La mayor manifestación popular desde la transición democrática

2004-11-22 00:00:00

Nadie de la organización del Foro Social Chileno lo podía
creer. La mañana del 19 de noviembre más de 50.000 personas –
algunos hablan incluso de 70.000– respondieron a la
convocatoria de una coordinación de organizaciones sociales
que venía trabajando desde hacía no más de seis meses.
Organizaciones éstas que no incluyen, por cierto, a ningún
partido político, pero sí a un abanico de más de 200
organizaciones sociales de todo tipo.

Desde el año 1989, cuando finalmente por la vía de la
expresión popular se derrotó al régimen de Pinochet, Chile –
específicamente Santiago– no vivía una movilización como la
que se dio en la apertura del Foro Social Chileno.

Ahora, ¿qué hizo que, en un país donde todo ha sido
privatizado y que se propone como modelo exitoso del
neoliberalismo, la gente saliera a la calle a plantear un
rotundo "Basta!!" a la profundización del modelo y un rechazo
explícito al símbolo máximo de ese modelo, el presidente
norteamericano George Bush y su circo de la APEC?

Muchos plantearon que sin Bush y sin APEC la movilización no
hubiera sido posible. Otros, como Sara Larraín, de Chile
Sustentable –vocera de la organización del FSCH– manifestaron
que la movilización convocada por el Foro fue una expresión
cierta de que gran parte de los chilenos rechazan la
aplicación de las medidas económicas neoliberales en su país,
y que pretenden comenzar a construir alternativas al supuesto
modelo único.

El desafío chileno

A pesar de la magnitud del fenómeno de la marcha inaugural, el
FSCH no pudo salvar ciertas segmentaciones que ya han estado
presentes en otros foros. Las cuestiones relacionadas con la
soberanía alimentaria y la construcción de un nuevo modelo de
desarrollo rural, por ejemplo, parecen seguir siendo un
patrimonio de las organizaciones del medio rural o campesinas.

Las actividades en que se analizó esta problemática estuvieron
organizadas por organizaciones como la ANAMURI –la Asociación
Nacional de Mujeres Rurales e Indígenas– y contaron con la
participación de un importante número de delegados nacionales
y aún internacionales –a través de la CLOC, la Coordinadora
Latinoamericana de Organizaciones del Campo–.

Sin embargo, las organizaciones urbanas –sindicales, de
consumidores, académicos– parecen en Chile seguir la constante
de las organizaciones de este tipo en otras partes del
continente: el problema de los alimentos es de quien los
produce, parece ser el razonamiento, que confina a la soledad
a los cuantiosos movimientos sociales rurales que reclaman una
toma de decisiones soberana en relación con la alimentación
que nos ha tocado, y que disputa el poder a las
transnacionales que se lanzan sobre el mercado alimenticio.

La lucha ambientalista por otra parte parece ser otra de las
luchas de vocación internacionalistas. Los diferentes espacios
de discusión de "injusticias" ambientales –como los generados
por el OLCA, Observatorio Latinoamericano de Conflictos
Ambientales– tuvieron una clara vocación regionalista y
americanista, dando mayor espacio aún a experiencias de
resistencia relacionadas a lo ambiental registradas fuera de
Chile, que a las que propiamente se han producido en la nación
trasandina.

Otros espacios, como el de las organizaciones indígenas –
específicamente el de las organizaciones mapuches, nucleadas
en el Foro Social Mapuche– da la pauta de las distancias que
existen entre los espacios generados por los movimientos
indígenas en Chile con los procesos producidos en otros países
como Bolivia y Ecuador. Lo cierto es que la lógica privatista
ha atravesado todos los niveles de la sociedad chilena, y el
indígena no se ha visto excluido de este proceso perverso.