Se ha querido presentar el llamado Acuerdo CAN- MERCOSUR como un tratado que defiende la producción nacional, hace progresar la unidad suramericana y prepara al país para el TLC con EEUU. De estas tres afirmaciones solamente la última es cierta:

En primer lugar el tratado no es entre la CAN y MERCOSUR sino entre "algunos países de la CAN" con los países de MERCOSUR. Esto se debe a que Bolivia es Estado Asociado de MERCOSUR desde 1997, Perú desde 2003 y Venezuela pidió recientemente ser aceptada con plenos derechos.

El Tratado comenzó a negociarse en 1996 y su trámite duró hasta el año pasado. LA CAN inicialmente quería hacer un tratado tipo ALCA que incluyera no solamente los aspectos comerciales, sino los normativos sobre temas que aun están en controversia en el seno de la OMC. MERCOSUR buscaba un acuerdo meramente comercial. Finalmente predominó la posición de MERCOSUR y el acuerdo no incluye los temas de inversión, compras estatales, políticas de competencia, servicios, etc., que si se negocian en el TLC andino con Estados Unidos. Sobre varios de estos temas en el tratado con MERCOSUR simplemente se ratifican las definiciones adoptadas en la OMC que ya de por si son lesivas para el interés nacional.

El proceso fue tortuoso y duró varios años, pues sectores empresariales que hoy se suman alegremente a la firma del TLC con Estados Unidos, tratándose de MERCOSUR, hicieron gala del proteccionismo que no defienden hoy. En el proceso de la firma, inicialmente se suscribieron Acuerdos de Alcance Parcial, previstos en la normatividad de la ALADI, con un reducido número de subpartidas arancelarias y con ciertas asimetrías a favor de Colombia que quedaron consagradas en el tratado.

Sin embargo, los plazos cortos de desgravación (10 años) aunque a los productos sensibles se les dan 5 años más y los mecanismos de salvaguardia que se podrán aplicar solamente durante el período de desgravación, establecen un piso que hace imposible que en la negociación con Estados Unidos se logren plazos más largos o salvaguardias más sólidas. De hecho Estados Unidos pide que en la mesa de negociaciones del TLC se le entregue lo que ya se le entregó a MERCOSUR y el equipo colombiano no tiene más propuesta que ceder.

Colombia ha mantenido una balanza comercial deficitaria con MERCOSUR en los últimos 10 años. En el 2002, las importaciones provenientes de ese bloque fueron 5,8 veces más grandes que las exportaciones y no son claras las ventajas exportadoras en una zona a la cual exportar es difícil por los costos del transporte.

Mientras tanto la CAN está detenida e incluso involuciona hacia su mayor debilitamiento o quizá su conversión en un mero mecanismo asesor para acelerar los TLC. En contra de lo afirmado por el gobierno colombiano, este acuerdo no ha aumentado la capacidad suramericana de negociar en bloque en otros escenarios. La CAN no negocia en bloque el TLC con Estados Unidos y en la OMC tampoco se presentan posiciones conjuntas como lo revela el hecho de que varios países como Colombia, Perú y Ecuador se salieron, por presión estadounidense del G-20 formado durante la reunión de Cancún y por ejemplo no tuvieron posiciones comunes en la elección del nuevo director de la OMC o la UNCTAD. Ni siquiera en la negociación con MERCOSUR la CAN presentó un bloque unificado y mientras MERCOSUR tiene una estrecha relación comercial con la Unión Europea, los gobiernos de la CAN, con excepción de Venezuela, Bolivia y recientemente Ecuador, están empeñados en firmar a cualquier precio la anexión a la economía estadounidense.

El empeño en concluir el acuerdo por parte del gobierno colombiano, el cual hizo prevalecer sus criterios por encima de los intereses de muchos sectores productivos, se convirtió en una coartada para afirmar que con ese acuerdo ya se había cumplido el precepto constitucional de dar prioridad en los esfuerzos de integración a América Latina . En realidad el Tratado ha sido considerado un escalón más en la implantación total de la liberación comercial y una forma de liberar las manos para abrir todos los sectores y asumir compromisos mucho más amplios en el acuerdo con Estados Unidos que un avance en la integración suramericana.

Con estos acuerdos el país renuncia a la creación de nuevos sectores industriales ya que en plazos de desgravación inmediata se ubicaron las materias primas y bienes de capital no producidos en la región andina. Aunque los plazos de desgravación son diferentes, el horizonte es la liberación completa y mientras que el gobierno se suma entusiasta a la oleada del libre comercio, no adopta medidas para fortalecer, proteger y reactivar el mercado interno y su política económica va en un sentido diametralmente opuesto: disminuir el margen de acción el Estado mediante las privatizaciones, dejar la investigación y el desarrollo tecnológico en manos privadas, disminuir de la capacidad de consumo de la población entre otras.

El esquema de acuerdos de libre comercio implica la renuncia a un papel activo del Estado en la promoción del desarrollo y dejar el crecimiento a los vaivenes del comercio internacional en el cual más que en ninguna otra esfera de la economía prima la ley del más fuerte. Este tipo de acuerdos con quien quiera que se asuman se dan dentro de un contexto de predominio de las políticas neoliberales de descoordinación y pugnas entre los países de Sudamérica y de creciente ingerencia de Estados Unidos en los asuntos de América Latina a través de los gobiernos más dóciles de la región. No es verosímil que el principal puntal de la penetración norteamericana en el sur del continente como es Colombia, por obra de este tratado, aparezca súbitamente como adalid de la integración suramericana en la cual nunca ha creído.

Además de coartada para acelerar el TLC con Estados Unidos, el Tratado con MERCOSUR expone la producción nacional a la competencia desventajosa y no puede ocultar la profunda fragmentación del continente en virtud de la ingerencia norteamericana

Bogotá, mayo 27 de 2005

Red Colombiana de Acción frente al Libre Comercio y el ALCA, Recalca
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