América Latina y la integración

Dos proyectos en lucha frontal: ALCA vs ALBA

2006-02-17 00:00:00

Opiniones del diputado e investigador Osvaldo Martínez

La integración en América Latina no puede ser con Estados Unidos ni
tampoco pretendiendo una neutralidad con la potencia imperialista.
Ese proceso está obligado a generarse en lucha frontal contra el
proyecto yanki de dominación: la conocida Área de Libre Comercio de
las Américas (ALCA), opina el investigador cubano Osvaldo Martínez.

Para Osvaldo Martínez el ALBA solo puede triunfar sobre la base de
la derrota total del ALCA.

Para el presidente de la Comisión de Asuntos Económicos de la
Asamblea Nacional del Poder Popular y director del Centro de
Investigaciones de la Economía Mundial (CIEM), hay "sobre la mesa"
dos proyectos y están en lucha a muerte; es ALCA vs ALBA (Alternativa
Bolivariana para las Américas), subrayó Martínez.

El neoliberalismo expandió la pobreza en América Latina.

La América Nuestra definida por Martí -para distinguirla de la otra
América, diferente en cultura y en cuanto a su expansión y vocación
imperialista- constituye, en teoría, la porción del mundo con las
mejores condiciones para un proceso de integración si se tienen en
cuenta sus raíces históricas; pero la realidad ha sido bien distinta,
reconoce.

RECETAS FALLIDAS

En opinión del especialista, hay un fracaso evidente de las dos
grandes oleadas de integración que han existido en nuestra región. La
primera fue la promovida por la Comisión Económica para América
Latina de Naciones Unidas (CEPAL), desde 1959-60 -coincidiendo no por
gusto con el triunfo de la Revolución cubana- y que se extendió hasta
principios de los años ochenta, y la segunda de carácter neoliberal,
iniciada a partir de esa última fecha.

Según las ideas de CEPAL, la integración debía producirse por la vía
económica, y bajo la dirección de las burguesías industrializadoras
latinoamericanas; las cuales, se decía, tenían interés de defender
sus mercados frente a las empresas transnacionales, y eran capaces,
por tanto, de enfrentar al imperialismo. Pero esos agentes sociales,
que supuestamente podían conducir un proceso de desarrollo autónomo,
se revelaron mucho más penetrados por el capital extranjero y mucho
más sirvientes de las transnacionales y de Estados Unidos de lo que
en teoría hacía falta; por ende, aquellos esquemas de integración
devinieron plataformas para la penetración imperialista.

Con la entrada del neoliberalismo, comenta, los países
latinoamericanos emprendieron una carrera competitiva por exportar
hacia los grandes mercados de capitales; es decir, hacia Estados
Unidos y Europa, bajo el supuesto de que ello reportaría crecimiento
y desarrollo económicos; pero, en la práctica, los mercados de la
región fueron tratados como un subproducto y conducidos a la ruina.

Después de 40 años de intentos por desarrollar el comercio intra-
latinoamericano, ese intercambio apenas representa el 16% del
comercio total, y cuando comenzaban los esfuerzos integradores, allá
por la década del sesenta, el porcentaje era de aproximadamente 9%;
es decir, el avance ha sido microscópico, insignificante, enjuicia el
economista.

LA INTEGRACIÓN NO PUEDE SER SOBRE BASES NEOLIBERALES

Otras razones del fracaso de la integración sobre bases neoliberales,
fue el abandono del trato preferencial hacia los países más pobres, a
los cuales se les hizo creer que su precariedad estaba dada por la
pereza e incapacidad propias para abrirse paso en los negocios y no
debido a la explotación imperialista.

Hoy en el texto del ALCA se le dice a Haití y a Brasil -y son
conocidas las asimetrías de desarrollo entre ambos- que hagan
exactamente lo mismo. Las diferencias son tan solo en los plazos de
tiempo: lo que Brasil hace en cinco años, Haití debe realizarlo en 10.

La eliminación del trato preferencial constituye otro duro golpe a
la integración. No se puede concebir un proceso de esa naturaleza en
el que algunos de sus integrantes solo tengan desventajas y
únicamente los más desarrollados puedan captar beneficios.

En opinión de Osvaldo Martínez, la privatización masiva de empresas
ha sido otro factor en contra de la integración en nuestra región. En
los años de política neoliberal fueron privatizados algo más de 4 000
activos públicos, los cuales van desde empresas clásicas hasta cosas
que nunca antes nadie pensó privatizar como es el caso de cementerios,
parques. Con esas ventas masivas, agrega, los Estados
latinoamericanos perdieron la capacidad de conducir la economía.

EXTRAYENDO LECCIONES

La integración, considera Martínez, es una necesidad absoluta, y la
región tiene ante sí dos propuestas: una es el ALCA y la otra, el
ALBA. La primera representa la continuidad lógica de lo ocurrido
hasta ahora con el neoliberalismo, y no es la integración de América
Latina consigo misma, sino con Estados Unidos de manera dependiente y
subordinada. La otra, el ALBA, pudiera evaluarse en un primer
acercamiento si extraemos las lecciones de lo sucedido.

La primera enseñanza, afirma, es que la integración de América
Latina no puede ser con los Estados Unidos ni tampoco con la Unión
Europea en calidad de Estado; tiene que ser en lucha frontal contra
el proyecto estadounidense del ALCA cuyo impulso prosigue por
distintas vías. El ALBA, agrega, solo puede triunfar sobre la base de
la derrota del plan imperialista; no es posible la coexistencia.

Lo acontecido nos deja otro alerta: ya no hay espacio en América
Latina para pretender una integración dirigida por las burguesías de
la región como planteó CEPAL en los años 60 y 70 del siglo pasado.
Hoy la integración está obligada a contar con la dirección de un
organismo popular. La razón para esto radica en que si las
oligarquías latinoamericanas fracasaron en décadas anteriores cuando
todavía disponían de cierto poder y capacidad autónoma frente a las
grandes transnacionales, qué pudiéramos decir hoy cuando el
neoliberalismo las ha mellado, arruinado y desplazado completamente,
considera el investigador.

Esas burguesías nacionales, evalúa, se han convertido en
administradoras de filiales extranjeras; perdieron sus gastos
productivos y se han dedicado fundamentalmente a la especulación
financiera o al comercio de importación; en tales circunstancias,
sería iluso pensar que puedan dirigir la integración.

Dicho proceso, y es una tercera lección, no puede reducirse al
comercio ni medir sus resultados por el comportamiento de este último.
Resulta inaceptable considerar el comercio como una actividad
definitoria de una verdadera integración; pues él estrictamente no
tiene nada de solidario ni de cooperativo, es sencillamente dejar que
el mercado marque las pautas, subraya el destacado economista.

Una cuarta idea -y de más alcance- es que la integración tampoco
puede reducirse a la economía por importante que ella sea. Está claro
que sin economía sostenible no hay integración, pero también resulta
evidente que relaciones basadas en la solidaridad y la cooperación,
como las necesarias en América Latina, deben ir mucho más allá.

El neoliberalismo, recuerda, vendió la idea de que había que
desarrollar primero la economía; pues los problemas sociales -pobreza,
analfabetismo, carencia de servicios de salud, inseguridad social-
tendrían solución de alguna manera por sí solos cuando la riqueza se
derramara sobre ellos. Y los hechos demuestran la gran farsa.

El ALBA, en tanto integración de Cuba y Venezuela, ofrece un ejemplo
muy claro: los problemas sociales no pueden dejarse para un después,
tienen que comenzar a atacarse desde ya con los recursos disponibles.
Esa relación, pondera, tiene un componente social muy elevado:
colaboración médica, alfabetización, trabajo de profesores cubanos en
las distintas misiones educativas venezolanas, creación de empleos...
Elementos como estos son formula directa y efectiva para convertir la
integración en una causa popular y no en un hecho de la tecnocracia,
recalca el presidente de la Comisión de Asuntos Económicos del
Parlamento cubano.

ARMAS A FAVOR DE NUESTRA AMÉRICA

El ALBA dispone de un arma muy fuerte y seria: el petróleo, dice
Martínez. Afortunadamente, por primera vez en la historia la
integración popular tiene el poder financiero en sus manos. Ya el
precio del petróleo no es el resultado de la avidez coyuntural del
mercado, sino fruto de la escasez física; por tanto, es y será un
elemento estratégico de enorme importancia, y contar con Venezuela,
con su riqueza petrolera, adquiere valor extraordinario, considera el
parlamentario.

Esto, ejemplifica, se expresa de manera muy clara en el caso de
Petrocaribe que es, de modo general, un brazo de la Alternativa
Bolivariana para las Américas tendido hacia el Caribe, aunque todavía
no sea el ALBA. Para los países caribeños, pequeños y pobres,
significa abastecimiento seguro de petróleo a precios preferenciales,
pago al costo del flete de la transportación y facilidades de pago
del hidrocarburo, incluido el financiamiento a largo plazo.

Si la integración representa para América Latina un tema viejo, el
ALBA -surgida por iniciativa del presidente venezolano Hugo Chávez-
es algo completamente nuevo, sobre lo cual casi nada se ha escrito, y
hay necesidad de desarrollarla en la teoría y la práctica. Su esencia
última, lo que permite calificarla como verdadera integración,
estriba en la solidaridad y la cooperación.

María Julia Mayoral ma.julia@granma.cip.cu