Doce puntos para el debate

Verdades, medias verdades y falsedades del TLC

2006-03-24 00:00:00

“A
veces me pregunto si el mundo está siendo gobernado por
personas inteligentes que nos están embromando o por imbéciles
que hablan en serio”.Mark
Twain

La discusión
sobre el TLC está en un punto crítico. De la postura
entreguista y simplona adoptada por el gobierno Lucio Gutiérrez,
que se sintetizaba en que “la única alternativa al TLC
es el TLC”, se ha desembocado en una posición de
creciente autoritarismo. Mientras se protege y alienta las
manifestaciones a favor del TLC, impulsada por los empresarios y SUS
trabajadores, la represión se ensaña en contra de
quienes se movilizan en contra del TLC.

En este ambiente, a
pesar de que las negociaciones están próximas a cumplir
dos años de su inicio, todavía faltan informaciones
sobre lo que se está negociando. Esto, sin embargo, no es un
motivo para aceptar aquella argumentación de que si no está
terminada la negociación, no hay aún elementos para
adoptar una posición. A pesar de la cláusula de
confidencialidad impuesta por los EEUU al inicio de las negociaciones
y de que no ha sido entregada la documentación sobre los
avances logrados en estos largos meses de negociación, hay
suficientes datos como para anticipar de qué se trata el TLC.
Incluso para puntualizar sus principales elementos críticos.
Basta conocer los TLC suscritos hasta ahora (los de Perú y
Colombia, para no ir más lejos, están a la mano) e
incluso estudiar los pronunciamientos y documentos existentes en
relación a la negociación de Ecuador para poder
pronunciarse al respecto. Además, no es mucho lo que se
negocia: el propio ministro de Comercio Exterior de Colombia, Jorge
Humberto Botero, reconoció, a poco de concluida la negociación
de su país, que lo que realmente se negocia es un 15 por
ciento, que el resto ya viene dado por la fuerza de los convenios
anteriores….
En
estas condiciones, cuando la campaña de desinformación
y amenazas está a la orden día, cuando la ignorancia y
al audacia predominan, es preciso hacer una síntesis crítica
de los puntos más controvertidos del proceso.[1]
Hay que descubrir las verdades, medias verdades y las falsedades del
TLC. En esa línea se inscribe este documento, escrito para
alentar la discusión democrática.

1.    
“El TLC es más que un
tratado comercial”
Si,
efectivamente se trata de tratado comercial. Sin embargo, lo
comercial no agota el tratado. Hay una serie de temas que supera
largamente ese ámbito. Este es un tratado comercial de nuevo
tipo, no comparable con los tratados de integración andina[2],
ni con el TLC suscrito con el Mercado Común del Cono Sur
(MERCOSUR)[3].
En definitiva es una propuesta que se asemeja mucho más a una
suerte de constitución económica -impuesta por
Washington-, que a un simple acuerdo comercial.

Hay que conocer que
con el TLC se quiere introducir una serie de reformas y ajustes para
instrumentalizar un determinado modelo económico. Por eso
mismo es preciso destacar otros puntos fundamentales del TLC, sobre
los cuales se habla poco y comenta menos. Sin pretender presentar
toda la gama de temas envueltos en las 18 mesas de negociación
del TLC, vale la pena destacar los siguientes aspectos:

·      
Tratamiento preferencial para las inversiones norteamericanas.

·      
Reducción de los márgenes de acción de la
política económica.

·      
La posibilidad para que los servicios públicos puedan ser
privatizados.

·      
Ampliación de beneficios a las empresas farmacéuticas
norteamericanas.

·      
Limitación de la capacidad de gestión de los gobiernos
seccionales.

·      
Movilidad del capital y mercancías, sin flexibilización
de la política inmigratoria de EEUU.

En síntesis,
los derechos de las personas jurídicas y sus propietarios
tienen más jerarquía que los derechos de los seres
humanos. El TLC, como veremos a continuación, se inscribe en
la lógica exacerbada del sistema capitalista, la neoliberal,
que encuentra en Washington, en términos amplios, uno de sus
principales centros de expansión transnacional.

2.    
“Con el TLC se accede al
mercado más grande el mundo”

Es innegable que los
EEUU representan en la actualidad la economía más
poderosa del planeta y que tienen el mercado con la mayor capacidad
adquisitiva en el mundo. Frente a lo cual el Ecuador representa una
de las economías más pequeñas de toda América
del Sur.

Para el Ecuador los
EEUU representan mucho, para los EEUU el Ecuador, en términos
comerciales, representa muy poco. Así, mientras Ecuador coloca
en el mercado norteamericano más del 40% de sus exportaciones,
EEUU coloca en Ecuador apenas el 0,16% de sus exportaciones; en
término de importaciones la relación es inversa:
mientras las importaciones desde los EEUU representan el 23% de
nuestras compras en el exterior, las importaciones norteamericanos de
productos ecuatorianos apenas significan un 0,20% de todas las
compras que realiza la gran nación del norte.

Otro punto
importante. No es que recién con el TLC se va a abrir la
economía ecuatoriana. No es que con el TLC recién vamos
a ingresar al mercado de los EEUU y que sólo entonces los casi
300 millones de estadounidenses van a poder comprar los productos
ecuatorianos o que sólo entonces van a venir inversiones
norteamericanas. La relación comercial y financiera entre los
dos países es de larga data.

Además, los
productos ecuatorianos ya ingresan al mercado norteamericano. Muchos
de ellos sin arancel alguno. Aquí cabe mencionar al petróleo,
banano, café, cacao, entre otros productos que
tradicionalmente vende Ecuador en los EEUU. Eso si, en algunos de
estos productos los niveles de productividad son bajísimos,
por ejemplo en el banano el Ecuador tienen niveles inferiores a los
de los países centroamericanos, en el caso del café y
el cacao la productividad es similar a la que se tenía hace un
siglo...

Es más, con
el Tratado de Preferencias Arancelarias Andinas y Erradicación
de la Droga (ATPDEA, por su siglas en inglés), para “premiar”
la sumisión de los gobiernos andinos a la política
norteamericana de combate al narcotráfico o para castigar a
los países que tomen medidas que puedan afectar las
inversiones norteamericanas, el Ecuador, desde hace 15 años,
consiguió liberar unas 6000 partidas (o productos), de los
cuales apenas ha aprovechado colocar un par de cientos; en realidad
una veintena de productos copa la mayoría de los productos que
obtienen dicha preferencia. Esta realidad relativiza en gran parte
aquellas aseveraciones de que ahora si, sin la temporalidad de las
ATPDEA si se realizarán las inversiones necesarias para
aprovechar las potencialidades de exportación de todos esos
productos.
A
más del bajo nivel de competitividad de la economía
ecuatoriana, que representa un real lastre para una relación
con los EEUU, hay que resaltar la inexistencia de un trato
equitativo, ni siquiera igualitario. El más fuerte, los EEUU
se asegura una serie de beneficios incluso en las negociaciones del
TLC que aumenta los niveles de asimetría existentes.
Recuérdese que los EEUU impusieron la eliminación de
las bandas de fijación de precios con las que protegían
de alguna manera los países andinos a sus productores
agropecuarios, sin que los EEUU eliminen los multimillonarios
subsidios a sus agricultores, que en el campo agrícola
representan un valor anual de 26 mil dólares por agricultor. A
esto habría que añadir otros mecanismos de protección
como controles fitosanitarios, normas de origen y la misma ley anti
dumping.[4]

Este país ha
aplicado en las últimas décadas una política
comercial que combina el proteccionismo en los sectores en los que ha
perdido competitividad, con la promoción en el resto del mundo
del libre comercio para sus productos, en particular en los sectores
en que son competitivos. La economía más grande del
mundo, que tiene el mayor potencial industrial, vía TLC, se
asegura el ingreso de sus productos agrícolas subsidiados en
los mercados latinoamericanos, Ecuador incluido.  La producción
agraria norteamericana y en general su aparato productivo no sólo
que se benefician de una serie de subsidios, sino que gozan de un
entorno macroeconómico casi insuperable: bajas tasas de
interés, fácil acceso al crédito, asesoría
técnica, desarrollo tecnológico propio, infraestructura
de primera: carreteras y caminos vecinales, silos, puertos,
aeropuertos, etc. Por eso no es equivocado decir que Goliat enfrenta
a David, asegurándose de antemano que el pequeño no
tenga acceso a la honda o catapulta…
Los
EEUU, con sus subsidios a la agricultura, aseguran la alimentación
de su población como una cuestión de “seguridad
nacional”, como afirmó Jorge Bush II.[5]
Esta posición del mismísimo presidente norteamericano
contradice aquellas visiones miopes o interesadas, que alientan
importaciones y exportaciones sin hacer ninguna reflexión más
compleja del tema agrario y menos aún alimentario. No
entienden el significado económico, social y cultural de las
economías de autoconsumo campesinas. Su mundo es el negocio,
no la vida…

La asimetría
de las negociaciones es inocultable, tanto como el simplismo de los
países andinos que se sentaron en la mesa a negociar con los
EEUU sin tener al menos una propuesta subregional común.
Aplicando la vieja norma imperial de “divide y vencerás”
los EEUU están consiguiendo su cometido: armar el Acuerdo
Libre Comercio de las Américas (ALCA), propuesto en 1994 y que
encontró dificultades en su camino de cristalización
multilatereal, en base a acuerdos bilaterales en los que van
imponiendo condiciones incluso no consideradas en la Organización
Mundial de Comercio (OMC). Los EEUU consiguió su objetivo,
puso a competir entre si a los tres gobiernos de los países
andinos para obtener cada vez más ventajas…

Washington,
adicionalmente, cuando le ha convenido y al margen de cualquier
acuerdo suscrito, ha recurrido también al uso de las
restricciones “voluntarias” a las exportaciones; a la
acusación de dumping, definido por su gobierno de
manera arbitraria; a la imposición de cuotas; y a una variedad
de instrumentos legales proteccionistas. El uso y abuso de estas
leyes implica beneficios para unos y perjuicios para otros, en
función de los intereses estadounidenses. Este
neoproteccionismo, sustentado sobre todo en medidas no arancelarias,
en muchos casos rebasa el efecto de los anteriores aranceles. Y
tampoco faltan salvaguardias arancelarias como las aplicadas en el
año 2002 al acero por parte del régimen de George Bush
II.

En esta línea
de reflexión no debería sorprender que en unos años,
cuando los EEUU hayan resuelto sus disputas comerciales con las otras
potencias proteccionistas: Europa y Japón, cuando los
subsidios para el arroz, la papa, el maíz, los pollos…
ya no les sean más necesarios, comiencen a subir los precios
con el fin de cubrir los costos de producción y hacer
atractivas ganancias en mercados cautivos.

Ecuador
tiene a la mano el ejemplo del trigo norteamericano, que a medidos
del siglo pasado entró inicialmente como una donación
hasta conseguir, poco a poco, desplazar a la producción
nacional.[6]
Al finalizar los años cincuenta entró en la escena la
Agencia Internacional de Desarrollo (USAID), dependencia del
Departamento de Estado de los EEUU. En el mes de agosto de 1955 el
Ecuador suscribió un convenio con los EEUU, por el cual el
país le compraba excedentes de productos agrícolas cuya
producción nacional era insuficiente para satisfacer la
demanda. El valor de estas importaciones debía ser depositado
en sucres, en una “cuenta de los EEUU en el Banco Central del
Ecuador”, y serviría, a más de apoyar la
promoción del desarrollo nacional, “para ayudar al
desarrollo de nuevos mercados de productos agrícolas de los
Estados Unidos, para financiar actividades internacionales de
intercambio educacional en el Ecuador y para otros gastos de los
Estados Unidos en el Ecuador”. O, dicho de otra manera, “para
gastos de la Embajada Norteamericana en el Ecuador”.

Con este Convenio de
Excedentes Agrícolas, que se fue renovando en los años
subsiguiente