magras ganancias se concentrarían en los mayores países en desarrollo como China, Brasil e India.
 
Utilizando técnicas de modelización más sofisticadas, el informe del CEIP reveló que las supuestas ganancias proyectadas para los mayores “ganadores” de los países en desarrollo—Brasil e India—se concentrarían en el agronegocio y las industrias manufactureras de esos países respectivamente, mientras que los productores de subsistencia—un porcentaje mucho mayor de las poblaciones en general y de los pobres específicamente—verían pequeñas ganancias o en muchos casos pérdidas netas[iv].
 
Hay graves problemas para los países en desarrollo en tres de las principales áreas de negociación en la Ronda de Doha: agricultura, acceso a mercados no agrícolas (NAMA) y servicios.
 

Muchos países en desarrollo accedieron de mala gana a lanzar las conversaciones de la Ronda de Doha de la OMC para corregir los desequilibrios creados por el acuerdo de la Ronda Uruguay para la agricultura. Esas reglas comerciales agrícolas han socavado las necesidades de subsistencia de cientos de millones de agricultores en todo el mundo, mientras que han beneficiado a un puñado de gigantes del comercio de granos y el agronegocio que monopoliza este sector. En lugar de centrarse en la creciente crisis rural que enfrentan muchos países del mundo, las conversaciones agrícolas de la Ronda de Doha se han centrado en la expansión de los mercados mundiales para los exportadores de los países desarrollados, y en menor grado, de los países en desarrollo. Las reglas agrícolas de la OMC promueven la sobreproducción mientras que, simultáneamente, no disciplinan el “dumping” de productos agrícolas de manos de empresas comerciales que sacan provecho de la eliminación de los sistemas de control de la oferta en muchos países, perpetrada en la Ronda Uruguay.  Esta sobreproducción y el dumping de exportaciones agrícolas compradas por las mayores empresas del agronegocio—frecuentemente a  un precio menor que su costo de producción en Estados Unidos y Europa—continúa reduciendo los precios mundiales de los cultivos de los que dependen los pobres, como el algodón, maíz, arroz, lácteos y azúcar. Esto está teniendo un efecto devastador en las forma de sustento locales, en la medida que los pequeños productores familiares y los trabajadores agrícolas están siendo expulsados de los mercados, convirtiéndose frecuentemente en desplazados y empobreciéndose aún más al perder sus tierras. Simulaciones de miembros de la OMC ilustran que las ofertas agrícolas de Estados Unidos y Europa en la Ronda de Doha, de reducir los subsidios a las exportaciones así como sus apoyos domésticos, no mitigarán estos problemas. Entretanto, los negociadores estadounidenses han rechazado la “propuesta del Grupo de los 33” de establecer una serie de Productos Especiales y Mecanismos de Salvaguardia Especiales. Esta propuesta, que cuenta con el apoyo de una amplia alianza de más de 100 países de la OMC, está fundada en criterios establecidos para la seguridad alimentaria y del sustento, así como para el desarrollo rural. Asimismo definiría mecanismos apropiados para que los países en desarrollo salvaguarden a la mayoría de sus poblaciones—que son agricultores—de las distorsiones que resultarían de las reglas de la Ronda de Doha.

 

La Conferencia de Naciones Unidas sobre Comercio y el Desarrollo (UNCTAD) estima que las negociaciones sobre Acceso a Mercados No Agrícolas (NAMA)—que abarcan los aranceles a los bienes industriales y recursos naturales, así como medidas no arancelarias—costarán 63.000 millones de dólares a los países en desarrollo en impuestos, o más de cuatro veces las ganancias proyectadas para los países en desarrollo en el estudio del Banco Mundial.[v] En la mayoría de los países en desarrollo, entre un cuarto y un tercio de los fondos destinados a proveer servicios esenciales como la salud y la educación, proviene de la recaudación arancelaria. Sumado a esto, las reducciones arancelarias propuestas por los países desarrollados tendrán un impacto significativo de largo plazo sobre la capacidad de la que dispondrán los países en desarrollo para generar una base industrial diversa que pueda agregar valor a los recursos naturales y proveer empleo y bienestar a nuestros países. El Congreso de Sindicatos de Sudáfrica (COSATU) advierte que las propuestas pueden dejar a los países en desarrollo “seriamente desindustrializados”, convirtiéndolos en productores de bienes primarios, con la pérdida de empleos y riqueza que implican las actividades que generan valor agregado. Mientras que millones de empleos están en riesgo en muchos países en desarrollo, a los países más pobres se les cerrará para siempre el espacio político futuro para utilizar estratégicamente los aranceles como una herramienta del desarrollo—tal y como Estados Unidos y todos los países actualmente ricos hicieron durante su industrialización— si las negociaciones sobre NAMA concluyen tal como están diseñadas bajo la Ronda de Doha. Sumado a esto, las reducciones arancelarias proyectadas para los recursos naturales—productos de madera, pesca y otros—representan una grave amenaza para el medioambiente, ya que crean nuevos incentivos para la sobreexplotación de los recursos naturales.

 

El tercer foco principal de la Ronda de Doha—la privatización y desregulación del sector de los servicios—también es anti-desarrollo. Estas negociaciones pretenden exigirle a los países que transformen sus servicios públicos en nuevas mercancías comercializables por empresas extranjeras con fines de lucro, y que desregulen su sector nacional de servicios, para permitir a las corporaciones extranjeras operar sin restricciones en los mercados nacionales. Hasta la fecha, la mayoría de las experiencias de liberalización de servicios en los países en desarrollo—agua, energía, salud, educación, servicios financieros—han sido negativas. En particular, el acceso público a los servicios privatizados, especialmente para los pobres, frecuentemente disminuye, a la vez que se compromete la calidad del servicio y se reduce el empleo local. La privatización ha tenido un efecto particularmente devastadora para las mujeres, quienes toman primera responsabilidad en asegurar la salud, el agua, la educación, y otros servicios esenciales para sus familias. Incluso en su país, señor legislador, donde impera un sistema regulatorio fuerte y existe riqueza relativa y mercados que funcionan, ustedes han experimentado la devastación que puede provocar ese tipo de desregulación de los servicios, por ejemplo, en el caso de la crisis energética de California y el creciente número de ciudades estadounidenses que han tenido que recuperar sus sistemas de agua de manos de operadores privados con fines de lucro.

 
Debido al historial fallido de la OMC, las proyecciones de daños futuros y las preocupaciones acerca de las graves consecuencias contrarias al desarrollo que implican las actuales negociaciones, la Ronda de Doha debe suspenderse de manera permanente. El Congreso de Estados Unidos puede dar un paso clave tendiente a la restauración del papel de Estados Unidos como verdadero líder multilateral en la comunidad internacional. Los exhortamos a rechazar las presiones de quienes pretenden renovar la Vía Rápida para la OMC, y en lugar de ello, los invitamos a trabajar junto a sus socios comerciales y la sociedad civil mundial, en pos de un nuevo sistema de comercio multilateral que nos beneficie a todos.