El hambre en el mundo

La fábula de las langostas

2004-06-17 00:00:00

CUANDO HAYA plagas de langostas, quieren capturarlas y
transportarlas a lugares donde hay hambre.

Hay que reconocer que buscando soluciones para el hambre en el
mundo los organismos multinacionales son incansables. Bien
asesorados por algunas de las mayores empresas del sector
agrario han depositado su confianza en las semillas
transgénicas. Gracias a unos retoques genéticos, los pobres
campesinos de Centroamérica que cosechan en sequerales o en
laderas podrán disponer de un maíz más productivo que les
sacará de su crisis económica.

O las familias productoras de arroz del Sudeste Asiático, que
sufren la ceguera que provoca la falta de vitamina A, gracias
al llamado "arroz dorado" superrico en este nutriente, podrán
combatir esta enfermedad. Y ante el aumento de la población
en el mundo una idea estupenda es potenciar el cultivo en
granjas marinas de salmón, con un salmón transgénico cinco
veces más rechoncho. Ahora –atentos como están– me cuentan
que, sabiendo que en la cultura africana existe la tradición
de consumir insectos, están analizando la posibilidad de
aprovechar las periódicas plagas de langostas que asolan
campos y cosechas, para capturarlas y transportarlas hacia
lugares donde las gentes más necesitadas esperan alimentos.
Qué avispados..

Y así llevamos años, que con el pretexto de la lucha contra el
hambre se justifican ideas cortas de miras, validas quizás
para otras cuestiones, pero que se alejan de lo que
verdaderamente urge: atacar las causas de la pobreza en el
mundo rural. Quizás en lo único que se coincide desde diversos
sectores es en el alto rendimiento económico que las semillas
transgénicas generan a las corporaciones propietarias de las
patentes..

Digo yo que es fácil entender que los campesinos de El
Salvador o Guatemala sabrían perfectamente sacar provecho de
las diversas variedades naturales de maíz si pudieran tener
acceso al 80 por ciento de las tierras fértiles del país que
están en manos de cuatro hacendados, la mayoría dedicadas a
producir café para la exportación y otras para producir
rábanos y espárragos también con el mismo destino. De la
misma manera que si se modificaran las reglas del comercio
internacional, los camboyanos podrían vender su arroz en el
mercado local –ahora inundado con arroz subvencionado del
Primer Mundo– y con esos ingresos complementar su dieta en
los mercados locales, para combatir la avitaminosis A pero
también la malnutrición general que provoca una dieta
exclusiva de arroz. Aunque sea un superarroz. El ejemplo es
claro: ¿qué es más razonable fomentar la diversificación (o
reintroducción) de cultivos orientados a la alimentación
local o mandarles píldoras de vitamina A, que es lo que viene
a ser este arroz dorado?.

Tremenda es la idea del "frankensalmon". El salmón es como los
lobos en el monte, el animal que está en la cúspide de la
cadena alimentaria, un carnívoro depredador. Para engordar un
kilo de salmón de granja se necesitan no menos de cuatro
kilos de pescado comestible. Si ya sufrimos la devastación de
nuestros recursos marinos, multipliquen por cinco lo que se
zamparían estos pezqueñines. Dándole vueltas al asunto de las
langostas estoy pensando que no es mala idea. De hecho, mira
si es buena la idea, que con esta moda de comer insectos en
Europa, estoy pensando en hacerme con la patente de la
langosta africana y hablar con algunas de estas empresas
listísimas que han inventado los transgénicos para poner en
marcha un negocio de exportación de langostas para nuestros
consumidores más "fashion": carpaccio de langostas
ecológicas, langostas fritas sabor barbacoa o langostas al
estilo Ferran Adrià. Lástima que entonces los pueblos
africanos no podrán comer ni langostas.

* GUSTAVO DUCH, director
de Veterinarios sin Fronteras

FUENTE: LA VANGUARDIA WWW.LAVANGUARDIA.ES