Custodio de una “Joya”
Quién iba a pensar --allá por los años ochentas--, que aquellos que aparentaban estar en los extremos, se unirían en la misma empresa de proteger a los verdugos y de acallar las voces que demandan protección a sus más elementales derechos ciudadanos.
Así es la vida, y así la historia nos va dejando sin máscaras y sin disfraces. Dos personajes, dos épocas. Con una documentación muy bien acreditada, la historia establece que Billy Joya se pasó por encima la Constitución de cabo a rabo, a partir de su convencimiento de que había que erradicar cualquier brote de comunismo, extirpando las cabezas y los ojos, las uñas, la piel, los testículos, los ovarios y ablandar los huesos de los ciudadanos y ciudadanas que se oponían a la política del Estado y que creían en una democracia con pluralidad de pensamiento.
En el tiempo en que Billy Joya organizaba y emprendía su macabra empresa, regía el mismo texto constitucional que hoy él defiende con furor, y con los mismos argumentos de intolerancia y de muerte que usaba para violarla en aquellos aciagos años. En los ochentas, no hubo Carta Magna que valiera. La carta que importaba era su olfato de sangre y sus colmillos de muerte.
En esa misma época, otro personaje, Ramón Custodio, hablaba en foros nacionales e internacionales, se movió por el país y se hizo presente en Washington y en los países nórdicos, gritando a pulmón abierto, ¡No a la represión! ¡Vivan los derechos humanos! Y como caso curioso, ni Ramón Custodio siguió hablando de Billy Joya a partir de los años noventa, ni Billy Joya echó mano de Ramón Custodio para capturarlo, torturarlo, desaparecerlo o asesinarlo.
Hoy, ya adentro del siglo XXI, Ramón ya se quitó la máscara como custodio de los derechos humanos, y hoy utiliza el puesto de Comisionado para ser custodio, junto con Billy Joya, de un infecundo y repudiado régimen de facto. ¡Y pensar que nosotros, en su debido tiempo, tratamos y tuvimos a Custodio como un amigo nuestro y de los pobres de esta patria herida!
Fuente: Radio Progreso
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