Las sobras y el comercio al servicio del consumidor
Hace cerca de dos años en Sao Paulo, en un Foro sobre Agricultura convocado por la autoridades del ALCA, el auditorio escuchó ensimismado al delegado de Nicaragua cuando señaló a su país como el “primer importador mundial de basura”. Se refería a las importaciones masivas de productos usados de las que su país era víctima como una suerte de atender los consumos de una nación a la cual la aplicación del neoliberalismo la ha llevado en su ingreso por habitante a competir por el último lugar en el continente con la muy sufrida Haití.
Cuando se habla de usados en el Libre Comercio, la opinión apenas se percata de lo más inmediato como: ropa usada, llantas usadas y los más soñadores imaginan que por esa vía podrán hacerse a precios muy módicos de un vehículo casi nuevo. El capítulo de usados tiene un conjunto de varios miles de posiciones y contempla, entre otros. Usados, Desperdicios, Desechos, Residuos, Remanufacturados y Piezas de Desensamble. Ya algunos voceros de gremios han advertido que conceder el ingreso sin aranceles a la “basura” significa permitir, los repuestos de vehículos desguasados, los cuartos traseros de pollo, aparatos electrónicos recompuestos o habilitados cuando su vida útil inicial ha caducado o cuando la garantía por un algún defecto inicial ha fenecido.
Pero lo que nadie imaginaba era que en el capítulo de Agricultura se incluyeran, cuando se habla de trigo, cebada o maíz, no sólo las pastas, la malta o el salvado, sino los residuos y desperdicios de los procesos industriales o de calidades muy inferiores. Resulta por gracia de la negociación agropecuaria en el TLC que, bajo las denominaciones específicas ya anotadas, Colombia queda a las puertas de sustituir la producción de alimentos de calidad y elaborados por agricultores medianos y campesinos por “las sobras” de Manhattan.
Lo peor de todo es el consentimiento y la avenencia de los negociadores de los países socios del TLC, que todo lo ven “natural” en marco del Libre Comercio, y que reivindican el capítulo de usados como otro más de los que están al “servicio del consumidor”. Sí, se trata de los consumidores empobrecidos y envilecidos, con sus ingresos tan derruidos que ya no les alcanza para comprar nada nuevo ni de primera y que ni siquiera se pueden sentar a manteles sino en el piso esperando la caída de las sobras de la mesa de Epulón. Es la estrategia para atender mercados de Lázaros, como los de los países andinos, donde no solamente la producción nativa se derrota con “dumping” sino también con “sobrados”.
En la medida en la cual avanzan las rondas de negociación del Tratado de Libre Comercio de Colombia y Estados Unidos surgen nuevos motivos de indignación. Con seguridad la que se inicia en Lima no será la excepción. Quizás acá se develen nuevas cláusulas del capítulo de BASURAS del TLCy también se habrán aceptado las importaciones de residuos tóxicos y especiales, los cuales, según la lógica imperial inapelable quedan muy bien enterados en los países más pobres del planeta. A ese club están ingresando con pena los países andinos en el marco del TLC.