Una minga por la soberanía para Colombia en 2005
La Tarde, enero 11 de 2005
Después de haber sido proclamada la Guardia Indígena del Cauca
por varios medios y entidades como personaje nacional en 2004,
sobraron las reseñas anecdóticas y las crónicas acerca de los
hechos por los cuales mereció las distinciones que le fueron
otorgadas. No obstante, ningún reportaje de los que a la sazón
se publicaron, destaca el auténtico mensaje que estas
comunidades, la gran mayoría de la etnia NASA, quieren enviarle
al resto de la nación colombiana. La Guardia Indígena es tan
sólo una de las expresiones de todas las que estos meritorios
compatriotas quieren difundir en lo que han compilado como
Mandato Indígena.
Partiendo de la Minga como "trabajo colectivo para el bien
común" y de los objetivos de esta gran campaña que se iniciara
desde el Congreso Indígena de septiembre de 2004 por "la vida,
la justicia, la alegría, la libertad y la autonomía", los
preceptos que se exponen en dicho mandato lo convierten en una
guía adecuada para las decenas de millones de colombianos que
hoy deambulan sin destino o viven una cotidianidad sin
esperanza bien en las zonas rurales o bien en las áreas urbanas
de nuestra geografía. Esa convocatoria pretende armar con
valores de dignidad y resistencia a todos quienes están
excluidos de la orgía financiera actual y que deben, tanto como
los indígenas y con ellos en solidaridad recíproca, afrontar al
que identifican como el principal desafío en el transcurso de
la historia de esta nueva época: la estrategia del
neoliberalismo que pone en riesgo hasta la vida misma al volver
mercancía y fuente de lucro todo cuanto existe sin
respetar fronteras nacionales.
El Mandato denuncia, en esa lógica, al ALCA y al Tratado de
Libre Comercio (TLC) de Colombia con Estados Unidos como
"formas de agresión peligrosas" controladas y dirigidas por
las corporaciones multinacionales y los centros financieros que
se oponen al "país justo, respetuoso, democrático y en paz"
cual es el proyecto de vida que los indígenas le proponen al
país. Por ello rescata la Resistencia Civil, que ha usado su
Guardia para defender la vida de las comunidades y preservar
sus territorios, para enfrentar lo que califican como
"situación de emergencia" en tanto avanzan las negociaciones de
tales tratados y, acorde con los mismos, las reformas
constitucionales que promueve el Ejecutivo y que se aprueban
en el Congreso por las mayorías gobiernistas para construir una
nueva juridicidad de tipo colonial.
Tal Resistencia Civil se basa en el "valor de la palabra"
fundamentado en la fuerza de los argumentos y en las
movilizaciones en cuanto "la palabra sin acción es vacía" como
también a que "la acción sin palabras es ciega". Y, en
contravía a las constantes mentiras acompañadas con "armas cada
vez más sofisticadas" con las que "llegan a atropellarnos
asegurando que es por nuestro propio bien", reclaman como
garantía plena de la democracia que los pueblos sean
consultados en cuanto a la conveniencia o no del TLC y demás
tratos similares.
La convocatoria que a todos los colombianos propone el Mandato
Indígena llama a construir una economía propia, a volver a las
raíces, a "echar mano de la sabiduría contenida en las memorias
colectivas" y, en fin, a contender con lo mejor de la nación
contra el Proyecto de Recolonización, un Proyecto de Muerte
como bien lo cataloga. Por esto, para 2005, la mejor, más
limpia y primera de todas las causas, por encima de las
intrigas, maniobras y cálculos politiqueros de este año
electoral, está la Minga por la Soberanía, convocada por las
comunidades indígenas de Colombia y a la cual habrán de
concurrir los auténticos patriotas y los verdaderos demócratas;
ella será, sin duda, un extraordinario "trabajo colectivo" por
el más caro de los bienes comunes: la autonomía nacional,
requisito indispensable para que logren florecer la vida, la
justicia, la alegría y la libertad.