Costa Rica: Alto a la exportación de agua
"El mercado caribeño resulta muy atractivo para nosotros y
tenemos toda la capacidad en planta para abastecerlo con nuestro
producto", declaró el director de Relaciones Corporativas de
Florida Ice & Farm. "En este momento, producimos Katadin solo
para el mercado local. Sin embargo, el Caribe es una excelente
oportunidad de negocios…", dijo por su parte el gerente de
Mercadeo de la Pepsi.
Ambas declaraciones (en La República del 23 de mayo recién
pasado) se dieron como reacción a la aprobación en primer debate
del TLC-Caricom, pues "El tratado de libre comercio entre Costa
Rica y la Comunidad Caribeña de Naciones representa una
oportunidad para que empresarios ticos - y foráneos, agregamos
nosotros- puedan exportar agua embotellada sin pagar aranceles y
aprovechar las particularidades del mercado".
Ahora bien, antes de "alegrarnos" por las divisas que se
pudieren recibir por concepto de la exportación de esa
"mercancía", han de considerarse ciertos aspectos vitales, de
interés para el pueblo costarricense. Uno, por razones obvias,
tiene que ver con la demanda creciente y la necesidad imperativa
de satisfacerla. Sea por nitratos, compuestos orgánicos volátiles
y otros contaminantes, es conocida la crisis ecológica que de
manera violenta amenaza la salud de los habitantes. Cada día
tenemos menos agua potable disponible, mientras cada día también
crece la demanda, por lo que varias comunidades sufren - desde
hace unos años incluso - de escasez de ese líquido vital. Así
que la preocupación no solo tiene que ver con el desarrollo
industrial y la casi insaciable producción agrícola, sino que
además, podría poner en riesgo inminente la salud de los
costarricenses. Hasta ahora nos hemos librado de epidemias
vinculadas a la mala calidad del agua, pero ha de tomarse en
cuenta que un niño muere cada ocho segundos a consecuencia del
agua contaminada, y que más de cinco millones de personas mueren
al año por la misma causa.
Así, como lo puntualizara el físico indio Vandana Shiva (ganador
del Premio Nobel Alternativo) para las grandes (¡grandísimas!)
corporaciones vendedoras de agua embotellada, "desarrollo
sostenible significa la conversión de una crisis ecológica en un
mercado de recursos escasos", y por supuesto, de inmensas
ganancias. De 1.000 millones de litros que se comercializaban en
el mundo hace unos 30 años, ya para el 2000 las ventas habían
ascendido a 84.000 millones de litros, de los cuales una cuarta
parte se consume fuera del país de origen. Y en cuanto a los
precios ni hablar: una botella de agua francesa vendida en Costa
Rica vale más de ø1.300,°° (¡como para morirse de sed…!)
Al ser cada vez más escasa el agua, la embotellada no es la
respuesta para los pueblos pobres como el nuestro. El mayor
esfuerzo que habrá de darse en Costa Rica es por proteger las
fuentes de agua potable, con la meta de garantizarle el
abastecimiento a las futuras generaciones. Habrá que regular su
uso y evaluar adecuadamente su consumo y comercialización. Si
para producir una tonelada de granos se necesitan 1000 toneladas
de agua, eso tendrá que valorase. Asimismo, el gobierno de la
República habrá de tomar las medidas urgentes y efectivas
conducentes a efecto de garantizar una mejor protección en las
zonas de recarga acuífera, al tiempo que se enfrenta la
contaminación producida por los tanques "sépticos", por los
vertederos de basura, por las industrias desreguladas y por los
agroquímicos, principalmente. Si se permite que tanto el Minae
como el AyA y Senara, sigan con el pretexto de la falta de
recursos para cumplir sus obligaciones, antes de lo previsto nos
vamos a ver frente a una crisis de agua de inimaginables
proporciones.
Y si (a propósito del TLC con EUA) junto a lo anterior
consideramos que para dentro de unos cinco años se estima que
unos 100 millones de estadounidenses enfrentarán severas
necesidades de agua, no hay que esforzarse mucho para vislumbrar
el panorama que se presentaría en caso de que se permitiera la
exportación del agua de todos los costarricenses. El agua,
mercancía con trato nacional y sin restricciones de importación
para ese gran mercado con capacidad de pagar el precio que sea
necesario, sería motivo de conflictos, demandas y enfrentamientos,
en los que, ante las normas del TLC, poco podría hacer un
gobierno que se mostrare dispuesto a proteger el bienestar de su
pueblo.
Por eso y más, hemos de prohibir ¡cuanto antes!, la
exportación de agua. Si dejamos esa tarea para después (en la de
menos con un TLC vigente) la sed llegaría muy pronto a nuestros
hogares.
-Dr. Freddy Pacheco, Catedrático Universidad Nacional (UNA),
Costa Rica