El día antes de las cumbres
Hay frío en Mar del Plata. Viene con el aire del mar y brota también de la tensión que se palpa y se respira al caminar por sus calles. Las vallas y los controles policiales cierran el acceso a la zona de la ciudad en la que se reunirán los presidentes. Los datos que con reiteración difunde la prensa sobre las medidas de seguridad, los rumores que proliferan sobre posibles disturbios y represiones, como aquel que dice que ya hay preparados miles de sacos para cadáveres provocan, de conjunto, ese otro frío que penetra muy adentro: el del miedo.
Unas semanas atrás, ni la catedral gótica, ni las lujosas boutiques del Paseo Güemes, ni la belleza extendida de playa Grande, ni el Cervantes, el Sancho y el Quijote que presiden el Boulevard Marítimo, ni el loco que recita ideales en el Peatonal San Martín, ni los payasos que lanzan burbujas por monedas en los semáforos de la ciudad imaginaban que el lugar donde viven, Mar del Plata, dejaría su habitual tranquilidad de paraíso turístico para convertirse en el centro político del continente. Hoy los platenses tienen miedo, y nadie sabe qué va a suceder mañana. Cientos de policías lucen ya sus bastones y escudos y acordonan, hasta el mar, la zona de reuniones de la Cumbre de Presidentes de las Américas. Un helicóptero sobrevuela la ciudad y el ruido de sus motores, que llega de repente una y otra vez, para alejarse enseguida, provoca que nadie pueda olvidar lo que en algún momento fue una idea atractiva. La apuesta de la ciudad por un lugar privilegiado en los medios de comunicación y por unos días de fama y gloria que le favorezcan económicamente, pasa también por el precio de convertirse ---mucho mas allá de una ciudad turística--- en el epicentro de las luchas del continente, en un espacio donde los pueblos respiren y debatan y fortalezcan juntos sus alternativas.
Esa es la diferencia entre ambas Cumbres. La de los Presidentes, en una zona lujosa, cercada y llena de militares, lejana a la gente común. La de los Pueblos, en un polideportivo, al que todos y todas pueden asistir y discutir abiertamente. Mientras Bush envía a los empleados del hotel Sheraton para su casa y llena los doce pisos con agentes del Servicio Secreto, de la CIA y el FBI, la Cumbre de los Pueblos abre un foro democrático para discutir los verdaderos problemas del continente: hambre, pobreza, militarización, deuda, ALCA, tratados de libre comercio.
Ya llegan los representantes de las redes y organizaciones que coordinan y articulan las luchas sociales de todo el continente; no vienen a destruir ni a romper la tranquilidad de Mar del Plata, vienen a compartir sus reflexiones y experiencias, sus victorias y sus derrotas y vienen también a levantar la voz por todos y todas los que cada día son silenciados por los grandes medios de comunicación. Durante tres jornadas se sucederán paneles y seminarios y, en la cuarta, habrá una marcha que se convoca como pacifica, porque no es del interés de los participantes hacerle el juego a los que quieren crear una imagen de violencia y anarquía asociada a las luchas sociales. Hoy no se necesita de la violencia para hacer visibles las razones y los sentimientos de los que claman por la justicia.
Quizás el espíritu del resto de los excluidos del continente contagie a los pacíficos platenses en estos días y, al final, todos y todas seamos uno, reclamando lo que nos pertenece.