Costa Rica:
De dimes y diretes
Cuando don Oscar Arias firmó aquel decreto que pretendía la producción de armas en el país, una sensación nauseabunda me culebreó en las entrañas, una sensación de estar viendo una incongruencia de grueso calibre. Algunos mal pensados entrevieron que no había coherencia entre la posición del Premio Nobel de la Paz, y la posición del administrador de Costa Rica, presionado por las circunstancias.
De inmediato, los preocupados asesores presentaron al país las explicaciones meritorias. Hubo cierta vacilación, claro. Algunos se contradecían entre ellos. Otros no fueron tan coherentes. Pero, en general, la posición del Presidente quedó clara: jamás avalaría él la producción de armas; sus discursos están impresos en papel, no en el viento; sus discursos resuenan aún en los foros internacionales, no en un cuarto vacío. Acto seguido, se prometieron decretos contra las compañías de la muerte.
Visto este proceder, los afanados asesores explicarán ahora que los intereses del TLC no reinarán sobre los decretos que impiden la producción de misiles, torpedos, balas... todo el extenso menú de las exitosas corporaciones armamentistas. Como en la anterior disonancia política, donde vimos tambalearse la lógica como un borrachito, ahora nos dirán que hay una salida.
¡Porque debe haber una salida! No puede ser que no lo hayan previsto. No puede ser que sepan que el TLC está por encima de las leyes particulares de los países, y que, de aprobarse, firmamos con los nuevos decretos contra las armas cheques millonarios futuros para esas compañías que impugnarán nuestra vocación para la paz.
Una sensación nauseabunda me culebrea aún en las entrañas...
- Guillermo Fernández es escritor