Costa Rica: Referendo y conflicto social
En un primer momento dos fueron las visiones que emergieron al interior del movimiento de oposición al TLC, en relación con la propuesta de referendo. La una, sustentaba por quienes promovían esa opción, enfatizaba que éste sería el mecanismo idóneo para canalizar y resolver el conflicto sin poner en riesgo la paz social. La segunda posición insistía en que el TLC debía ser enfrentado en las calles y por medio de la movilización popular, y en sus versiones más estridentes descalificaba la propuesta del referéndum como \"oportunista\" y desmovilizadora. La realidad ha demostrado ser mucho más compleja de lo que en uno y otro caso se pensaba.
Primero, es obvio que el referendo no es, ni mucho menos, un antídoto contra la violencia social, cuando más bien, y dependiendo de cómo evolucionen las cosas -y hasta el momento no se ven muy prometedoras- podría simplemente ser un detonante que, por vías parcialmente distintas, empuje hacia el conflicto abierto. Segundo, e igualmente claro, el referendo ha desatado nuevos esfuerzos de organización ciudadana que, siempre descentralizados y con un alto grado de autonomía, podrían incluso ver incrementado su poder de convocatoria y participación, ya que se orientan hacia un objetivo preciso -el referendo mismo- cuando anteriormente lo que existía era una interpelación abierta a una lucha más bien difusa, respecto de la cual se desconocía cuándo se presentaría el momento culminante.
El referendo no vacuna contra la violencia en virtud del contexto socio-histórico en que se está llevando a cabo. En primer lugar, y de un lado, la magnitud de los intereses y la dureza graníticas de las posiciones ideológicas que se apuestan a favor del TLC. Y, en la otra acera, el grado de politización del Movimiento del No, el cual no admite -y con pleno derecho, por cierto- soluciones amañadas ni diálogos teatralizados ni imposiciones o atropellos.
Este pluralista y diverso movimiento ciudadano representa la punta de lanza del pueblo costarricense. Ahí están los sectores políticamente más concientes, responsables, educados y maduros. No se conforma con el juego de caretas del ritual eleccionario de cada cuatro años. Sabe que salir electo no concede a nadie un cheque en blanco para hacer de forma inconsulta lo que le dé la gana, mucho menos si esa elección es fruto del despilfarro publicitario y la manipulación. Y, por cierto, esta conciencia ciudadana tiene profundas raíces populares y en mucho sentidos se encuentra por delante de lo que podríamos llamar sus \"dirigencias nacionales\".
Frente a este movimiento ciudadano, políticamente maduro, en la otra acera se erige el poder concentrado de oligarquías que, de unos años a esta parte, parecen haber entrado en un proceso de aguda decadencia, en virtud del cual se agravan sus características más problemáticas: ideológicamente son inflexibles y fundamentalistas; políticamente resultan incapaces de transigir y escuchar; económicamente se mueven por intereses que definitivamente dejaron de ser los de Costa Rica y su pueblo. Y en lo ético y moral constituyen una masa informe de cinismo y avaricia.
En el contexto del proceso del referendo esos rasgos parecen explotar en manifestaciones sumamente agudas. Quizá se deba a que, con anterioridad, bastaba con concentrar la artillería en la Asamblea Legislativa a fin de mantener bien amarrado al \"bloque de los 38\". Más allá del ámbito parlamentario, procuraban tan solo invertir la energía mínima que, según calculaban, era necesaria para contener dentro de ciertos límites \"razonables\" al Movimiento del No. Para ello bastaba la propaganda millonaria financiada no se sabe de dónde; la manipulación informativa sistemáticamente ensayada por las corporaciones mediáticas y, convenientemente dosificados, los ataques sucios contra líderes sociales u organizaciones específicas. De esto último dan buen testimonio los chicos y chicas del Movimiento Estudiantil Alternativo, salvajemente hostilizados, en coincidencia nada casual, por Telenoticias y casa presidencial.
Cuando la cosa deja de depender de \"los sumisos 38\" y el escenario se abre a posibilidades mucho más complejas y diversificadas, la ansiedad se vuelve delirio y, entonces, empiezan los desbordes. Y, tristemente, cada día presenciamos nuevas manifestaciones de histeria. El Tribunal de Elecciones, con sus decisiones lamentables, es ejemplo notable. El conocido desvelado o el presidente de cierta encumbrada organización empresarial, perdida toda mensura, son casos para el diván. La campaña contra las universidades públicas, la agudización de los ataques contra dirigentes sociales, el intento de bloqueo de la red de Costa Rica Solidaria o la injuria sistemática en relación con dineros venidos del exterior cuya existencia jamás ha sido probada, agregan nuevas evidencias. Es patético ver a poderosos medios exigir \"equilibrio\" siendo ellos mismos el desequilibrio hecho carne. Pero la cosa se volvió demencia absoluta cuando cierto editorialista tiene la desfachatez de cuestionar la potestad constitucional de los consejos universitarios para establecer una posición oficial de la respectiva universidad, en relación con cualquier proyecto de ley, incluido el TLC.
Por esta vía el referendo, en vez de ser un mecanismo de decisión pacífica y reencuentro respetuoso, arriesga convertirse en un inmenso fiasco y en una fuerza negativa que empuja hacia la agudización del conflicto. Me temo que a las oligarquías telecistas no les importa. Su grado de intransigencia tan solo sugiere una cosa: están dispuestos a aplicar la \"medicina\" que sea necesaria para lograr su objetivo. Desde el movimiento ciudadano nos toca profundizar esfuerzos de educación popular, desarrollo de la conciencia democrática y civilista de nuestra gente, convocatoria a una decisión madura y pacífica. Y por la vía pacífica seguiremos hasta donde esta enfermiza prepotencia oligárquica lo permita.