Devastación humana
El África que nos acogió en Johannesburg es bonita y negra. Están por
todas partes y sólo se ve al pueblo negro. Desde la llegada al
aeropuerto, en la recepción, en los autobuses, circulando por las
calles. Enciendes la TV y una guapísima negra está presentando el
programa. La presencia negra es tan predominante que nos preguntábamos:
¿dónde están los blancos? Están confinados en sus condominios, coches y
propiedades particulares. No circulan por las calles ni están en los
lugares públicos. Los pocos que vemos por las calles son los "nuevos
pobres" de Sudáfrica, los blancos que perdieron su empleo. Así como
existen los "nuevos ricos", negros que ascendieron socialmente en el
comercio y en la vida pública. Así como continúan existiendo los
"antiguos ricos", es decir, la elite blanca que siempre dominó el país.
Así como continúan existiendo los antiguos pobres, o sea, la "mayoría
negra". Se dice que "los negros temen ser humillados por los blancos y
los blancos temen ser devorados por los negros". La segregación racial
fue superada legalmente, pero todavía no en las mentes y en los
corazones. La injusticia social subsiste y nos presenta aquella delicada
relación entre etnia y pobreza. Sin duda, la superación de la
discriminación racial, por ella misma, no significa la superación de las
injusticias sociales.
Esa África está siendo arrasada por una devastación invisible: el SIDA.
Los números lo dicen todo: el 10% de la población del África negra está
contaminada, o sea, 28 millones de personas. Corresponde al 20% de la
población económica y sexualmente activa. Personas cercanas nos dijeron
que los hospitales están llenos, los enterradores trabajan día y noche en
los cementerios y la gente muere en la escasez. Faltan brazos para
trabajar y manos para cosechar. La muerte elimina a las personas jóvenes,
arrasando cualquier posibilidad de sostenibilidad económica y social.
"Las causas son muchas y relacionadas", nos dicen personas cercanas que
trabajan en África. La vida sexual sin estabilidad, las guerras, la
promiscuidad en los campos de refugiados, las violaciones perpetradas por
los soldados, las migraciones, la falta de políticas educativas, el
machismo generan una contaminación progresiva y sin ningún control.
Mirado fríamente, incluso si hoy cesara toda forma de expansión, dadas
las condiciones africanas, en el plazo de diez años 28 millones de
africanos habrán muerto, a una media de 2'8 millones/año, a 7.600
personas/día. Resulta imposible hablar de "desarrollo sostenible" en esas
condiciones.
La humanidad prácticamente silencia esa devastación. Zimbabwe, teniendo
un 30% de la población con SIDA, devastado por una guerra civil, con 3
millones de personas pasando hambre, obtuvo de la ONU una ayuda en forma
de "alimentos transgénicos". El gobierno se resistió a aceptarla pero con
el agua al cuello, al final, aceptó. Entre bastidores, una vez más,
algunas personas opinan que esa es una estrategia para utilizar a los
pobres como cobayas humanas en el test de alimentos que los mismos
productores jamás tendrían el coraje de dar a sus hijos. El
comportamiento del "primer mundo" delante de la tragedia africana muestra
claramente el nivel ético y moral al cual han llegado los dueños del
planeta.
Fue esa África, con conquistas que emocionaron a la humanidad, con nuevos
y antiguos problemas, la que nos acogió en esa Cumbre Mundial sobre
Desarrollo Sostenible. El continente africano, donde surgió la primera
persona humana, simboliza mejor que todos la lucha en favor de la vida en
el planeta y también su muerte.
* Roberto Malvezzi es miembro de la Coordinación Nacional de la CPT -
Comissão Pastoral da Terra - y estuvo en Johannesburg para participar
en la Cumbre Mundial de Desarrollo Sostenible por invitación de Misereor
en representación de la CPT.
(MST Informa, Año II - nº 24, viernes, 11 de octubre de 2002)