Ser mujer indígena en Chile
Las mujeres indígenas no escapan a la situación de discriminación que han debido vivir las mujeres durante siglos, y se recrudece aún más si a esto le agregamos el factor pobreza.
Las mujeres, en todos los estudios de casos, son las que presentan una mayor vulnerabilidad en materia de derechos humanos, con peores índices de salud, restricciones de acceso al mercado laboral, a la educación, la capacitación, y con menores posibilidades de desarrollo integral.
Este cuadro que es generalizado para todas las mujeres y niñas, se recrudece aún más, cuando se trata de mujeres indígenas, lo que las hace vivir una triple marginalidad, por ser mujer, por ser indígena y en su mayoría por ser pobres.
Datos reveladores
Resulta irónico que, incluso un reciente estudio del Banco Mundial, ha revelado que la mayoría de los indígenas de América Latina no logra mejorar su nivel de vida, comparado con los habitantes no indígenas. Y agregan una serie de recomendaciones entre las cuales está la necesidad de un mayor desarrollo.
Estos datos, que hoy forman parte de los estudios científicos, han sido visibles gracias a una constante lucha por parte de las mujeres en general y de las mujeres indígenas en particular, quienes a través de sus esfuerzos organizados, han puesto sus demandas en todas las esferas de participación, visibilizando la grave situación de vulnerabilidad que deben vivir en sus comunidades.
En Chile, según el último Censo de 2002, del total de mujeres, más de 300 mil son mujeres indígenas, representando el 49% de esta población. Esta constante, la de alcanzar una presencia significativa, se da tanto a nivel nacional como en sus comunidades.
En lo que se refiere a su inserción laboral, el Censo demuestra un “subregistro”, pues ellas se vinculan mayoritariamente al sector informal de la economía y al trabajo agrícola, invisibilizando la importancia de las mujeres en el sustento familiar y su importante rol en la agricultura, siendo ellas las primeras en el eslabón de la cadena alimenticia como las protectoras y preservadoras de las semillas, lo que ha permitido, además, la sobrevivencia cultural de las comunidades.
Si damos una breve mirada al mundo público, llámese poder Legislativo, Ejecutivo, a su inserción en la administración pública y empresas privadas, el 4,0% está copado por mujeres indígenas, superando a los hombres, y si categorizamos por “profesionales, científicos e intelectuales”, el 49% del total son mujeres, de esta cifra el 6,1% son mujeres indígenas.
Con estos datos duros de la realidad chilena, podemos decir que las mujeres están insertas en todos los ámbitos de la sociedad, con una presencia importante de mujeres indígenas.
Pese a ello, las comunidades siguen en situación de “discriminación, negación cultural, marginalización económica, y hoy persecución política, que se expresa particularmente preocupante respecto de las mujeres, niños y niñas indígenas”, según las palabras textuales del Relator Especial de Naciones Unidas para los Pueblos Originarios, Dr. Rodolfo Stanvenhagen.
Como lo expresa claramente Dr. Rodolfo Stanvenhagen a toda la violencia que ya sufren las mujeres, se ha sumado ahora un proceso de criminalización y encarcelamiento de mujeres indígenas, por parte del gobierno de la Concertación, en el marco del llamado “conflicto mapuche”, que no es otra cosa que la resistencia de las comunidades a la nueva usurpación de sus tierras, esta vez bajo la cruz y la espada del neoliberalismo, que no respeta vidas, culturas ancestrales, ni derechos territoriales.
Sin duda, que las mujeres indígenas, particularmente en las comunidades mapuche, han tenido un rol activo en la lucha por la defensa de sus tierras y su cultura. Han sido ellas las que han liderado movimientos de resistencia, poniendo en un primer plano la demanda de “reconocimiento de pueblo”, lo que no es menor, pues su identidad cultural es uno de los elementos que mantiene unida a las comunidades y al pueblo indígena. En este proceso de socialización, el papel de la mujer ha sido fundamental, porque es ella quién también tiene el rol de la “reproducción cultural”, a través de la oralidad.
Demandas propias
Sin embargo, las mujeres tienen demandas propias, que van más allá del “reconocimiento de pueblo”, como es la participación en la toma de decisiones, el tema de la violencia intrafamiliar y los abusos que cotidianamente viven, entre otros muchos temas, que aún se mantienen ocultos detrás de las grandes demandas. Aquí también es necesario comprender que a través del tiempo, el dualismo que existe en algunas culturas de los pueblos indígenas, ha ido perdiendo su real significado, adoptando la postura occidental de relevar al hombre dentro de la comunidad.
Cuando se habla de rescate de las identidades culturales, las mujeres indígenas han sido claras, al afirmar que rescatarán todo aquello que vaya en beneficio de las comunidades, pero que no aceptarán la imposición de roles que aumenten las inequidades entre hombres y mujeres.
Pese a todo lo dicho anteriormente, aún está muy lejos el comprender y dimensionar la relevancia e importancia que tiene la mujer, no sólo dentro de las comunidades sino para toda la sociedad. Se hace necesario y urgente, que se abran los espacios de discusión, que generen cambios reales en la sociedad, para contribuir en parar toda esta discriminación y violencia sin sentido, que afecta a todas las mujeres y niñas del planeta. Este ha sido uno de los grandes desafíos que ha tenido el Primer Congreso Nacional de Asociación Nacional de Mujeres Rurales e Indígenas (ANAMURI): visibilizar y poner en el centro de la discusión temas como los derechos de las mujeres rurales e indígenas, incorporando a este debate a todos y todas las actoras sociales.
- Sandra Trafilaf es comunicadora chilena de la Asociación Nacional de Mujeres Rurales e Indígenas (ANAMURI)
Publicado en América Latina en Movimiento Nº 418 (6-03-2007)