Colombia: Regalar al país no es tan fácil

2004-05-25 00:00:00

Los sucesos del 18 demuestran que hay un sentimiento popular
contra el TLC con Estados Unidos, que el gobierno se obstina en
negociar a toda costa este tratado y que el mismo es percibido
por amplios sectores como una amenaza contra la nación

El 18 de mayo se iniciaron las negociaciones para la suscripción
del tratado de libre comercio entre varios países andinos y
Estados Unidos. Después de casi dos años de propaganda sobre las
virtudes de un acuerdo de este tipo, el gobierno de Uribe se
encontró con la sorpresa de que más de ochenta mil colombianos
desfilaron por las calles de las principales ciudades del país,
protestando contra el TLC. SE efectuaron manifestaciones en
Bogotá, Barrancabermeja, Cartagena, Bucaramanga, Medellín,
Manizales, Pasto, Neiva, Palmira, Cúcuta, Buenaventura y
Popayán. Los diarios tuvieron que registrar la magnitud de las
mismas y las cadenas de televisión y radio mostraron
profusamente que el marco de la iniciación de negociaciones no
fue precisamente la aprobación y el entusiasmo de la población,
patente en el hecho de que en encuestas de RCN televisión, el 60
por ciento de los encuestados afirmaron que el TLC no aumentaría
el empleo y el 75 por ciento de los encuestados se manifestaron
en contra del tratado. Aún las agencias Reuters y AP en sus
despachos al mundo destacaron más la magnitud de las protestas
que las declaraciones gubernamentales. Las palabras de Uribe de
que habría más empleos no son compartidas por una mayoría de la
opinión pública y la propaganda oficial no ha calado ante la
evidente crisis provocada por la apertura económica de la cual
el tratado es una profundización.

Especialmente grave fue la situación en Cartagena, pues al
tiempo que el gobierno rodeaba de garantías a los negociadores
norteamericanos, agredió brutalmente a las veinte mil personas
que realizaban una marcha pacífica para demostrar su
inconformidad. La arremetida de los cuerpos élites de seguridad
dejó varios heridos, incluyendo periodistas y camarógrafos, de
El Heraldo, RCN y de la AP, hubo más de 20 detenidos, como
Víctor Aristizabal y Rigoberto Hernández dirigentes de Unidad
Cafetera y salieron maltrechos varios parlamentarios de
distintas vertientes políticas que encabezaban la
manifestaciones, tales como Jorge Enrique Robledo de Alternativa
Democrática, Piedad Córdoba del Partido Liberal, Gustavo Petro
del Polo Democrático Independiente, Lorenzo Almendra de las
Autoridades Indígenas de Colombia y Bernardo Hoyos del
Movimiento Ciudadano, entre otros, junto con los tres
presidentes de las centrales sindicales, importantes dirigentes
del Consejo Consultivo Laboral Andino y otros dirigentes
sociales.

Connotados defensores del TLC manifestaron que "El 'bolillo' en
las calles de Cartagena contra congresistas de oposición que
critican el TLC no es propiamente la mejor carta" y que "no se
puede eludir el debate. Y mucho menos, reprimir a los críticos"
(Rodrigo Pardo, El Tiempo, mayo 20 de 2004). El alcalde de
Cartagena había prohibido 24 horas antes la marcha en el centro
histórico y aledaños, había cerrado la Universidad de Cartagena
donde en horas de la mañana estaba programado un foro y
clausurado el coliseo Bernardo Caraballo, sitio de concentración
de los manifestantes. La ciudad estaba fuertemente militarizada
y las autoridades no presentaron ninguna formula para
posibilitar la protesta. La reacción fue la simple y cruda
represión.

Las centrales sindicales y el movimiento popular habían
decretado un paro para la fecha y esto correspondía al legítimo
derecho de la sociedad civil de expresar su desacuerdo. El
gobierno por su parte reaccionó en forma violenta y
antidemocrática demostrando así su propósito de suscribir el
tratado a cualquier precio.

En los días previos a las negociaciones el tono de las
declaraciones de muchos gremios empresariales fue temerosa y
lúgubre más que entusiasta: Fedegan alertó sobre la necesaria
reciprocidad, la SAC sobre la gradualidad y la garantía real de
acceso al mercado norteamericano, Fenavi se preocupó sobre la
importación de pollos y aun los más fervientes partidarios del
acuerdo como el Diario Portafolio invitaron a no "poner todas
las esperanzas en los tratados".

En el primer día la señora Vargo, negociadora norteamericana,
desbarató la astucia del gobierno colombiano de implorar
tratamiento especial dado el narcotráfico y el terrorismo y
afirmó que para estos problemas ya se está dando una ayuda y
reiteró por enésima vez que el TLC era ya una ayuda suficiente.

La gigantesca inconformidad popular, la inclinación de la
opinión pública al rechazo del tratado, la presencia de
importantes dirigentes de diferentes vertientes en la radical
oposición al tratado, el temor de los empresarios, la
obsecuencia del gobierno, su manifiesta antidemocracia y su
deseo de silenciar la oposición, hacen que la Red de Acción
frente al Libre Comercio y el ALCA, Recalca, invite a los
colombianos a seguir haciendo mayores esfuerzos para que no se
suscriba este lesivo tratado.