Imagine el TLC
Imagine que usted es el jefe de una familia pequeña, que cuenta con reducidos ingresos. Imagine que enterrado en el jardín de la casa usted descubrió que había oro, pero como no tiene dinero, le encargó a una empresa con maquinarias, crédito y otras ventajas que lo haga. Pero ella le ha dicho que si usted le pide participación en las ganancias, se irá donde otro vecino que tiene el mismo producto, pero no cobra. Y que lo que puede ofrecer es darle trabajo a sus hijos para que hagan el hueco. Eso sí, que tampoco pidan mucho salario porque los hijos del vecino trabajan casi por nada.
Así que con oro y todo usted sigue con bajos ingresos para atender a los suyos. Imagine además que la familia tiene algunos animales y una chacrita, donde producen algunos alimentos para su consumo y una pequeña parte para la venta Si usted tuviera más dinero, sus animales estarían más gordos y su tierra produciría más. Por ahí también hay una empresa que ofrece explotarle su chacra, bajo las mismas condiciones que la del oro.
Imagine, otra vez, que se compró, con todos sus ahorros y los de su familia, una máquina de tejer con la que está haciendo chompas y como obviamente no se puede producir industrialmente para la casa usted sale a vender a la calle su producto, que seguramente le dejaría más ingresos si usted pudiera invertir en una mejor tecnología, comprar cantidades de insumo y si tuviera un camioncito para la distribución.
Ahora, una pregunta, si usted ha alucinado ser el personaje de esta historia díganos aquí: ¿para qué firmaría un Tratado de Libre Comercio? Aclaramos la pregunta: si quiere vender sus chompas, ¿lo hará acaso a través de un pacto del que no pueda retractarse con alguien que también produce el mismo producto, pero con muy superior tecnología, por lo que lo ofrece más barato? ¿le parecería bien si su familia termina usando las chompas del otro y usted tiene que apagar su máquina porque no es competitiva?, ¿pero además aceptaría que en el trato diga que la inversión de la empresa de oro quedará protegida para que nunca pueda reclamarle para que aporte más a su casa, no le deje sin agua, le infecte el ambiente o permita reclamos salariales de sus hijos?, ¿pensaría que está bien que el trato incluya que se acepte la oferta para vender o alquilar sus animales y tierras, y que además usted acepte comprar los sobrantes de alimentos que tiene su socio y que no sabe donde ponerlos?, ¿qué opinaría además de aquel que hace esta negociación escondiendo lo que está pactando al resto de su familia?
Claro, ahí usted me va a decir, para, que esto es una tontería, el Estado no es nuestro padre, ni se preocupa de los que comen y no comen, o de los que se visten y los que no lo hacen. Tampoco la economía de la familia se parece a la de la sociedad, porque la primera se rige por las necesidades y la segunda por las empresas que buscan hacer ganancias. Finalmente que la economía internacional es aún más compleja. Ahí entran diversas barreras para equilibrar las diferencias de desarrollo, cuidar las empresas nacionales y los puestos de trabajo. Los acuerdos de comercio son precisamente un sistema para ir reduciendo estas barreras entre dos países, a cambio de un conjunto de ventajas de intervención en sus respectivos mercados que uno le ofrece al otro.
O sea que de vender nomás, no se trata. Si fuera porque nuestro producto es original, bueno, barato y llega a tiempo al mercado, deberíamos poder venderlo, sin necesidad de ningún tratado. Si ese principio no existiera, la economía de mercado sería un cuento de espiritistas. Los TLC, no corresponden a la “economía natural” de la que hablan los liberales, sino a las “ayudas” de acceso especial, que no se brindan jamás sin algo a cambio.
El problema viene cuando uno cree que firmar con EEUU es inevitable y se imagina que es el pobrecito que va a ganar de todos modos por su sociedad con el grandote, como si este además no fuera lo que es, de puro angurriento que siempre ha sido.
No me culpen por usar ejemplos idiotas para explicar cosas serias. Escuchen en la radio la publicidad ordenada por el Ministerio de Comercio Exterior MINCETUR, para que comprendan a lo que me estoy refiriendo. Ahí está la historia del padre que sale a vender porque los hijos no son suficiente mercado (¡), y de los países que son como las familias. Si ustedes quieren, mi aporte ha sido ponerle un poco más de realismo a la historia. Porque lo que quiero decir es que no es verdad que el Perú sea simplemente una economía productiva con escaso mercado y poder adquisitivo que está esperando que el gobierno le consiga un ticket para comercializar en los EEUU, para que tengamos empleo, mejoren los salarios y todos seamos felices.
El Perú es, en las vísperas del año 2005, una economía que explota intensivamente sus recursos naturales, sin beneficios para el resto de la sociedad y sin ingresos para que el Estado haga obra pública; que mantiene una agricultura descapitalizada y empobrecida, en la que no se invierte, con serios riesgos de quiebra en los productos más extendidos debido a la competencia de alimentos importados con subsidios; con un mercado deprimido por efecto del proceso de desindustrialización y caída sistemática del salario promedio nacional; con centenas de miles de pequeñas, micro y mini negocios, de baja productividad y mínima renta, nacidos de la crisis y de la falta de oportunidades de empleo.
El TLC equivale a acordar que esta situación se consolide y profundice en sus rasgos más negativos. Pero a más de ello, que canjeemos algunos productos que pueden ser exitosos en el mercado gringo por muchos otros que sufrirán la pegada en el mercado interno. ¿Y cree usted que los padres empresarios que ganarán en este intercambio repartirán su ganancia entre todos los peruanos que según el ministerio de comercio venimos a ser sus hijos?, ¿o nos están tomando el pelo?