El ALCA y el futuro de nuestros pueblos
DELEGADOS EPISCOPALES DE ARGENTINA, BRASIL, PARAGUAY Y URUGUAY
(PAÍSES DEL 'MERCOSUR'), BOLIVIA Y CHILE
MONTEVIDEO (URUGUAY).
1.- Del 2 al 4 de septiembre nos reunimos en la ciudad de
Montevideo, capital del Uruguay y del Mercosur, obispos
representantes de las Conferencias Episcopales de los países del
MERCOSUR, Chile y Bolivia para reflexionar sobre algunos desafíos
éticos y pastorales que supondría la implementación del ALCA (Área
de Libre Comercio de las Américas) en nuestra región.
2.- No ignoramos la complejidad y las diversas percepciones que
suscita en la sociedad. Por eso pensamos que es necesario no sólo un
análisis técnico-económico sino también ético-social de la cuestión.
3.- Nos preocupa en primer lugar la insuficiente información y la
rapidez con la que se impulsa dicho proyecto, con la consiguiente
falta de participación de todos los sectores de la sociedad civil en
una toma de decisión tan importante para el futuro de nuestros
pueblos.
4.- Una eventual integración de los países americanos debería tener
en cuenta no sólo el aspecto económico y comercial sino todas las
dimensiones de la persona humana: sociales, políticas, culturales y
religiosas.
5.- La excesiva desproporción de las capacidades competitivas entre
nuestros países, algunos de ellos con economías muy fuertes y
desarrolladas, otros muy débiles, y el desequilibrio de intereses y
poderes, podrían traer consecuencias muy graves especialmente en
relación a la identidad cultural, los puestos de trabajo y la misma
subsistencia de las economías más frágiles. Más que una integración
podría tratarse de un neocolonialismo con un impacto negativo sobre
las comunidades locales.
6.- Este proyecto tendería a propiciar una concentración del poder
económico en pocas manos y en pocas empresas competitivas,
favoreciendo la formación de monopolios y oligopolios, que
terminarían por imponer su hegemonía a los gobiernos, especialmente
en los países más débiles del continente americano.
7.- Nos preocupa también la situación en la que se encontrarían
economías muy elementales pero que pertenecen a la identidad
cultural de nuestros pueblos, como la de los aborígenes o las
comunidades rurales, que en este sistema correrían el riesgo de ser
desplazadas o anuladas.
8.- Un proyecto como el ALCA debería tener como primera motivación
la promoción del bien común y de la solidaridad entre los pueblos y
no la búsqueda del mayor provecho de algunos pocos y de los más
poderosos en detrimento de los débiles.
9.- Puede parecer que la implementación del ALCA es irreversible.
Sin embargo es también posible cambiar algunos de sus términos para
que los países en vías de desarrollo tengan preferencias
competitivas, se respete su soberanía y autodeterminación y sus
recursos naturales estratégicos no sean susceptibles de apropiación
privada. En este sentido es importante reconocer y participar en la
construcción y fortalecimiento de bloques regionales y subregionales
en nuestro continente.
10.- Un verdadero proceso de integración de América debe basarse en
una política continental que tenga en cuenta los derechos humanos y
los principios de la soberanía, la justicia, la solidaridad y el
respeto a las identidades culturales de los pueblos.
11.- Una vez más afirmamos, inspirados en la Doctrina Social de la
Iglesia, que la economía debe estar al servicio de la persona humana
y respetar los derechos fundamentales de los pueblos.
Montevideo, 14 de septiembre de 2003.