Los que se van adelante muestran el camino
Llevábamos la palabra. Y para defenderla no podíamos dejarnos desalojar. Resistimos. Empezaron a disparar con fusiles. Recibí un impacto en el hombro y otro en la cara. Morí. Morí defendiendo la palabra en la Panamericana, el 16 de mayo de 2006, reclamando derechos para los pueblos del Cauca y para todos los colombianos.
Iba al frente. La vía estaba taponada ya desde el día anterior y el intento del ESMAD (escuadrón móvil antidisturbios, que ya tiene en su haber por lo menos cinco muertos en igual número de movilizaciones pacíficas en los últimos meses) por despejar fue en vano. Miles de personas bloqueaban el 15 de mayo la vía que conecta el continente de sur a norte, en el sitio conocido como La María, resguardo indígena del Cauca, al suroccidente de Colombia. ¿No les llegó la vibración en Buenos Aires, en New York?
Llevaba mi bastón de mando. La guardia y la comunidad defendíamos el bloqueo. “La palabra se sienta en la Panamericana” fue nuestra proclama. Y exigíamos una consulta nacional frente al TLC y la presencia de 5 ministros del gobierno de Colombia para que nos respondieran por acuerdos incumplidos desde 1986.
Lo que siguió ya es conocido: los ministros no llegaron sino que planearon un desalojo violento para que “estos indios escarmienten”. El día 16, día de mi muerte, dos helicópteros black hawk bombardearon con gases y dispararon ráfagas contra la comunidad inerme. El 17, después de incumplir la cita, el ESMAD y el ejército irrumpieron en el sitio de concentración, destruyeron todo y saquearon la tienda y la bodega. Un desalojo sin precedentes, por la memoria que tenemos.
Les cuento
A las acciones de estos días le hemos llamado “Cumbre Nacional Itinerante” y se movilizaron en todo el país más de 70 mil personas. La planeamos conjuntamente las organizaciones indígenas y populares. El Cauca sería el “ombligo” o sitio para la concentración nacional. Así ocurrió y por eso llegamos a encontrarnos unas 18 mil personas el 15 de mayo en este sitio que en 1999 fue declarado como un lugar de Convivencia, Diálogo y Negociación de la Sociedad Civil del país.
La Cumbre fue un éxito. En al menos 14 departamentos decenas de acciones pacíficas se llevaron a cabo. Bloqueo de vías, manifestaciones universitarias, marchas en las principales ciudades del país, foros, ruedas de prensa, transmisiones especiales, en fin, un engranaje de decenas de organizaciones civiles que el gobierno se apresuró a calificar de “infiltradas por las FARC”. “Es necesario actuar con firmeza y celeridad” le había indicado al presidente el editorial del 18 de mayo de El Tiempo, el único diario nacional del país, propiedad de la familia del vicepresidente Francisco Santos.
Es que durante este gobierno, la unidad del movimiento popular ha crecido. Precisamente porque en la historia reciente del país ningún gobierno como éste había cerrado todas las puertas para la garantía de los derechos y las libertades fundamentales. Reducción de salarios, flexibilización laboral, criminalización de la protesta social, contrarreforma agraria para entregar tierras a los paramilitares, paramilitarismo como modelo de Estado…
Al tiempo, ha abierto todas las puertas a las políticas de los Estados Unidos. “Voy a firmar el TLC llueve, truene o relampaguee”, llegó a decir el presidente. Y claro, lo firmó. Luego le cambiaron el texto original al traducirlo al inglés; ya el país estaba entregado. Quien piense distinto o se oponga es catalogado de “terrorista”, “desleal”, “traidor de la patria” o simplemente “ignorante-desinformado”.
Como cuando en marzo de 2005 hicimos la consulta popular frente al TLC en seis municipios del Cauca. El 98% de los consultados dijimos que no queríamos el TLC. El gobierno consideró necesario darnos talleres de capacitación para hacernos entender. Otros sectores sociales y geográficos hicieron sus propias consultas con idénticos resultados. Ahora reclamamos una consulta nacional antes de que el Congreso Nacional y la Corte Constitucional se pronuncien.
Así que la represión y mi muerte vienen de arriba. Por defender del TLC, por la “palabra empeñada” de un gobierno servicial a la Casa Blanca… Nuestro país es el tercer recipiente de ayuda militar de Estados Unidos en el mundo y dicha ayuda, como los helicópteros black hawk, son utilizados para atacar a la población civil como aquí y como en Nariño. Mi muerte y la de tantos colombianos y colombianas reclama el cese de dicha ayuda que se define en el congreso de los Estados Unidos para la próxima vigencia.
Les sigo contando.
El momento cumbre de la movilización social como muestra de una alternativa en el país se dio en 2004, mes de septiembre. 60 mil personas marchamos hasta Cali y proclamamos el Mandato Indígena y Popular. Ese fue el punto máximo de denuncia de la política de Seguridad democrática y de propuesta de una alternativa en Colombia. Las acciones posteriores, incluida la consulta que les conté arriba y la Cumbre de ahora, están inspiradas y comprometidas desde aquellos tiempos.
Como la unidad y la conciencia crecen el gobierno tiene miedo y manda a matar. (Las nubes en el cielo habían estado rojas por estos días. “Va a correr sangre”, dicen los mayores). Engaña a conciencia, no participa en debates por la campaña para las elecciones del 28 de mayo domingo, no atiende la protesta social, es más, la desconoce o la reprime. Esconde su miedo en un ropaje de valentía.
La Cumbre no ha terminado. Me cuentan que continúa con el nombre de Cumbre Nacional Itinerante y Permanente de las Organizaciones Sociales. Y no deja de invadirme un chispazo de alegría cuando me cuentan que la han bautizado con mi nombre. Continúa el trabajo con una Comisión Garante de Verdad, Justicia y Reparación, integrada por organismos defensores de Derechos Humanos y personalidades internacionales.
Porque mi muerte no puede quedar así. Ni las decenas de heridos, ni las tiendas saqueadas, ni las casas quemadas, ni las mujeres abusadas (un ESMAD cogió a una mujer guambiana y le echó gas lacrimógeno en la nariz, le subió el anaco y le echó gas por la vagina), ni las comunidades engañadas… Ni los acuerdos incumplidos desde hace dos décadas. Vamos a cobrar justicia.
Siempre quise dirigirme a ustedes y hablarles de lo que he aprendido, de la experiencia acumulada de mi comunidad. Lo he hecho ya en este rincón del planeta llamado Corinto, Cauca, al compartir con mi pueblo, con mis compañeros y compañeras de la Guardia Indígena. Ahora lo hago sin límites, enviando este mensaje a todos los puntos a donde viaja el viento. No me he ido, aquí sigo, en el seno de la Madre Tierra. Soy Pedro Mauricio Poscué, guardia indígena, padre de 4 hijos, esposo, hijo, hermano y compañero de camino, mandado a asesinar por reclamar lo que en justicia nos pertenece.
Ahora, desde la fresca oscuridad que me cobija, me pregunto si valió la pena. Mi pueblo cree que los muertos no quedan atrás sino que van adelante mostrando el camino. ¿Qué camino he mostrado yo? No lo sé, no me dejen sin la respuesta. La espero a través de esos actos vitales con que los pueblos y sus organizaciones se han hecho sentir en la historia para permitir que la vida continúe.
No se ve, pero ahora sonrío. Hasta siempre, hermanos, hermanas.
El domingo después de tu muerte, la muchedumbre en la Plaza de Bolívar, llena como solo lo había estado en abril de 1948 antes del magnicidio, hizo silencio cuando te nombraron. Te respetaron y contigo la lucha por la que te quitaron la vida. Y todo este país estuvo de pie aquella noche nombrando la esperanza... Vamos a cobrar justicia para que la gente como tú, tu gente, construya el otro país, posible y necesario, que nunca hemos tenido.