Migración de las integraciones

2010-10-11 00:00:00

¿Qué sucede cuándo la migración se convierte en el medio para pensar otros modelos de desarrollo? ¿Es posible crear condiciones para que la integración, migración, desarrollo y cambio social puedan ser parte de un mismo proyecto? ¿Cómo conciliar la ciudadanía universal con el derecho al arraigo?
 
En este marco, la mesa sobre Migración e integración de los Pueblos abordó la discusión en tres perspectivas: la primera, desde la vivencia misma de los migrantes en los espacios locales muy ajenos a sus raíces culturales vernáculas; el otro lado, una reflexión más bien en términos de los proyectos de integración y los desafíos de los movimientos sociales; y finalmente, una reflexión que articula desplazamiento forzado y la tensión del arraigo.
 
Naciones: encuentros y des-encuentros.
 
Para Mario Humberto Calixto, una de las coordenadas que ayuda a entender la situación real de los migrantes respecto al derecho al reconocimiento del territorio y la ciudadanía universal con la participación en espacios políticos fuera de sus países, es entender las demandas de estos dentro de su carácter reivindicativo y cultural, la adquisición progresiva de derechos de facto.
 
La experiencia de haber construido una casa de migrantes en una provincia Vasca, le ha permitido a Calixto articular las diferencias sociales y desmitificar todas aquellas cargas de las que son objetos los migrantes: “ellos nos quitan el trabajo”, “ellos usan los servicios públicos en detrimento de nosotros”.
 
¿Cómo se pudo lograr? Conforme los migrantes adquieren arraigo en un nuevo territorio, el carácter de la composición social de la zona se reconfigura no solo en términos poblacionales, sino en su dimensión cultural, política. Es así que se la Casa de Migrantes comenzó a tener trabajo compartido con los sectores obreros, con sus organizaciones sindicales. Lo que devino en una participación política.
 
Un proceso así no está exento de conflictos, aunque este se base en estigmas que suponen más una carga simbólica que material. El “ellos”, es decir, la mirada desconfiada sobre el otro, es el punto medular de los prejuicios. El “nos quitan”, es el complemento consustancial de la negatividad, es la resta en todo sentido.
 
La experiencia Vasca contribuye a reflexionar sobre los diferentes tipos de migraciones: refugiados, culturas completas, expulsiones fragmentadas, naciones desterritorizadas. Pero también nos sugiere esperanzas: las mejores condiciones se construyen buscando lazos de integración, en permanente acción y elaboración de estrategias que se adecuen a los contextos políticos de cada lugar.
 
Integraciones, Universalidad y Arraigos
 
Una de las interrogantes más frecuentes sobre los impactos de los megaproyectos de inversión en América Latina es si éstos están pensados bajo otros conceptos que no sean los mercantilistas y si algo ha cambiado profundamente con la asunción de los Gobiernos populares. El punto de quiebre está en la voz de los pueblos directamente afectados.
 
Para Gerardo Cerra, miembro de la Red Grito de los Excluidos, es importante reconocer que existen integraciones desde arriba e integraciones desde abajo. Esta situación se evidenciaría en que la primera postula los proyectos desde la mera lógica de la inversión y el comercio a gran escala, apalancados por el Estado; en la segunda, los pueblos construyen proyectos extensivos sobre relaciones de no acumulación de capital, los impactos no son sumas y restas de costos por indemnización, etc.
 
Uno de los puntos fundamentales para entender esta tensión es que los proyectos desde arriba, según Gerardo, se impulsan bajo lógicas todavía basadas en la modernidad capitalista contenidas en  la construcción y funcionamiento de los Estados-Nación. Vale decir: los estados actuales no  podrán revertir este pecado original, y en consecuencia, sus políticas no están precisamente pensadas para todo/as.
 
No obstante se señala que existen avances importantes, que la formulación de los Estados como proyecto plurinacional es un avance que contribuye en romper las duras trabas impuestas por el pensamiento occidental y el mecanicismo capitalista, porque ello supone que los gobiernos populares actuales están gobernando bajos principios discreta o abiertamente enfrentados al capital.
 
Esta situación repercutiría favorablemente en la situación de los migrantes.
 
En este terreno, Carlos Juliá, miembro de la misma red en Argentina, añadió que respecto a si la política se puede desde los intereses de los Estados y los intereses de los pueblos no ayudan a entender los procesos radicalmente heterogéneos que se viven en la región. Para reforzar la idea del dirigente argentino, agregaría que esta polaridad es producto, todavía, de un agónico pensamiento occidental donde Estados y Pueblos son dos categorías de análisis o, mejor, dos espacios diferenciados que obstaculizan no solo para la problematización reflexiva sino las acciones de lucha y alianzas.
 
Ello no resta a la observación que agregó Gerardo al final de su intervención: reconocer que los procesos en la región son complejos y que lo más importante es ver cómo desde los movimientos sociales se continúan proyectando propuestas que presionan significativamente a cambiar las condiciones adversas de nuestros países, pero sobre todo, refuerzan los cambios en marcha.
 
Como punto adicional,  Juliá sugirió que un derecho clave que se soslaya frente a los debates sobre la integración (sea de arriba o de abajo),  y las situaciones que, desprendidas, generan procesos de inmigración, es el relacionado a las poblaciones que se afirman en quedarse en sus territorios de origen, lo que el dirigente calificó como “derecho al arraigo”.
 
Pero, dentro de la problemática migrante, uno se pregunta si acaso ¿hablar de arraigo no entra en contradicción con la ciudadanía universal? Nuevamente, visto desde una lógica occidental que diferencia lo universal de lo particular, sí. Sin embargo, la propuesta no está formulada dentro de esta racionalidad, no es la contraposición la que lleva a la conclusión: ¿Por qué?
 
A saber: se reconoce que existe una realidad galopante: miles de mujeres y hombres en el mundo son expulsados o tienen que salir de sus países para poder subsistir, y esta realidad se da en condiciones de absoluta impunidad de la que gozan las políticas migratorias impulsadas por las potencias imperiales. A la vez, ello exige que los estados generen condiciones a todo nivel para que las poblaciones se mantengan en sus territorios, para que la migración no sea de expulsión sino de opción.
 
Se podría decir que la propuesta sobre el derecho al arraigo es la síntesis de las discusiones en relación a la situación de los migrantes y la integración: resolver lo inmediato y profundizar los cambios dentro de cada país. Algo que parece obvio, pero por lo mismo, es olvidado (o negado).