Vía Campesina: una historia de sobrevivientes

2004-06-16 00:00:00

El 14 de junio se inauguró en la ciudad brasileña de Sao Pablo la cuarta
Conferencia Internacional de Vía Campesina. Movimiento internacional que
coordina organizaciones campesinas, de productores rurales pequeños y
medianos, de trabajadores agrícolas, de mujeres del campo, y de
comunidades indígenas de Asia, Africa, América y Europa, la Vía es una de
las más importantes fuerzas que luchan contra la globalización
neoliberal.

Figuras campesinas de talla internacional como el francés José Bové, el
brasileño Joa Pedro Stedile, el vasco Paul Nicholson, el hondureño Rafael
Alegría, la chilena Francisca Rodríguez o Lee Kyung Hae -el agricultor
coreano que se inmoló durante la pasada reunión de la Organización Mundial
del Comercio (OMC) en Cancún- participan en sus filas.

Vía Campesina ha estado presente en muchas de las más importantes jornadas
de lucha altermundistas. Seattle, Génova, Porto Alegre o Mumbai fueron
estaciones de paso obligado en su lucha. La Vía ha puesto en práctica la
resistencia civil pacífica como parte de sus campañas contra las semillas
genéticamente modificadas, contra Monsanto, por la reforma agraria y por
la defensa de la agricultura campesina. Sus integrantes lo mismo ocupan
latifundios que destruyen campos sembrados con OGM, que meten de
contrabando queso roquefort francés a Estados Unidos para consumirlo
durante manifestaciones, que emprenden acciones contra McDonald's.

Pertenecen a la Vía 97 organizaciones (cinco mexicanas) que representan a
millones de familias rurales de 43 países. (Annette Desmarais, La Jornada
4/10/ 03). Participan allí tanto campesinos del sur como agricultores
familiares del norte, coordinados en ocho regiones. En sus filas convergen
asociaciones promovidas por antiguos partidos comunistas o socialistas,
confederaciones libertarias, grupos cooperativistas e iniciativas
ecologistas.

La meta principal del movimiento internacional consiste en impulsar la
solidaridad y la unidad en la diversidad entre organizaciones de pequeños
agricultores, para promover relaciones económicas basadas en la igualdad y
la justicia social, la preservación de la tierra, la soberanía alimentaria
y la producción agrícola sostenible.

Un mundo en peligro

A la cuarta Conferencia Internacional de Vía Campesina asistirán delegados
de 80 países. ¿Cuál es el objetivo de este encuentro? Según declaró a la
prensa Paul Nicholson, agricultor y miembro de la Asociación de
Agricultores del País Vasco, "bajo la comprensión de que las políticas
neoliberales son la causa de la crisis agrícola campesina familiar en el
norte y en el sur del mundo, vamos a desarrollar estrategias comunes,
entendiendo que sólo es posible cambiar las políticas agrícolas cambiando
las políticas neoliberales en todo el mundo. Los ejes van a ser la lucha
contra el comercio libre, contra el modelo neoliberal de producción. En
ese contexto van a ser un eje aglutinante tanto los transgénicos como la
defensa de una política agraria regional porque, a final de cuentas, la
comida es local y no global, y la soberanía alimentaria consiste en el
derecho de los pueblos a producir alimentos".

Efectivamente, el mundo rural está en peligro. El modelo de agricultura
industrializada, la concentración monopólica en la siembra y
comercialización de alimentos, el libre comercio, la privatización de la
tierra, el abandono por el Estado de las funciones redistributivas y
asistenciales en el agro de los países pobres, y la urbanización acelerada
del planeta amenazan la sobrevivencia de la pequeña producción agrícola.

En 1972 poco menos de las dos terceras partes de la población mundial
vivía en el campo, pero para 2007 sólo lo hará la mitad. En muchos casos
este desarraigo no es voluntario, sino forzado por la "mano invisible" del
mercado o las políticas de los organismos multilaterales.

Durante 2003 los países ricos canalizaron alrededor de 300 mil millones de
dólares en subvenciones a su agricultura. Esos subsidios, concentrados en
la producción de cereales, productos lácteos, azúcares y algodón, provocan
la ruina de los hombres del campo de los países pobres. Irónicamente las
dos terceras partes de esas ayudas no van a parar a manos de los
agricultores, sino de las grandes empresas trasnacionales. Al mismo tiempo
unos mil millones de campesinos viven en la pobreza en todo el mundo.

A pesar de que alrededor de 85 por ciento del comercio mundial de
alimentos se desarrolla dentro de las fronteras nacionales, existe una
obsesión de las grandes potencias agrícolas y las empresas
agroexportadoras por reducir las barreras a la importación y prohibir la
protección directa o indirecta a la producción. Salvo en casos como el
café, el cacao y el té, cuya producción se localiza en regiones
específicas, pero cuyo consumo es casi universal, la mayoría de la comida
que se consume en el planeta se cultiva y comercializa dentro de fronteras
nacionales.

Unas cuantas empresas, como Nestlé, Unilever, Philp Morris y Pepsico,
controlan el grueso del mercado mundial de alimentos. Otras tantas
monopolizan la producción de semillas y agroquímicos. Cargill y otras
cinco compañías de granos controlan 95 por ciento de todas las
exportaciones de maíz y trigo de Estados Unidos, 90 por ciento del
comercio de estos mismos cereales en la Unión Europea, 90 por ciento de
las exportaciones de cebada de Canadá e igual porcentaje de las ventas
argentinas de trigo al exterior.

La extinción del mundo rural conlleva también la erosión o el fin de
múltiples culturas y gastronomías, así como la degradación del medio
ambiente. Cerca de 125 millones de seres humanos, muchos originalmente
campesinos, viven fuera de sus países de origen.

No puede extrañar entonces que en estas circunstancias hayan surgido
múltiples resistencias campesinas en todo el planeta. Esas resistencias
identifican al neoliberalismo como su enemigo y perciben que la sola lucha
dentro de sus estados nacionales es insuficiente para enfrentarlo. Entre
las más destacadas a escala internacional se encuentra la Vía.

Con sabor carioca

El origen de Vía Campesina se remonta a abril de 1992, cuando varios
líderes campesinos de America Central, de Norteamérica y de Europa se
reunieron en Managua, Nicaragua, en el congreso de la Unión Nacional de
Agricultores y Ganaderos (UNAG). En mayo de 1993 celebraron su primera
conferencia en la ciudad de Mons, Bélgica. Siete meses después organizaron
una manifestación de 5 mil personas en las calles de Ginebra para
protestar contra el Acuerdo General de Aranceles y Comercio (GATT).

La convergencia fue posible porque estaba entonces a punto de firmarse la
ronda Uruguay y diversos líderes rurales de varios países, muchos de los
cuales se habían encontrado en reuniones internacionales, coincidieron en
su rechazo explícito al modelo neoliberal y en su negativa a ser excluidos
de la definición de políticas agrícolas. Estaban de acuerdo también en que
los enemigos a vencer eran la globalización neoliberal y las grandes
trasnacionales de la industria alimentaria.

En abril de 1996, en Tlaxcala, y cuatro años después en Bangalore, India,
el movimiento efectuó su segunda y tercera conferencias. En ese momento se
había convertido ya en una presencia visible y escuchable.

La lucha por la soberanía alimentaria es para la Vía un objetivo de lucha
estratégico. La entiende como el derecho de los pueblos a producir su
comida en su territorio en forma que refuerce sus valores culturales y el
medio ambiente (Annette Desmarais, La Jornada, 18/10/03).

A diferencia de fundaciones como Oxfam, que ven en la apertura de los
mercados de las naciones desarrolladas la vía para apoyar a los campesinos
del tercer mundo, y promueven la reforma de la OMC en el terreno agrícola,
al tiempo que proponen una serie de apoyos para países pobres a los que
llaman "caja de desarrollo", la Vía exige, lisa y llanamente, que la
agricultura salga de la OMC. Esta institución no es, desde su punto de
vista, una instancia legítima para regular el comercio agrícola mundial.

Vía Campesina defiende la democratización de la posesión y del uso de la
tierra. Está en contra de su concentración y de su uso para explotar a
otras personas u otros pueblos. Defiende el derecho de los campesinos a
organizarse en las formas más diferentes en sus comunidades y lugares
donde habitan. Reivindica asimismo la necesidad de que los gobiernos y
estados protejan y estimulen la agricultura familiar, campesina y
cooperativa, con políticas agrícolas adecuadas de precios, asistencia
técnica, seguro y garantía de comercio como forma de producir alimentos y
preservar las culturas.

La cuarta Conferencia de la Vía abordará como temas centrales la soberanía
alimentaria, la prohibición de semillas genéticamente modificadas, la
reforma agraria, la elaboración de una plataforma política internacional y
una Carta Internacional de los Derechos de los Campesinos a ser presentada
ante la comisión de los Derechos Humanos de la ONU, y la definición de su
relación frente al sistema de Naciones Unidas, la FAO, la OMC, Fondo
Monetario. Internacional (FMI) y el Banco Mundial. Su lema es:
"¡Organicemos la lucha: tierra, alimento, dignidad y vida!"

João Pedro Stédile, uno de los fundadores del MST, destacó que la
conferencia cobra mayor importancia para el movimiento campesino
latinoamericano, porque se realiza en momentos en que se enfrentan nuevos
retos para defender la agricultura familiar y campesina ante la imposición
del libre comercio y de las políticas impuestas desde la OMC.

Nacida de la tenaz decisión de los campesinos de seguir siendo campesinos,
Vía Campesina se ha transformado en unos de los más relevantes actores del
archipiélago altermundista. Resistente a una modernización que quiere
prescindir de sus integrantes, se ha convertido en promotora de una
modernización donde quepan todos. Curiosa ironía para una clase a la que
los clásicos le asignaban como papel en la transformación social el de un
mero costal de papas.