El TLC Colombia – Estados Unidos, una trampa para nuestro país

2008-04-16 00:00:00

Para la Confederación General del Trabajo, CGT, es claro que como Movimiento de Trabajadores, su oposición al Acuerdo de Promoción Comercial Colombia-Estados Unidos, o TLC, como comúnmente se conoce, no puede limitarse al escenario meramente laboral o sindical, pues ello sería asumir una posición reduccionista, limitada y hasta egoísta para con el país, querría decir que con un Capitulo Laboral, mejorado al máximo posible, cesaría nuestra oposición al TLC. Somos conocedores que las implicaciones del TLC van muchísimo más allá, pues tocan absolutamente todos los aspectos de la vida nacional y no se limitan a un acuerdo meramente comercial de intercambio de bienes o servicios.

Temas tan delicados como la soberanía alimentaria, la educación principalmente en los niveles técnico, tecnológico y superior, la producción agropecuaria, el acceso a medicamentos, la industria en todos sus sectores, las telecomunicaciones, sólo por citar algunos, ya no serán regulados acorde a los dictámenes de nuestras necesidades y normatividad, sino que se regirán por las normas del TLC, que no son otra cosa que los mandatos de las empresas transnacionales y su interés de garantizar mercados sujetos a sus excedentes de producción.

El Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos es la exacerbación de la apertura de la economía nacional frente a la mayor potencia económica y militar del mundo, que tiene negocios similares con socios, ellos sí, con una mejor capacidad de competir en un mercado excluyente y desigual. Colombia en el periodo comprendido entre enero y noviembre de 2007 disminuyó sus exportaciones al país del norte en un 9.6% respecto del mismo periodo del año anterior. Dichas exportaciones se concentran en un 70% en el petróleo y sus derivados, un 11% corresponde a las flores, 9% en confecciones y el restante 10% se lo distribuyen los sectores cerámicos, plásticos, aluminio y sus manufacturas, azucares y artículos de confitería, junto con otras exportaciones menores.
Respalda aún más nuestro rechazo al TLC, el hecho de que dicho tratado se nos ha querido vender como la posibilidad de contar con 240 millones de consumidores, para nuestras exportaciones, pero sectores intensivos en mano de obra como confecciones y calzado, han disminuido su participación en las exportaciones al mercado estadounidense, en un 23.3% y 18.8% respectivamente durante el año inmediatamente anterior. La razón de dicha disminución se explica en la competencia de los países asiáticos, China e India principalmente.

Durante el año anterior la balanza comercial con los Estados Unidos se incrementó de manera desfavorable para nuestro país en un 33.86%, esto sin haber entrado en vigencia el TLC y a pesar de beneficiarnos del tratamiento especial del ATPDEA.

El crecimiento de nuestro Producto Interno Bruto, con TLC o sin TLC, no reporta, según los expertos, mayores niveles de crecimiento durante los próximos cinco años, pero llama sí la atención el hecho de que si el TLC entrara en vigencia a partir de 2009, el crecimiento del PIB nacional, solo recibiría un impacto favorable inferior al 0.5%, pero durante los años subsiguientes su participación caerá hasta alcanzar los mismos niveles en que crecería el país sin la firma del fementido tratado.

El gobierno colombiano asumió la “negociación” del TLC, sin tener ni siquiera en cuenta nuestro atraso en infraestructura, pues ésta tan sólo supera a Haití, Honduras y El Salvador. El 58% de nuestras carreteras se encuentra en pésimo estado, el 9% en mal estado, el 22% en regulares condiciones y tan solo el 11% esta en buenas condiciones. El 60% de la flota mercante mundial, con capacidad de carga superior a las 40.000 toneladas, no puede atracar en Buenaventura, que es nuestro principal puerto y sólo tiene capacidad para recibir barcos con igual o inferior carga.

El tiempo transcurrido le dio la razón a quienes se opusieron a la firma de Tratados de Libre Comercio con los Estados Unidos, un ejemplo palpable es el que se suscribió con México, nación que limita con el coloso del Norte y que ha visto cómo, a la par de la implementación del mismo, ha venido creciendo la pobreza, el desempleo y la balanza comercial demuestra que ha venido creciendo la dependencia del mercado norteamericano, lo que significa que en la práctica no se firmó un Tratado de Libre Comercio, sino un pacto de adhesión.

El TLC, cuya aprobación fue la mas fiel muestra de desinterés por el país de parte del cuestionado Congreso Nacional, fue aprobado en dos fases, la primera versión fue revisada y cambiada por el Congreso Norteamericano y hubo de ser sometida nuevamente a aprobación del Congreso Colombiano para ratificar las modificaciones que su émulo del norte le hiciere, como quien dice se aprobó lo que ellos dijeron. Corresponde entonces a la Corte Constitucional revisar si el Gobierno y sus mayorías actuaron bajo los principios constitucionales de equidad, reciprocidad, igualdad, conveniencia y soberanía nacional, así como si se privilegia o no la integración Latinoamericana y del Caribe. Nada de lo anterior nos parece que se haya respetado, pese a que el Procurador General de la Nación no lo haya encontrado así planteando que “difícilmente puede haber equidad entre una superpotencia y una nación en desarrollo, ya que si sólo se tuviera en cuenta la situación de asimetría no podrían recibir similar trato dos países tan distintos porque se estaría desconociendo el principio de igualdad”.

Por otro lado, no se puede seguir pretendiendo “chantajear” a sectores productivos de nuestra economía, en especial al textil, de las flores, banano, palma africana, cuero, etc. Con el socorrido argumento, que de no aprobarse el TLC con Estados Unidos, desaparecerán sus empleos, porque se pretende es convencerlos mediante el miedo de las ventajas del Tratado y poco se habla de efectos de una verdadera política que se dirija a incentivar y preservar la producción nacional que la proteja de las contingencias que, de cuando en vez, afecta el comercio internacional, propiciando además la división del sindicalismo colombiano.

Es por todo lo anterior, que la CGT se ratifica en que su oposición al TLC no se limita al tema del respeto a los derechos humanos y la disminución de los asesinatos de la dirigencia sindical, más bien reiteramos la urgencia de evaluar a fondo los efectos negativos de la apertura económica impuesta al país desde el año de 1990 y que trajo como consecuencia, no sólo el recorte de los derechos de la Clase Trabajadora, sino que además arruinó el campo colombiano, afecto el crecimiento de nuestro aparato productivo y empobreció a la población a niveles absolutamente inaceptables.

Es necesario tener en cuenta, que además de todo lo anterior, el país no puede correr el riego de verse sometido a una crisis alimentaria en el corto plazo, tal como ha venido ocurriendo en países como México, Mozambique, Marruecos, Senegal, Yemen, Haití, Filipinas, Camerún, Mauritania y Burkina Faso, entre otros lugares, en donde la población ha tenido que levantarse contra el hambre con un saldo considerable de víctimas. Un TLC como el que se nos quiere aplicar, es un problema de seguridad para nuestro país.

Triste destino el que nos espera de ponerse en marcha el TLC bajo los planteamientos del gobierno estadounidense de corresponder dicho tratado a asuntos de “seguridad nacional” porque ello significaría que a Colombia el señor Bush le pretende asignar el papel de cabeza de playa de la política del Departamento de Estado para América Latina, con las mismas prácticas que se le han asignado a Israel en el Asia menor.

Con base en las consideraciones anteriores, el Comité Ejecutivo de la Confederación General del Trabajo, CGT, solicita al señor Presidente de la República, Dr. Alvaro Uribe Velez, a su equipo económico y al Congreso de la República que revisen su absurda obsesión por este TLC y si en realidad el gobierno del Norte está tan interesado en ayudarnos, entonces que extiendan las preferencias arancelarias del ATPDEA por un período de 10 años, mientras ajustamos la economía colombiana y en un futuro tal vez podremos negociar un tratado que sea justo, equilibrado y realmente benéfico para las partes.

COMITÉ EJECTIVO

CONFEDERACIÓN GENERAL DEL TRABAJO

Bogotá, 11 de abril de 2008