Congreso Nacional de Anamuri:
Documento Diagnostico
1. INTRODUCCION
Los tiempos que vivimos no favorecen a los pueblos, menos aún a los pueblos campesinos e indígenas. Cada día vemos cómo se van imponiendo condiciones, leyes y reglamentos que hacen nuestra sobrevivencia y nuestra labor difícil y trabajosa.
No tenemos acceso a la tierra que necesitamos, porque la tierra se concentra cada vez más en manos de unos pocos, incluso de las transnacionales. Tenemos cada vez menos acceso al agua, porque el agua está totalmente privatizada, incluso el agua que fluye por nuestras tierras. Estamos siendo obligados a registrar nuestros pozos, abriendo así la posibilidad que nos limiten incluso el agua para beber.
La Naturaleza y la biodiversidad están sufriendo enormemente, producto de los monocultivos, las plantaciones forestales, las fumigaciones y las industrias que contaminan sin mayor control. Han ido desapareciendo el bosque nativo, las plantas medicinales, los animales silvestres, las vertientes, los arroyos y los ríos.
El mar y los lagos no escapan de este proceso. Incluso los peces han desparecido porque las grandes empresas pesqueras han pescado a destajo y sin control. Los pescadores artesanales no tienen acceso al mar y ya no pueden vivir de la pesca. Mientras tanto, las grandes empresas de acuicultura invaden y contaminan nuestras costas, matando la fauna local a fin de producir para la exportación.
Las leyes y políticas, por su parte, están encaminadas a quitarnos el poco oxígeno que tenemos. Hoy día quieren que trabajemos para el “encadenamiento productivo”. Es decir, que produzcamos bajo contrato materia prima barata para que las transnacionales agroindustriales exporten. La agricultura de contrato nunca ha sido beneficiosa para el pequeño o mediano productor, pero hoy se nos está obligando a aceptarla. Las políticas agrícolas están siendo diseñadas de manera creciente por los empresarios, que se sientan en todos los comités asesores de las instituciones estatales, incluso el INDAP.
La asistencia técnica que recibimos es normalmente inadecuada y mala. Muchas de nuestras familias se han endeudado e incluso hemos perdido nuestra tierra por efecto directo de que nos embarcaron en aventuras productivas mal pensadas y mal fundamentadas. No se desea que continuemos produciendo alimentos. Últimamente se nos está diciendo que deberemos producir biocombustibles. Es decir, cultivos que se convertirán en combustible para los automóviles. Eso sólo significará más monocultivos, más contaminación, menos alimentos.
Nos están imponiendo, además, todo tipo de leyes de certificación y control que solamente nos quitan libertad para producir y que no mejoran la calidad de nuestros productos. Las leyes de propiedad intelectual impuestas por los tratados de libre comercio y las leyes de certificación de semillas ponen fuera de la ley a las semillas campesinas y hacen que el guardar semilla de un año para otro (algo que campesinos e indígenas hemos hecho desde siempre) sea un delito.
Nos han dicho que las nuevas políticas permitirán la creación de empleos. Pero no dicen qué harán para garantizar empleos dignos. Los trabajadores del campo, y especialmente las trabajadoras temporeras, hemos sido el fundamento del “milagro” exportador, porque se nos ha pagado miserablemente, se nos ha hecho trabajar en condiciones insalubres e indignas, y se nos han negado hasta los más básicos derechos laborales. No vemos ninguna señal clara de que eso cambiará si se crean más empleos en el campo.
En todo esto, las mujeres nos llevamos la peor parte. Históricamente se nos ha negado el acceso a la tierra y por ello tampoco tenemos buen acceso al crédito o a la asistencia técnica. Somos las trabajadoras las más explotadas y abusadas, no tenemos derecho a una jubilación digna y no se facilita nuestra labor de madres ni de cuidado del hogar. Cumplimos jornadas dobles o triples, haciendo el trabajo más duro y peligroso. Por añadidura, incluso, acaban de elevarnos la edad de jubilación.
Los tiempos que vivimos no favorecen a los pueblos, menos aún a los pueblos campesinos e indígenas.
Y sin embargo, el futuro se nos abre prometedor. Los pueblos del mundo entero están diciendo que ya no queremos más de lo mismo. Desde muchos rincones, vemos que las organizaciones crecen y se hacen más autónomas, las movilizaciones se multiplican y las luchas de muchos sectores se van uniendo.
El movimiento campesino y los movimientos indígenas formamos parte de quienes estamos a la cabeza de los movimientos populares. Hemos logrado unirnos internacionalmente, hacer crecer y fortalecer nuestras organizaciones y levantar nuestros sueños para que muchos otros campesinos e indígenas encuentren esperanza y sentido en ellos. La lucha por la autonomía, por la soberanía alimentaria, por el derecho a la cultura y la dignidad, a la tierra y el territorio, son luchas en que se ven identificados sectores cada vez más amplios.
Sabemos también que somos inmensamente capaces. Especialmente las mujeres campesinas e indígenas, somos las que aún alimentamos a una parte importante de la humanidad, somos las que mantenemos los saberes, las culturas, las semillas y la medicina. Somos capaces de dar y cuidar la vida, de mantener la solidaridad, de construir esperanza. Por sobre todo, somos capaces de luchar y seguir luchando. Mientras el capitalismo destruye o intenta destruir, nosotras seguimos construyendo.
Y en toda esta lucha sabemos, por sobre todo, que no estamos solas. Hace sólo un mes organizaciones de todo el mundo pertenecientes a la Vía Campesina nos reunimos en Mali, África con organizaciones de pescadores, pastores, pueblos indígenas, sectores urbanos y mujeres. Allí se reafirmó el compromiso de todos los participantes por construir un mundo donde:
“.....se reconozcan y respeten los derechos y el papel de las mujeres en la producción de alimentos y la representación de las mujeres en todo los órganos de toma de decisiones;
... todos los pueblos ... puedan vivir con dignidad de su trabajo, y puedan tener la oportunidad de vivir en sus lugares de origen;
... la soberanía alimentaria sea considerada un derecho humano básico, reconocido y respetado por las comunidades, los pueblos, los estados y las instituciones internacionales;
... podamos conservar y rehabilitar los entornos rurales, zonas pesqueras, los paisajes y los alimentos tradicionales, ....;
... valoremos, reconozcamos y respetemos la diversidad de nuestro conocimiento, alimentación, lenguas y nuestras culturas tradicionales, y el modo en el que nos organizamos y nos expresamos;
... exista una verdadera reforma agraria integral que garantice a los campesinos plenos derechos sobre la tierra, defienda y recupere los territorios de los pueblos indígenas, garantice a las comunidades pesqueras el acceso y el control de las zonas y ecosistemas de pesca, que reconozca el acceso y el control de las tierras y las rutas de migración de pastoreo, garantice empleos dignos con sueldos justos y derechos laborales para todo los trabajadores, y un futuro para los jóvenes del campo, ... donde se garantice el derecho a los territorios y a la autodeterminación de nuestros pueblos.”
“compartamos nuestros territorios en paz y de manera justa entre nuestros pueblos, ya seamos campesinos, comunidades indígenas, pescadores artesanales, pastores nómadas u otros;”
Nuestro Congreso es entonces un ejemplo viviente de nuestras capacidades, nuestros sueños, luchas y esperanzas. Nos juntamos en cientos de localidades, a veces no más de cuatro o cinco mujeres, a veces en asambleas de más de cien. Más de dos mil mujeres participaron en nuestro Congreso. Compartimos sueños, problemas, esperanzas, temores, risas y penas. Más de la mitad de quienes participaron son mujeres nuevas en nuestra organización. Y nos tomamos en serio nuestra consigna ¡tenemos la palabra! ANAMURI es hoy más fuerte y tiene sus ideas más claras. Hace ocho años hicimos historia porque fuimos una organización de mujeres campesinas que se atrevió a declararse autónoma y con identidad de clase, género y etnia. Hoy seguimos construyendo historia al construir desde localidades de todo el país un sueño común sobre qué país y qué vida queremos
Es en este contexto que las mujeres de ANAMURI completamos nuestro Congreso. Tenemos una tarea dura, pero somos más, y tenemos la esperanza, la fuerza y la dignidad de nuestro lado. Por todo ello, nos atrevemos a decir una vez más, ¡es tiempo de luchar, es tiempo de celebrar, es tiempo de soñar, es tiempo de construir, es tiempo de sembrar, es tiempo de participar! ¡Nosotras tenemos la palabra!
II. RESULTADOS
A continuación ustedes encontrarán los temas que surgieron del proceso de Congreso en prácticamente todo el país, desde la primera hasta la XI ava región. Los temas propuestos por la Comisión Congreso, para motivar la discusión y análisis, fueron 7, sin embargo, la riqueza de la discusión en las regiones nos ha permitido recoger 12 temas. A continuación se presentaran los temas con un breve diagnóstico recogido de los informes regionales y algunas propuestas, ya que la totalidad de ellas serán sometidas a votación y es materia de otro documento.
1. Agua
El problema del agua emerge en casi todas las regiones como un tema de primera prioridad. Aunque no había sido incluido en el temario propuesto al inicio del Congreso, el año pasado, hoy le asignamos una alta prioridad, entre otras razones, porque emana de las necesidades y opiniones de las compañeras de todas las regiones, comunas y localidades.
Las aguas están contaminadas por pesticidas, desechos industriales, relaves y aguas servidas y se han hecho cada vez más escasas producto de la extracción por parte de las empresas, la deforestación y la destrucción de los ecosistemas. En muchas partes han desaparecido vertientes y arroyos. Incluso los ríos se están secando.
El acceso al agua es cada vez más difícil. Parte de ello es por la escasez, pero la razón principal es que el agua está en manos de grandes empresas, especialmente las transnacionales (mineras, sanitarias, eléctricas). Como el agua es privada, los más grandes desconocen y le quitan sus derechos a los más chicos.
Incluso el agua para beber está escaseando. Los pozos son cada vez más profundos, porque la extracción con grandes máquinas por parte de las empresas ha bajado las napas. Nos están obligando a registrar la aguas y con eso controlarán hasta cuánto bebemos.
El registro de aguas es difícil y costoso y no es solución. El acceso a redes de agua potable no es tampoco solución por los costos, ya que se permite a las empresas cobrar tarifas muy altas.
2. Destrucción del ambiente
La destrucción del medioambiente y la contaminación han empeorado significativamente las condiciones de vida, la salud y las posibilidades de producir por parte de las comunidades campesinas e indígenas.
Son diversos los problemas de salud que se sufren por la contaminación: alergias, intoxicaciones, deformaciones y enfermedades en los niños, cáncer, etc.,. Los cultivos son cada vez menos productivos porque la tierra está pobre y hay falta de agua, la alimentación ya no es sana, desaparecieron las plantas medicinales.
Los grandes responsables de la destrucción ambiental y de la contaminación son las grandes empresas, desde las mineras, forestales, pisciculturas y papeleras, hasta las empresas agrícolas que producen para la exportación. También está causando mucho daño la instalación de vertederos o basurales y de plantas de relave o tratamiento de desechos, muchos de ellos clandestinos. Han eliminado el bosque nativo y la producción diversificada, acaparado las aguas, contaminado el suelo, los ríos y los lagos. Las fumigaciones aéreas de los monocultivos envenenan a la gente y se hacen sin control alguno.
La política económica favorece a las grandes empresas y no hay suficientes controles y normas que impidan la contaminación y la destrucción. La CONAMA no tiene poder para proteger el medio ambiente y los organismos fiscalizadores no hacen bien su trabajo. INDAP promueve técnicas dañinas al medioambiente, como la plantación de pino y eucaliptus.
No hay mecanismos reales de participación ciudadana en la protección del medioambiente. Cuando se informa a la ciudadanía los proyectos ya están aprobados y no queda mucho por hacer.
3. Agricultura familiar campesina
La agricultura familiar campesina sigue alimentando a mucha gente de manera sana y variada, pero es absolutamente despreciada por el gobierno y por una buena parte de la población. Los programas de asistencia técnica nos han metido cultivos exóticos para la exportación, y se desprecia lo propio. Con esto se ha causado sólo endeudamiento y pérdida de la tierra.
No tenemos recursos (capital) ni suficientes créditos, ni apoyo técnico para producir. La asistencia técnica es a menudo mala, irrespetuosa de nuestros conocimientos y sin consideración por nuestras condiciones de vida y producción. Especialmente en el caso de la mujer, no se toma en cuenta todas las tareas que tenemos en la casa y en la tierra, y se fomentan producciones que requieren mucho trabajo y atención, o que son difíciles de comercializar.
Las mujeres a menudo no tenemos créditos, porque los recursos para mujeres son más escasos y su otorgamiento depende de más requisitos y de los criterios del funcionario a cargo. No se nos reconoce como dueñas de la tierra familiar.
La mala asistencia técnica es causa directa de fracasos y endeudamiento. Somos muchas las mujeres que estamos fuertemente endeudadas.
Los créditos son con intereses muy altos. Hay familias que han pagado varias veces lo que les han prestado y siguen pagando.
La escasez de nuestras tierras y la mala asistencia técnica nos han llevado a sobreexplotar y deteriorar nuestras tierras, por lo que la productividad es menor. Más y más, la agricultura familiar campesina no nos deja excedente para comercializar. Es sólo para el autoconsumo.
La separación del agua y de la tierra y la privatización del agua hacen que no podamos regar, o reguemos superficies muy pequeñas. Esto es grave porque el deterioro de los suelos hace que los suelos se sequen muy temprano en la primavera.
En el sur, las plantaciones de pino y eucaliptus han secado y erosionado las tierras, disminuyendo la producción y haciendo que desaparezca el bosque, las plantas medicinales y los animales silvestres.
La comercialización se nos hace cada vez más difícil, por la eliminación de los mercados locales y porque se persigue nuestra forma tradicional de comercializar. Los pésimos caminos y lo caro y malo del transporte también hacen difícil comercializar.
Los jóvenes no ven futuro y se van a la ciudad. Muchas familias también deben separarse para que la mujer o el hombre trabajen en la ciudad o como temporeros, porque la producción no da para cubrir todas las necesidades.
4. Soberanía Alimentaria
Hay poca conciencia del derecho de los pueblos a la soberanía alimentaria. En casi todas partes se ha impuesto la idea que los alimentos son una mercancía. Sin embargo, estamos de acuerdo que la soberanía alimentaria es un derecho.
5. Derecho a tierra y territorio
La tierra en manos de campesinos e indígenas es escasa y pobre y está cada vez más amenazada por el avance de las empresas, especialmente las mineras y las forestales. La falta de agua y de capital, más el endeudamiento, han hecho que mucha gente venda su tierra o deje de cultivar.
Los territorios indígenas siguen siendo invadidos por las grandes empresas forestales, hidroeléctricas y mineras. No se reconoce el derecho de los pueblos indígenas a sus propios territorios.
Las mujeres no tenemos acceso a la tierra, sólo se reconoce a los hombres. Si queremos usar la tierra familiar, tenemos que pedirle permiso a los maridos.
La separación de la tierra y el agua implica no reconocer el derecho al territorio. Agua y tierra deben ir siempre juntos.