Lo que sé del TLC
En la misma encuesta de la Universidad de Lima, en que Toledo
alcanza el 6% de popularidad, se informa también que un 39.1% de
los peruanos se considera "nada informado" en relación al
Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos y que el 33.3%
piensa estar "poco informado", al respecto. Quiere decir que
nada menos que el 72.5% de los ciudadanos del país que hoy
empieza a negociar en Cartagena, el Tratado, que según el
ministro Ferrero hace milagrosamente "ganar a todos", están por
propia declaración en la reverenda calle sobre el asunto.
Un dato más, los que se creen informados, sea poco, más o menos,
o mucho, piensan en un 55.4%, que el principal ganador de este
eventual acuerdo será Estados Unidos, y sólo el 37.3% opina de
acuerdo con el ministro que será un tremendo negocio dar un
mercado de 25 millones para recibir otro de 300 millones como
cambio. Hay un 7.3 % que se abstiene cautelosamente de
pronunciarse. También la Universidad de Lima ha detectado que el
62.2% de los informados no cree que estemos en una posición
"competitiva" frente a Estado Unidos como para lograr éxito con
el TLC. Sólo el 23.8% considera que "si se puede" como se decía
en el partido de Cristal con Boca Juniors, pero no se pudo.
Que en el país cunda la desinformación y el pesimismo en
relación con el TLC, es, de cualquier manera, sorprendente. Nos
han bombardeado cotidianamente con el tema dando la idea de que
en el futuro todos vamos a trabajar para vender a los yanquis,
que no debería ocurrir que tanta gente diga que no sabe de qué
se trata. Sobre todo porque es posible que aún los que creen
saber dispongan de información tergiversada o manipulada, que es
como la ha querido transmitir el gobierno. Si la pregunta fuera
más bien si estamos informados sobre lo que el Perú va a
negociar proponer de su parte o no aceptar de la propuesta
norteamericana, la cifra del desconocimiento llegarían
inevitablemente al 100%
Nadie sabe. Y el viceministro Pablo de La Flor se jacta de ello.
Antes de embarcarse a Colombia lo expresó con todas sus letras.
El gobierno se reserva "por estrategia" comunicar lo que será
propuesta en la mesa con la delegación de Estados Unidos.
Mientras la generosa potencia que nos invita a compartir su
infinito mercado tiene que pasar por múltiples procedimientos
del Ejecutivo, Congreso, organizaciones empresariales,
laborales, ambientales, etc., para sentarse en una negociación,
y debe regresar en consulta para cualquier variante. Nosotros
que no tenemos dudas sobre lo que nos conviene, que tenemos un
gobierno con un consenso sorprendente tras suyo, que nunca nos
enfrentamos por nuestras diferencias, que tenemos parlamentarios
que piensan que neoliberalismo es distinto a libre comercio, que
hicimos tan buena negociación con las privatizaciones, etc.,
nosotros, es un decir, vamos a la segura con la estrategia del
gobierno de ocultarnos todo, para que de cualquier cosa que se
acuerde nunca se sepa cuáles fueron nuestras propuestas.
¿Vamos a aceptar que la privatización del agua potable sea parte
de la negociación?, ¿la educación?, ¿la salud?, ¿quién garantiza
que estos puntos no entren a la agenda versus el destino de los
espárragos o los blue jeans de la familia Márquez? Y si no es
así, qué le cuesta a Ferrero y a De La Flor comprometerse por
escrito que estos puntos no entrarán al compromiso. Lo mismo
sobre las compras del Estado: ¿se cambiará un cero punto cero,
cero del mercado yanqui, por un cambio de la ley de
adquisiciones que protege a la producción nacional y favorece a
la micro y pequeña empresa, obviando además que en estados
Unidos están son operaciones reservadas a sus empresas? En
materia agropecuaria: ¿se bajará el sistema de protección de la
producción por medio de sobretasas que los gremios impusieron al
Estado, para marchar en sentido inverso hasta desgravar las
importaciones de EE.UU., especialmente en trigo, azúcar, maíz y
otros productos? ¿Los algodoneros serán sacrificados, como ya ha
insinuado el ministro de comercio, por ser menos que los
confeccionistas que él imagina pueden vender en los Estados
Unidos, no importa si usan materia prima norteamericana?
Y podemos seguir: ¿Con qué posición están yendo los negociadores
peruanos en relación a la protección de los productos
tradicionales peruanos y la biodiversidad, frente a las
intenciones de establecer patentes de propiedad intelectual
empresas transnacionales sobre ellos?, ¿qué estrategia impide
que haya una actitud inflexible en este punto concreto? ¿Y qué
decir de la denunciada pretensión de elevar el tiempo de
vigencia de las patentes sobre medicinas para el tratamiento de
enfermedades de larga duración como el SIDA, Cáncer, TBC y
otros, impidiendo que los países puedan acogerse a la
alternativa de utilización de genéricos o de producción libre a
precios más razonables?
¿Qué derechos van a tener en el futuro las empresas
estadounidenses sobre el territorio nacional, si ya empezamos
con darles un tratamiento especial a sus conflictos en el poder
judicial, la SUNAT y otras instancias públicas, para
congraciarnos con sus auspiciadotes de Washington?, no hay acaso
una relación directa entre discusión del TLC e intransigencia en
el tema de las regalías mineras, cuando los precios de los
minerales están por las nubes y el país debería tener
participación en la bonanza?
Hay muchas más preguntas, por supuesto. Pero lo que podemos ir
concluyendo es que las celebraciones del TLC cuando apenas los
negociadores han empezado a mirarse la cara, presupone que en
este encuentro de dos mundos de todas maneras ganamos. Es decir
si el TLC sale cuadrado, redondo, rectángulo o triángulo,
también ganamos. Si nos llevan a la ruina a miles de
microempresas que se formaron como alternativa de empleo en la
época más dura de la economía peruana, ganamos porque las
reemplazaremos por empresas yanquis que venden más barato,
aunque no tengamos con qué comprarles. Si matan el campo como en
México, también ganamos porque habrá más Kentucky Fried Chicken,
más Burger King, y el tío del ministro hará más negocios
mientras pasea con la chica por Europa.
Si se deteriora más el ambiente ganamos porque los gringos le
darán dinero a las comunidades para que hagan un puente. Si las
trasnacionales no pagan impuestos, por lo menos habrá trabajo en
jornadas de 12 a 16 horas por una paga entre tres o cuatro
dólares diarios, en un país donde muchos se quejan que no hay
trabajo. Si el 60% de nuestro comercio termina siendo con
Estados Unidos ganamos porque seremos casi una colonia de la
primera potencia del mundo. Lo que se puede saber con seguridad
del TLC es que tenemos un gobierno que no está a la altura de
representar el interés nacional y mucho menos de tomar la
palabra por la variedad de intereses que pueden terminar
afectados. Por estrategia deberíamos pararle la mano.