Reflexiones para un proyecto popular de educación en el campo
MST 15 años: Lecciones de Pedagogía
El MST cumple 15 años en 1999, constatando que tiene, finalmente, dos grandes
tareas en la historia: ayudar a acabar con el "pecado mortal" del latifundio,
desconcentrando y volviendo socialmente productivas la tierras de este país
inmenso; y ayudar a humanizar a las personas, formando seres humanos con dignidad,
identidad y proyecto de futuro. Esta segunda tarea tal vez sea la que mejor se viene
cumpliendo desde que comenzó a ser gestado.
La obra educativa del MST sugiere, principalmente, respeto a:
- al rescate o a la restitución de la dignidad a millares de familias que vuelven a
tener origen y proyecto. Los pobres poco a poco se van convirtiendo en
ciudadanos: sujetos de derecho, sujetos que trabajan, producen y participan en sus
comunidades, afirmando en sus desafíos cotidianos una nueva agenda de discusiones
para el país.
- a la construcción de una identidad colectiva, que van más allá de cada persona,
familia, asentamiento. La identidad del Sin Tierra bajo el nombre propio de
luchadores del pueblo, ya no sujetos a una condición de ausencia: no tener tierra,
sino sujetos de una opción: la de las luchas por más justicia social y dignidad para
todos, en un movimiento mucho mayor al MST, el movimiento de la historia, que
dice respecto a los destinos de la humanidad entera...
Ojeando en la historia del MST desde esta perspectiva, nos encontramos con algunas
lecciones de pedagogía, o de cómo los sujetos de una lucha social y de una
colectividad en movimiento se ocupan y se preocupan de la educación. Pensando
bien, estas lecciones pueden ayudarnos a reflexionar también sobre nuestras
prácticas de educación en las escuelas. También, nos permiten pensar cómo la
escuela entra en este Movimiento y cómo puede ayudar a cultivar el ser humano que
de ella se produce.
Algunas de esta lecciones de pedagogía de la historia del MST para nuestra
reflexión:
Los Sin Tierra se educan siendo del MST, lo que quiere decir, a través de algunas
vivencias humanas fundamentales, cada una cargada de aprendizajes, conflictos y
desafíos:
- la lucha, sus formas y trayectoria histórica;
- la organización colectiva, su modo y su mística;
- el trabajo, su reconquista y aquellas nuevas relaciones de producción;
- el reencuentro con la tierra, tierra de trabajo, de lucha, de raíz y de sentimiento.
- la vida en movimiento, origen y proyecto, histórico.
El que mueve a las personas es la necesidad. Lo que mantiene a las personas en
movimiento son los objetivos, los principios y, principalmente, los valores,
que alimentan y se cultivan en cada acción y son básicos en cualquier proceso
educativo. Los sin tierra entraron en la lucha motivados por la necesidad de
sobrevivir sin volverse "marginales". Después que pasan a tener esta necesidad
mínimamente atendida se pueden acomodar o pasar a luchar solo por cuestiones
corporativas. Serían diferentes si la pedagogía del movimiento fuera capaz de
transformar sus viviencias educativas en valores, y en un modo de vida, producido y
reproducido (recreado) en cada grupo de generación en generación.
La niñez y la juventud de los asentamientos ya viven o hasta nacen como
herederos de las conquistas de dignidad. Pero no conseguirán mantener y
reproducir estas conquistas, y tampoco honrarán el nombre propio Sin Tierra, si no
heredan la identidad colectiva construida en el proceso de lucha: los valores y
principios de los luchadores del pueblo. Solo que valores y principios no se
heredan sin el cultivo consciente, sin la intencionalidad pedagógica de quien los
produce o de quien los escoge heredar.
Hay una gran responsabilidad que pesa en los hombros de quien trabaja con la
infancia y la juventud de los acampamentos y asentamientos de los Sin Tierra:
la responsabilidad por el cultivo de esta identidad, ayudando para que los aprendices
y los valores producidos en lucha no se pierdan, no se desvíen, ni se degraden.
Trabajar con la infancia quiere decir trabajar también con los adultos. Esta es una
herencia que no se pasa si no se sabe que se tiene. Hay muchos asentados que no se
identifican más como Sin Tierra. Hay muchos niños asentados que no conocen o ya
comenzaron a olvidar su propia historia. Por otro lado, en la sociedad hay muchas
personas que igualmente sin tener una relación directa con la tierra esta diciendo:
¡todos somos Sin Tierra!. Esto nos debe hacer reflexionar y actuar...
¿Y por qué es importante que la niñez y la juventud herede la identidad Sin
Tierra? Para que el MST no acabe? Por lo menos mientras no se logren sus
objetivos. Pero principalmente por que en este nuestro tiempo de caos social y de
degradación humana, los Sin Tierra proyectan una manera de ser humano que
cuestiona al que está ahí, proyecta una postura no conformista frente al mundo, y
los valores humanos que sostienen una lucha permanente por la vida, no de algunos,
sino de todos. Cuando un niño dice con orgullo: soy Sin Tierra, o soy un Sin
Tierrita del MST, más posibilidades tenemos de estar produciendo un nuevo eslabón
en la corriente de la tradición de la historia de los luchadores del pueblo. Cuando
crezca este niño podrá no ser del MST, e incluso podrá escoger no trabajar, o vivir
en un asentamiento. Pero si fue "bien educado" ciertamente no escogerá dejar de
lado los valores humanos que aprendió participando de esta historia.
Las personas se educan mucho más por las acciones que por las palabras. El
MST forma a los Sin Tierra poniéndolos en acción permanente, e incluyendo en esta
acción también el reflexionar sobre ella. Es para la acción que los Sin Tierra van
aprendiendo que nada es imposible de cambiar, ni siquiera las personas, su manera,
su postura, su modo de vida, sus valores.
¡Ser Movimiento es estar en movimiento! En el Movimiento las personas
aprenden que el mundo y el ser humano estan para ser creados, y que el
movimiento de la realidad, compuesto básicamente de relaciones que necesitan ser
comprendidas, producidas o transformadas, debe ser el gran maestro de este hacer.
Esta es una lección que necesita ser cultivada en todos los tiempos y espacios donde
esté una familia Sin Tierra.
No hay cómo mantenerse como un luchador del pueblo sin una perspectiva
histórica. Y esto exige dos dimensiones de formación muy importantes. La
primera, que generalmente los Sin Tierra comienzan a aprender en el acampamento,
es que su vida también es historia, y que ya están siendo sujetos de la historia. La
segunda, del aprendizaje más complejo y demorado, es pasar a ver la realidad con una
perspectiva histórica. Divisar cada acción o situación en un movimiento entre
pasado, presente y futuro, y comprender las relaciones con otras acciones, otras
situaciones, una totalidad mayor. Es este mirar que nos ayuda a valorizar, y al mismo
tiempo relativizar cada derrota o cada victoria, manteniendo el horizonte utópico
como referencia para continuar luchando. Cultivar la memoria de la lucha y conocer
más profundamente la historia de la humanidad son aspectos fundamentales de lo que
puede ser llamado pedagogía de la historia.
La mística es el alma de los luchadores del pueblo. Ella es la fuerza, la energía
cotidiana, que tiene animada a la familia Sin Tierra a continuar en la lucha, ayudando
cada persona a visualizar y mantener la utopía colectiva. La mística es aquel
sentimiento materializado en símbolos, que nos hace sentir que no estamos solos,
que son los lazos que nos unen a otros luchadores lo que nos dan más fuerza para
proseguir en la construcción de un proyecto colectivo. En el MST la mística tiene
una dimensión educativa muy importante: ayuda a los militantes más antiguos a
cultivar los valores y la memoria simbólica que los mantiene en el camino; y a las
nuevas generaciones o a cada Sin Tierra que entra en el Movimiento, ayuda en la
disposición personal de entrar en el proceso y la vivencia de las acciones de forma
más humana y plena, siendo una especie de ritual de acogida, que hace que las
personas se sientan parte del Movimiento aun antes de conocer toda su dinámica.
Cultivar la mística es parte fundamental de lo que entendemos por formación
humana.
Vemos el mundo de acuerdo con el terreno que pisamos. Un sin tierra que se
quede siempre afincado en su terreno tendrá una visión del mundo del tamaño de ese
terreno, y ciertamente será una visión con cercas aún no derrumbadas en su cabeza.
Este asentado no continuará siendo un Sin Tierra, porque esta identidad implica
movimiento, y una visón real del mundo, en un proceso permanente de derrumbar
cercas, de todos los tipos. ¿No es la misma cosa que se puede decir de un profesor
que nunca sale de los límites de su escuela? Su visión del mundo tendrá paredes, las
mismas que ciertamente aún no derrumbó de su concepción de escuela, aunque dicte
clases bajo un árbol...
Cuanto más el MST comprende el tamaño y la complejidad de la lucha en que
entró, más cree en la importancia de la formación humana, se da más cuenta de
las diversas dimensiones que esto implica, y valoriza más la escuela, como un lugar
donde esta formación también puede tener lugar, y los educadores, como personajes
que pueden hacer mucha diferencia en el desenlace de su historia. La lucha por el
derecho a la escuela comenzó prácticamente junto con la lucha por la tierra en el
MST. Pero en el comienzo no se tenía muy claro el que una cosa podría tener que
ver con la otra. En el comienzo, estudiar era visto como un derecho. Hoy es visto
como un derecho y un deber. Sin Tierra que no estudia, sea en la escuela o en otro
lugar, esta listo a perder la letra mayúscula de su nombre. Y escuela donde no se
estudie, también no puede ser considerada una escuela del MST. Solo que estudiar
también paso a tener un sentido cada vez más amplio, ya distante de aquello que pasa
en muchas escuelas que conocemos...
La pedagogía del movimiento no cabe en la escuela, porque el movimiento de la
formación humana no cabe en la escuela, pero la escuela cabe en la pedagogía del
movimiento. Y cabe más aún cuando se dispone a retomar algunas de sus tareas de
origen, y que tiene que ver con el cuidado pedagógico de las nuevas generaciones, de
modo que ellas se desenvuelvan como seres humanos más plenos, más felices. Hace
algún tiempo la escuela dejó de ser un lugar de formación humana. No es sobre eso
que los profesores han discutido. Si la escuela se vuelve a preocupar con la
formación humana, pasará a prestar más atención a los sujetos que la ocupan, y
dialogando con ellos se darán cuenta de cómo puede ayudarlos, como personas,
como sujetos sociales. También se dará cuenta de que necesita alterar en su lógica
para que personajes como los Sin Tierra sientan la escuela como su "casa", su lugar
de educación.
La escuela que ayuda más en la tarea de formación de los Sin Tierra es la que
se abre al movimiento como sujeto educativo; que dice de si misma como
institución ocultada sobre su propia lógica y va al encuentro de las vivencias
educativas que acontecen fuera de ella, dialogando con sus sujetos, aprendiendo y
enseñando junto con ellos. En otras palabras, se trata de una escuela que acepta
entrar en el proceso, y ayuda a hacer la lectura de los asuntos que él va colocando en
su movimiento. A veces serán los Sin Tierra quienes empujen a la escuela, otras
veces será la escuela quien empuje de los Sin Tierra... Sin idealismos, refinamientos,
fantasías, más con compromisos humanos comunes.
Lo que el MST espera de las escuelas es que ayuden especialmente en el
cuidado pedagógico de la infancia Sin Tierra. Los niños nos recuerdan que
estamos hablando de un movimiento que puede durar la vida entera. Cuidar de
alguna cosa implica en tener intimidad, sentir de adentro, acoger, respetar, dar
consejo, pulirse con ella. Es preciso cuidar de la identidad de la infancia Sin Tierra
respetando la pedagogía del movimiento y las características y necesidades propias
de este tiempo de vida, y garantizando la convivencia educativa con sus iguales. Los
niños darán su propio mensaje cuando inventaron el nombre Sin Tierrita: queremos
ser Sin Tierra, sin dejar de ser niños; pero no somos cualquier niño, somos Sin
Tierritas, sin dueño, Sin Tierrita, con amor. Así es como ustedes nos deben
cuidar...
En cada momento histórico hay tareas pedagógicas que se destacan como
imprescindibles. En el momento actual la escuela no puede dejar de tener una
intencionalidad específica en la formación de valores. Valores que se
contrapongan a la degradación humana que predomina en nuestra sociedad. En el
caso de las escuelas donde están los Sin Tierra son especialmente los valores de los
luchadores del pueblo los que pueden ser reforzados. Valores como los siguientes:
esperanza, solidaridad, confianza en sí mismo y en los otros, sensibilidad humana,
indignación ante las injusticias, capacidad de soñar, coherencia, alegría de vivir y de
luchar por la vida, compañerismo, compromiso con las causas del pueblo...
Para poner en práctica la pedagogía y propuesta de escuela que estamos discutiendo
es preciso, más que todo, una actitud pedagógica de fondo, una forma de ser
educador que comparte con los valores producidos en esta historia de formación
humana que es la historia de los Sin Tierra, y que se abra al movimiento como
principio educativo, también de sí mismo. Que cuide y se deje cuidar por el
Movimiento, ayudando a hacer de la pedagogía de quien ocupa la tierra, un arte de
labrar la vida y producir gente.
Roseli Salete Caldart
Sector Educativo del MST