Entre la rubia y la morena
El presidente de Venezuela, Hugo Chávez, anunció que se retiraba de la Comunidad Andina de Naciones (CAN) como una “protección a su país de la invasión de productos de Estados Unidos”, señalando que tal amenaza proviene de los tratados de libre comercio que están por suscribir Perú y Colombia con la superpotencia. El canciller venezolano agregó que estos acuerdos “tienen los mismos propósitos del ALCA” y que hacen parte de ese plan continental.
Las reacciones en Colombia frente al aviso, en el que al parecer “no se dará marcha atrás”, han ido desde la del presidente Uribe, que corrió a donde los amigos de Chávez para que intercedieran, la de Hommes, quien afirma que hay que “aprobar cuanto antes el TLC y buscar nuevos mercados para colocar el 10 por ciento de las exportaciones que hoy absorbe Venezuela” o la de Armando Montenegro que atribuye “el lío” a intereses políticos encontrados que deberían supeditarse a “la magnitud de los intereses económicos”. Eduardo Sarmiento ha advertido sobre la incompatibilidad ente el TLC y la CAN, ya que los países andinos que no estén con TLC sufren los compromisos comunes con los demás socios en tanto los otros andan de libre comercio con terceros, y la Red Colombiana frente al Libre Comercio y el ALCA – RECALCA- ha denunciado que esos “TLC implicaron no solamente un cambio en la normatividad andina sino una violación de la Decisión 598”, que exigía mantener informados a los miembros de la CAN sobre las negociaciones.
El rompimiento de la CAN es un golpe durísimo a la economía colombiana. Pese a lo que dicen los voceros oficiales, los andinos son los principales socios comerciales de Colombia. Veamos: en 2005, nuestras exportaciones a Estados Unidos valieron 8.478 millones de dólares y las dirigidas a la CAN sumaron 4.180. No obstante, si se descuentan de las ventas a Estados Unidos las de petróleo por 3.962 y las de carbón por 765 que están aseguradas por el déficit energético del Coloso, el total exportado se reduce a 3.751. Si un ejercicio similar se hace con las exportaciones a la CAN, descontando energéticos por 355 millones, terminan valiendo 3.835, más que las enviadas al Norte.
Lo anterior no es lo más contundente. Un estudio de la Cámara de Comercio Colombo – Venezolana de 2003 (Chiappe M., Aponte D., Rueda R., Suárez S.), acerca de los riesgos de las exportaciones colombianas a Venezuela afirmaba desde entonces que “si bien Venezuela no pretende firmar un acuerdo comercial con EE.UU, tampoco podría esperarse que dicho país mantuviera protegido nuestro mercado si estas preferencias dejan de ser recíprocas”. En dicho estudio además se remarca el alto nivel de sustitución de las exportaciones colombianas a Venezuela por parte de las estadounidenses, de forma que las preocupaciones de Chávez no son tan infundadas al presumir que en el marco del TLC haya agentes de países andinos que practiquen la “triangulación”: importar de USA y reexportar desde Colombia o Perú.
Una tesis de grado de Economía de la Universidad Javeriana en 2004 sobre el comercio con Venezuela (Suárez S., Rueda R.) comprobó con rigor estadístico un hecho más protuberante: Venezuela tiene demanda efectiva por bienes de mayor valor agregado y ésta tiende a incrementarse más que proporcionalmente en la medida en que crezca su ingreso. Es decir, en la perspectiva de altos recursos en el país vecino por el ascenso de los precios del petróleo, en dicho mercado puede preverse una dinámica superior para nuestros bienes que son en más de un 80% con valores agregados mayores que la que podrán tener, incluso con TLC, los de bajo valor que se exportan a Estados Unidos. Colombia está en la encrucijada entre la rubia y la morena, un dilema anunciado. Uribe ha reiterado que se queda con las dos y es de temerse que al final se resignará con la rubia. Si por ello en las actuales cuentas comerciales al tenor del TLC se contabilizan los beneficios del APTDEA, también habrán de restarse los impactos de la destrucción de la CAN. El saldo será negativo.