Las Américas y TLC andino
El rechazo del Mercosur y Venezuela a incluir un compromiso para reanudar las negociaciones del ALCA en la Declaración de la IV Cumbre de las Américas de Mar del Plata era previsible. Estos países incluyeron y firmaron, solos, un texto en el que consideran que todavía no están dadas las condiciones necesarias para lograr un acuerdo de libre comercio hemisférico equitativo con acceso efectivo a los mercados, libre de subsidios y que tome en cuenta las diferencias en los niveles de desarrollo y tamaño de las economías.
La propuesta norteamericana planteada por el presidente de México, Vicente Fox, de relanzar el ALCA y fijarle un cronograma “ya que somos mayoría y sólo hay tres o cuatro países que no están de acuerdo”, irritó a los gobiernos de esta subregión. Fox declaró que el presidente argentino no fue un buen anfitrión y había descuidado el objetivo de consolidar el ALCA por complacer a la audiencia local.
En su discurso inaugural, Kirchner sintetizó la visión política de los cinco países –a pesar de las diferencias que tienen entre sí– que no suscribieron la propuesta norteamericana. “Los acuerdos de integración comercial deben contemplar compensaciones para los que sufren atrasos relativos, de modo que el acuerdo no potencie sus debilidades... La igualdad es un concepto valioso y necesario, pero sólo aplicable a los que son iguales. Igual tratamiento entre economías altamente desarrolladas y economías emergentes, no sólo es una mentira sino que, además, resulta una trampa mortal. Trampa que primero atrapa y afecta a los débiles, pero que luego de un modo u otro, también termina llegando a los poderosos”.
Sucede que Fox, al igual que la mayoría de gobernantes latinoamericanos, no han considerado, siquiera como posibilidad, que esta integración a través de los TLC que impulsa Estados Unidos puede ser un factor que profundice la inestabilidad en la región. Los análisis realizados por prestigiosos medios de comunicación del mundo desarrollado, como el Financial Times, coinciden en señalar que la Cumbre ha puesto en evidencia la división del continente y que Estados Unidos deberá tenerlas en cuenta cuando elabore sus políticas para la región.
Recientemente, dos importantes grupos de congresistas norteamericanos han enviado cartas al representante del Departamento de Comercio de su país denunciando que sus planteamientos en agricultura, propiedad intelectual y aspectos laborales no son adecuados. Consideran que el TLC Andino podría traer más desempleo, mayor inseguridad y crimen, en lugar de promover el desarrollo económico en esa región y, al mismo tiempo, generar nuevas oportunidades en EEUU.
Los gobiernos y grupos de poder económico latinoamericanos pasan por alto esas consideraciones y pretenden mostrar que sólo una minoría se opone a la integración hemisférica. Apuestan a que los presidentes que hoy discrepan de ella, se sumarán posteriormente. Al igual que el resto de buenos alumnos de la región, el ministro de Comercio Alfredo Ferrero sostiene que existen 29 países, entre ellos el Perú, que desean reanudar las negociaciones del ALCA, mientras que sólo cinco no las apoyan. No se dice que esos cinco representan 75% del PBI de Sudamérica y poseen el grueso de las reservas energéticas.
Durante las negociaciones que realizan tres gobiernos andinos para cerrar –antes del 22 de noviembre– el TLC con Estados Unidos, podría repetirse una nueva división que fortalecería la posición de la “minoría” sudamericana. Si alguno lograra cerrar el acuerdo, su ratificación en el Congreso, especialmente en el norteamericano, no será fácil. Nuestra región necesita construir nuevos paradigmas y transitar nuevos caminos. Ello requiere una posición negociadora conjunta, más firme, que evite que su inserción en el mundo la determine Estados Unidos.
(La República - 13/11/05)