Por qué votar que no al TLC con los EEUU (CAFTA-DR)
En lo que sigue, voy a intentar escribir una versión simplificada de mis objeciones al tratado. Es simplificada en el sentido que no abarcaré aspectos comerciales concretos, excepto aquellos que considere muy importantes. Pero no es simplificada en el sentido de que será breve, porque para dar una panorámica sí tengo que precisar muchos conceptos que considero importantes. Esto es opinión, no investigación, sin embargo, si hay algo incorrecto o poco claro, por favor escríbanme: ramos.alvaro@gmail.com
Posición emocional e ideológica hacia el rol del Estado
Primero, quiero ser totalmente franco del porqué de mi posición emocional e ideológica. Afortunadamente, creo que puedo articular ese porqué. Desde el punto de vista emocional, tengo una impresión positiva del Estado porque viví en carne propia lo que es capaz de hacer. Cuando era pequeño, necesité terapia de lenguaje para compensar mis problemas auditivos. Esta terapia provino de especialistas de la Centeno Güell (institución estatal) y ellas realizaron una labor excepcional. Tengo las más serias dudas de que esto hubiera sido posible sin el rol del Estado. Por lo demás, para terminar de informar a quienes leen esto, yo fui de los últimos que se vio tan beneficiado. Desde que yo salí de la Centeno, la inversión estatal no ha estado a la altura de las necesidades de la población con discapacidades. Este es uno de los principales motores emocionales que me mueven a creer que el Estado es importante. Desde el punto de vista ideológico, pensando y conversando sobre por qué tantos costarricenses parecen sentirse cómodos con la idea de un sistema de salud universal y, en menor medida, con la idea de que el Estado tiene un rol en la solución de los problemas económicos y sociales, llegué a la conclusión de que esto proviene de un énfasis en la clase media.
Me explicaré. Simplificando y pasando con mucha ligereza sobre muchos procesos históricos y sociales, las Garantías Sociales son el resultado de un trato entre el doctor Calderón Guardia, Monseñor Sanabria y Manuel Mora. Lo que encuentro interesante es que Monseñor Sanabria seguía la doctrina social de la Iglesia, mientras que el doctor Calderón estaba influenciado por las ideas que había aprendido en la Universidad de Lovaina, donde estudió. La raíz común a ambos enfoques sociales son las ideas del Cardenal Mercier, filósofo neo-escolástico y profesor de Lovaina. Aunque obviamente hubo una traducción costarricense de la doctrina social de la iglesia, las dos ideas principales son: primero, que el bien social antecede el interés individual, especialmente en casos de extrema necesidad; segundo, que en vez de pensar en un conflicto de clases sociales a lo Marx, pensar en cómo pueden colaborar dichas clases. La aplicación natural de estas dos ideas es crear una clase media lo más fuerte posible. De ahí vinieron las Garantías Sociales, la UCR y lo demás es cosa sabida.
Mucho de esto ustedes ya lo vieron en alguna parte. Posiblemente las dos ideas doctrinales que destaqué les parezcan bien. Yo afirmo categóricamente que acepto ambas ideas. Por ello, un discurso de “ganadores y perdedores” y de competencia con todos, sea con el TLC, sea con otras políticas, no me es fácilmente digerible, porque tengo la sensación de que se están ignorando esas dos ideas que considero fundamentales a mi condición de costarricense y a mi formación como católico. Tengo una tendencia a preguntarme si no hay una manera mejor de hacer estas cosas y sobre todo, de conservar la clase media.
Quizá estoy siendo ingenuo ante nuevas fuerzas económicas que tienden a debilitar la clase media como el cada vez mayor valor que se le da a aquellos que poseen habilidades especialmente deseables o el cambio en la relación capital-trabajo a medida que se han eliminado las barreras de los flujos de capital y se han abierto los mercados laborales de Brasil, India y China. Soy consciente que estos son retos complicados, pero creo que sólo nos está faltando más imaginación y más voluntad.
Visión de un modelo alternativo
Una acusación frecuente que se hace a los del No, es que no han planteado un modelo de desarrollo alternativo. Para evitar dicha acusación, voy a explicar desde dónde es que empiezo yo:
Historia
En forma condensada y muy simplificada, muchos vimos en el colegio cómo durante el s.XX, el Estado Costarricense tuvo varias etapas, donde vemos la época de don Ricardo Jiménez y Cleto González –Estado Liberal-, seguido por la etapa de León Cortés y Calderón Guardia, consolidada después del 48 por don Pepe como un Estado que intervenía más. Este Estado crece y crece, en el marco de un modelo de sustitución de importaciones, hasta alcanzar lo que llaman el Estado Empresario de los 70s, que estalla en la crisis de principios de los 80s. Después de la crisis entramos en el modelo actual de apertura comercial y un rol más reducido para el Estado.
Rol del Estado
Aunque tiendo a coincidir con que la apertura comercial racional tiene que ser parte del modelo, creo que se está subestimando mucho la importancia del rol del Estado. Hay muchas ideas que ya están bien planteadas como simplificar trámites, aumentar la inversión en educación y la inversión en infraestructura, aumentar la carga tributaria mediante un cobro más eficaz, etc. Ante eso no tengo objeciones.
Sin embargo, creo que hay muchos excesos. Por ejemplo, a medida que en comercio internacional han ido desapareciendo los aranceles (impuestos) como barrera de entrada de productos, han aparecido más barreras de índole fitosanitaria o de reglamentación (por ejemplo, etiquetado o certificación de productos). Por ejemplo, imaginemos que EEUU elimina los impuestos o las cuotas al banano, pero ahora exige un sistema de certificación riguroso. Muchas veces, a quien corresponde este proceso de certificación es al MAG. Sin embargo, el presupuesto del MAG lleva muchos años contrayéndose (si no me equivoco, para el próximo año está prevista una contracción del 18%). Entonces, se ha debilitado mucho la capacidad el MAG de brindar asesoría técnica en este tipo de cosas. Luego, siguiendo con mi ejemplo, puede ocurrir que a pesar de que ya no hay impuestos, los bananeros no pueden exportar porque no están certificados y no hay nadie que los ayude a certificarse. Hay muchísimas instancias de esto y entiendo que un caso extremo es el de los productores de carne porcina.
Con frecuencia se apunta a que este tipo de problemas no están relacionados a la apertura comercial, sino a la incapacidad gubernamental. Absolutamente cierto, pero es que precisamente el modelo actual está generando ambas situaciones: apertura comercial (bueno) e incapacidad gubernamental de lidiar con la apertura comercial porque se insiste en un rol excesivamente reducido para el gobierno (malo).
Obviamente no estoy pensando en una expansión del rol del gobierno en todos los ámbitos, ese fue precisamente el error de los 70s. Pero sí es mi posición que el gobierno debería tener un rol importante en educación, salud y programas redistributivos, así como en infraestructura, asesoría técnica, regulación y políticas industriales. Cuando menciono regulación, ese es un tema muy alineado a la idea de apertura de los mercados de telecomunicaciones y seguros (tema del TLC). Es importante resaltar un punto: la apertura racional requiere un estudio cuidadoso de la coyuntura y además requiere de un equipo que va a conformar el órgano regulador que sea muy experimentado. Ambos puntos parecen ser problemáticos. La coyuntura de telecomunicaciones en Latinoamérica muestra muchas evidencias de injerencia política incluso en mercados nominalmente abiertos, lo cual favorece a las compañías con más contactos políticos. Por otro lado, el órgano regulador toma años crearlo, porque se necesitan abogados, ingenieros, economistas y profesionales de otras disciplinas que hayan estudiado el tema, asistan a conferencias, dominen las leyes y las experiencias previas, etc. La apertura de estos mercados sin órganos reguladores fuertes es una receta perfecta para problemas muy serios después. Por ejemplo, es típico que si el órgano regulador es débil, las reglas son poco claras al principio y años después las empresas privadas demandan al Estado por perjuicios causados por la poca claridad. Los programas redistributivos y las políticas industriales tienen un problema común: ambos se prestan para muchos abusos. En teoría, los programas redistributivos deberían estar focalizados a los sectores más pobres de la población. En la práctica, estos programas tienden a tener apoyo político inestable porque precisamente al ser focalizados a quienes tienen menos voz política, cada vez que la plata no alcanza, los primeros recortes son estos programas. Las políticas industriales, que deberían ser un mecanismo para que el Estado le imprima una dirección a la economía costarricense hacia aquellas industrias (agrícolas, manufactureras o de servicios) que más dinamismo y crecimiento prometen dadas las condiciones de Costa Rica, se pueden prestar para favorecer a aquellos empresarios bien conectados políticamente.
Problemas del sector público
El sector público tiene, para mí, dos vertientes de problemas: La primera vertiente está relacionada a un problema de gestión pública como lo han documentado muy bien académicos como Johnny Meoño o Miguel Sobrado, entre otros. Básicamente el problema radica en un irrespeto profundo a la legislación ya existente de gestión pública, tanto en rendición de cuentas como en ejecución presupuestaria. Para no quedarme muy en el aire, el problema de la rendición de cuentas es que con frecuencia las responsabilidades de los funcionarios no están claras, entonces cuando hay un fallo en la gestión pública, no hay nadie responsable de él. Peor aún, si las leyes son ignoradas, tampoco sufre el funcionario sanción alguna. El problema de ejecución presupuestaria está relacionado a un desplazamiento excesivo de poder al Ministerio de Hacienda y la Tesorería, cuya prioridad ha sido, en múltiples gobiernos, controlar el gasto público. Un mecanismo que ha sido utilizado es denominado el “jineteo” del dinero: como ya está previsto que habrá déficit, para minimizarlo se pospone el giro de dinero a las instituciones públicas no prioritarias hasta casi el final de cada período y sólo entonces se gira, con la idea de que se subejecute el presupuesto y así recuperar parte de él. Imagínense si tuvieran un presupuesto de una empresa para doce meses y no reciben dinero hasta el décimo mes, sería una empresa con flujos de dinero tan caóticos que no podrían realizar ningún proyecto, ¿no?, pues básicamente esto es lo que ocurre en el sector público.
La segunda vertiente de los problemas del sector público tiene que ver con la capacidad que tiene de atraer buenos funcionarios al servicio civil. Con la excepción de instituciones como la Contraloría, parece haber un consenso que en el sector público los salarios y los puestos de trabajo son poco atractivos, comparados con el sector privado. Esto ha sido en parte deliberado, para mantener congelado el crecimiento del estado, hay que congelar las planillas. Sin embargo, esto ha tenido efectos secundarios como la aparición de las convenciones colectivas, que son una pésima manera de compensar los bajos salarios, porque ocultan temporalmente que hubo un “aumento” salarial y luego se convierten en un vehículo perfecto para abusos. Tanto así que hoy hay una percepción muy negativa hacia los sindicatos de ciertas instituciones porque abusan de estas convenciones colectivas. Probablemente la única forma de arreglar esto es sentarse, hacer números, ver el valor real de esas convenciones, aumentar los salarios por ese valor y eliminar todas las convenciones. Saldrá carísimo pero se elimina esa distorsión de una vez por todas. Ni idea tengo de la viabilidad política de esto.
El punto que quede claro del análisis anterior es que es muy importante que el Estado pueda plantear políticas públicas en el mayor ámbito posible. Este punto es crucial en mi argumentación contra el TLC.
Comercio internacional y normativa
Para empezar, creo que es conveniente examinar de dónde salió este pleito del TLC. No salió de la nada: estamos en un período de profundización y ratificación de intercambio comercial y cultural, es la segunda gran era de globalización (ya sé que no es un término muy preciso, pero ténganme paciencia). Nótese que digo que es la segunda era porque la primera se dio desde finales del s.XIX hasta antes de la primera guerra mundial, lo cual es un punto que retomaré después.
En el contexto de la reciente profundización, se creó la Organización Mundial de Comercio (OMC) en la Ronda Uruguay de la GATT que era la institución de comercio internacional desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. La nueva OMC debía servir como mecanismo para generar un conjunto aceptable de normas de comercio internacional con miras a que eventualmente el comercio sea lo más libre posible. Sin embargo, la siguiente ronda de reuniones y negociaciones, frecuentemente llamada Ronda Doha, empezó a fracasar por la negativa de los países desarrollados a desmantelar sus sistemas de subsidios agrícolas e industriales y la negativa de los países en desarrollo a aceptar ciertas reducciones de tarifas, normas laborales y de propiedad intelectual. Sin embargo, tampoco es que por el fracaso de la ronda Doha las cosas han quedado en el vacío, existen convenios que Costa Rica ya ha firmado, de la UPOV (tiene que ver con plantas) y la ADPIC (con propiedad intelectual) que norman muchas de estas cosas.
Como las negociaciones en la OMC fracasaron, los países desarrollados empezaron a crear la figura de tratados de libre comercio bilaterales y en algunos casos, multilaterales.
Críticas genéricas a los Tratados Bilaterales
El profesor de economía internacional en la Universidad de Columbia, Jadgdish Bhagwati, tiene dos críticas genéricas a todos los tratados comerciales bilaterales fuera de la OMC, las cuales me sorprendieron la primera vez que las leí porque el profesor Bhagwati es un legendario defensor de la globalización y el libre comercio. Tanto así que es el autor de un libro titulado “En defensa de la Globalización”.
Establecidas las credenciales de Bhagwati como lo más lejano a un radical antiglobalización, sus dos argumentos son como sigue:
1. Los tratados bilaterales serán un retardante de la globalización genuina, ya que la forma en que se están practicando crearán una maraña legal que luego será muy difícil de resolver. En particular, al principio Bhagwati vio con buenos ojos la creación de bloques como Nafta y MERCOSUR porque pensó que poco a poco esos bloques crecerían y luego la negociación para el comercio mundial se daría (en el marco de la OMC) entre grandes bloques. Sin embargo, no ha sido así. Más bien, se ve cómo de repente los EEUU firman tratados bilaterales con países individuales o regiones, y luego la Unión Europea hace lo mismo con los mismos países y quizá luego Japón, China, etc. El punto es que no se están consolidando bloques sino que ahora hay una telaraña de conexiones individuales entre países, que podrían dar pie a conflictos comerciales.
2. La segunda crítica que realiza Bhagwati tiene que ver con que los tratados bilaterales casi siempre consisten en concesiones comerciales de parte del país desarrollado a cambio de concesiones comerciales e institucionales del subdesarrollado, particularmente concesiones relacionadas con propiedad intelectual y normas de origen, que Bhagwati considera de “rent-seeking” (ya voy a explicar este término). Lo grave de esto es que las