Entrevista a Itelvina Masioli, del MST
Romper las cercas que nos impiden amar
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Estuve esperando por ella todo un día. Cuando al fin la tuve enfrente le dije que nunca el son o la salsa (músicas de mi país, Cuba) habían esperado tanto por la samba o la bossa nova. Entre risas, y sin que ella perdiera por un minuto ese brillo que habita en los ojos de los miembros del MST, pude conversar con Itelvina Masioli, una de las voces más constantes del movimiento feminista de la Vía Campesina.
Luego de escuchar a las mujeres de la Vía en su asamblea creo entender que para ustedes la lucha no se agota en las principales reivindicaciones de su movimiento. En otras palabras, temas tan importantes como la soberanía alimentaria y la reforma agraria deben ir de la mano con otros también importantes como la equidad entre mujeres y hombres y la apropiación práctica del género como concepción de vida.
Desde el mismo inicio de la Vía Campesina, las mujeres hemos construido algo muy importante. Y digo desde el inicio porque todas llegamos con cierto grado ya de articulación y organización. Desde el 2002 en la India, lugar donde celebramos la primera conferencia de mujeres de la Vía Campesina, debatimos internamente sobre la paridad de género en la Vía Campesina, y siempre lo hacemos desde el reconocimiento del protagonismo de las mujeres en la lucha indígena, la lucha campesina, la lucha de resistencia en su totalidad.
Hoy decimos que hemos dado pasos enormes, porque entendemos que no hay “un tema de mujeres” ni ningún otro tema fuera de los debates centrales del movimiento. Sí hay gestiones específicas que las mujeres deciden discutir, pero las mujeres estamos aquí precisamente para discutir los temas relacionados con el mundo rural y la vida campesina, espacios donde tenemos que construir otro modelo de agricultura, otro modelo de sociedad. Si nosotros, hombres y mujeres, no somos capaces de mirar lo que queremos, quizas podamos cambiar algunas cosas, pero nunca vamos a llegar a la esencia de los problemas. Entonces, para nosotras, hablar de soberanía alimentaria, hablar de reforma agraria es hablar necesariamente de eliminar todas las formas de violencia hacia las mujeres, es hablar de construcción de nuevas relaciones humanas, de defensa de la naturaleza, de la biodiversidad, la semilla, de la posibilidad de construir otro mundo posible. En ese sentido, se trata, por ejemplo, de asumir como Vía Campesina el lanzamiento en esta V Conferencia de la campaña por la eliminación de todas las formas de violencia contra la mujer.
¿Qué otras particularidades ha tenido este proceso al interior de la Vía Campesina?
Todo eso que comenté nos va fortaleciendo. Yo siento que el creciente protagonismo de la mujer en nuestra organización, su presencia tan importante, se va transformando en mecanismos de presión interna también. Es un hecho que emite ciertos mensajes en una sociedad capitalista patriarcal en la que el poder masculino es soberano, en la que toda voz, todo gran líder y representante es un hombre. En la medida que la Vía Campesina gane en metodología, en la calidad de sus procesos, en la presencia y el protagonismo de sus mujeres, será más fuerte el mensaje al conjunto de las organizaciones del campo y los movimientos sociales. Las mujeres no tienen un papel diferente al de los hombres en la lucha política, en la lucha social.
Nosotras decimos que la lucha por construir nuevas relaciones sociales de género no es una lucha en la que uno prioriza en primer lugar a la lucha de clases, ni una lucha en la que una dice: “primero a la lucha política, que cuando lleguemos al poder ahí sí vamos a mirar la situación para buscar la igualdad de las mujeres”. Eso no es así. Los dos asuntos son como los lados de una misma moneda; la lucha de clases y la lucha por la construcción de nuevas relaciones sociales de género son luchas que deben caminar paralelamente, porque son construcciones del día a día que cambiarán en nuestra gente valores, su cultura, determinadas mentalidades. De esto estamos hablando, porque dijimos: “¿construiremos algo en realidad, si nuestras mentalidades, si los valores que desarrollamos en nuestras vidas son valores dominantes, discriminatorios, capitalistas?” Es un error que se cometió durante mucho tiempo, y en el que no podemos volver a caer.
En ese sentido, me parece que en la Vía Campesina realmente tenemos limitaciones, somos un movimiento campesino, no somos una isla, no estamos aislados de toda esta influencia, hay machismo y discriminación. Y es que estamos hablando de relaciones de poder, de formas de mirar el mundo, y sí, hay conflictos. Y es bueno que así sea. Pero creo que la posibilidad que tenemos de construir procesos es lo que nos dará esa pedagogía de lo posible. Me parece que es lo más hermoso que tenemos.
Una de las interrogantes que traía a este encuentro contigo tiene que ver con las propuestas pedagógicas que utiliza la Vía Campesina para facilitar el diálogo entre mujeres y hombres en torno al género. Digo esto porque, si bien se hace una labor política más intencionada, aún vemos poca implicación masculina en los debates.
Creo que es muy sabio que la Vía Campesina tomara la decisión de que las mujeres y los jóvenes tuvieran un espacio y realizaran sus asambleas en el marco de las conferencias internacionales. Esa iniciativa potencializa nuevos horizontes, porque vivimos un proceso histórico machista, en el que se hace necesario contar con un espacio propio para la formación política que eleve el nivel de conciencia crítica. Eso fortalece a las mujeres. No podemos equivocarnos en esto: la lucha la hacen en conjunto hombres y mujeres, pero hay temas y necesidades específicas que requieren de espacios propios. El ejemplo son estas asambleas de mujeres, que en realidad han cualificado a las mujeres.
Cada una de ellas viene con sus formas, sus metodologias, su manera de ejercer la política y la coordinación; y todo eso, volcado en una discusión política, le da mucha más calidad a nuestro movimiento. Se hacen, por ejemplo, determinados cuestionamientos y debates que comienzan a poner al límite determinadas actitudes y comportamientos. Nuestras mujeres profundizan y entonces descubrimos que en el mundo patriarcal y capitalista todo tiende a naturalizarse.
Por tanto, tenemos que romper con esa falsa naturalidad de la desigualdad, con la idea de que los hombres son para la política y las mujeres para la casa. Decimos que no. Nosotras también servimos para la política, como los hombres también sirven para la casa. Ellos no van a dejar de ser hombres por ello, y además tienen el derecho a hacerlo, porque siempre se les ha negado vivir su paternidad.
Como dice Pedro Casaldáliga: cuando hombres y mujeres vamos rompiendo las cercas que nos impiden vivir y amar, somos más felices. Durante dos días aquí en Maputo hemos discutido hasta en los almuerzos y los dormitorios, y he escuchado a muchas mujeres decir que le agradecen a Vía Campesina, porque antes eran una persona y hoy son otra.
¿Cuál es el enemigo (o los enemigos) de las mujeres de la Vía Campesina?
En la Vía Campesina hemos aprendido a levantar nuestra autoestima, a reconocer que nuestra lucha es internacional y que las mujeres africanas, latinoamericanas o europeas tenemos también problemas comunes. La política neoliberal también trajo calamidades a las mujeres, que han visto retroceder sus derechos y conquistas históricas de lucha.
Ahora, cuando una participa en estos encuentros, comprende la importancia de la articulación de las luchas comunes; entiende que el proceso de lucha se da a nivel local y a nivel nacional, pero que si no propiciamos una articulación internacional nunca vamos a lograr nuestros objetivos. Los enemigos son internacionales.
Nosotras tenemos mucha claridad, nuestros enemigos no son nuestros compañeros los hombres. Lanzamos la campaña contra la violencia en la Vía Campesina, una campaña mucho más adentro, precisamente porque nuestros enemigos no son nuestros compañeros, sino el sistema que favorece la violencia familiar y otros problemas.