La lucha por la tierra y los organismos internacionales
Campaña global por la Reforma Agraria (FIAN, LRAN, Vía Campesina) Pan, tierra y libertad
Representantes de la FIAN, (Food First Information and Action
Network), red de acción por el derecho a la alimentación, la LRAN
(Land Research Action Network), red de acción por el derecho a la
propiedad de tierras y de Vía Campesina expusieron en el Foro Mundial
de Reforma Agraria que se celebra en Valencia la situación mundial de
los campesinos y de la reforma agraria.
El apoyo al campesinado es una de las áreas más importantes de la
reforma agraria, ya que a menudo es el desconocimiento del campesino
de sus propios derechos lo que provoca las situaciones desiguales de
la agricultura a nivel mundial.
Se trata de ilustrar y transmitir una solidaridad al campesinado que
cree una fuerza colectiva capaz de reclamar y denunciar situaciones
injustas y conflictivas de la tierra. Fortalecer las organizaciones
campesinas para que entiendan sus derechos resulta una fase primordial
de la reforma agraria.
El Banco Mundial actúa como mecanismo que favorece a los grandes
propietarios de tierras entrando en un círculo que provoca un
endeudamiento a los grupos más vulnerables. Presta según intereses de
cultivo generando súper producción y beneficiando a las
transnacionales. Baja el precio productor, pero no el del producto.
El Banco Mundial participa en 2 áreas: un programa principal y el de
las asociaciones productivas. Las asociaciones productivas o alianzas
estratégicas prestan al campesino con tierra si éste se pone al
servicio de una gran empresa, con lo que el campesino se convierte en
un trabajador de la empresa pero sin que ésta le reconozca
laboralmente.
El programa principal que sigue el Banco Mundial es el del
arrendamiento de tierras, muy perjudicial para la organización
campesina. Consta de un préstamo al campesino para que arriende sus
tierras, lo que causa una subida del arriendo que al final viene a ser
favorable para los propietarios de grandes tierras.
“Cuando uno no tiene comida, baila al ritmo del que se la da”, afirma
Héctor Mondragón, asesor de la convergencia campesina negra indígena
de Colombia. Y es que se trata de una lucha por una tierra, pero una
tierra no alienable que esté fuera del comercio de las transnacionales
y latifundistas. Hay necesidad de tierras donde las comunidades se
puedan establecer sin extorsiones.
El Banco Mundial sólo ha retomado la cuestión de la tierra ante el
surgimiento de campañas y movimientos sociales. Pero la reforma
agraria propuesta es a través del mercado, lo que provoca una forma de
subsidio que no beneficia al campesino si no al dueño de la tierra y
que no permite al campesino una explotación rentable. Se necesita una
reforma agraria, pero no a renta monopolística.
El Banco Mundial es un sistema antidemocrático que no rinde cuentas a
sus ciudadanos. Por esto organizaciones como la FIAN no sólo exige
informes si no que los elabora paralelamente con la intención de
promover la responsabilidad de los gobiernos y el respeto con los
derechos humanos.
Existe un Pacto Internacional de Derechos Económicos y Sociales,
firmado por 150 países que fue el resultado de la primera reunión de
gobiernos para discutir el problema del hambre, así como el acceso y
la distribución a los recursos. Pero esto es todavía un instrumento
débil para controlar si un país combate justamente las situaciones no
equitativas.
La Campaña global sobre la reforma agraria, que data de 1999 persigue
el bienestar de las mujeres y los hombres del campo y busca promover
movimientos sociales que creen unión, solidaridad y fuerza.
Es una lucha por los derechos a la alimentación, por los derechos
humanos y contra los impactos negativos del Banco Mundial. Todo
campesino que entra en un programa del Banco Mundial acaba endeudado.
El apoyo va siempre dirigido a los grandes empresarios y escasamente a
los pequeños campesinos.
Las organizaciones internacionales no hablan de economía campesina
porque implicaría reconocer un sujeto de derechos. Sólo se habla de
pequeños productores. El rechazo a usar el concepto “campesino” es una
muestra de lo desprotegido y vulnerable que es la situación de este
colectivo.