Tecnologías de comunicación: Apropiación y control social
La comunicación entre seres humanos, desde hace milenios un factor vital en
el desarrollo de culturas, saberes y relaciones sociales, ha experimentado
grandes cambios en el último siglo, a medida que crecientemente ésta, y las
mismas relaciones humanas, son intermediadas por la tecnología. Hoy,
cuando la comunicación, la información y el conocimiento se han convertido
en factor clave de casi todas las áreas de actividad humana, y que el globo
está interconectado por un tejido tupido de canales de transmisión y de
flujos de contenidos, el control sobre la comunicación y las tecnologías
adquiere un carácter cada vez más estratégico.
A medida que la comunicación cara a cara de siempre se va complementando
con múltiples otras formas de intercomunicar -impresos, teléfono, ondas, y
ahora Internet- tanto los canales, como los contenidos han ido adquiriendo
formas de institucionalización, que se expresa en la emergencia de medios
de difusión, empresas de telecomunicaciones, industria de la informática.
Este hecho crea las condiciones para concentrar el control. Por ello, en
el curso del siglo XX, en muchos países se introdujo un marco legislativo y
regulatorio que imponía limites a la concentración del control, con miras a
defender el interés público y la soberanía nacional.
No obstante, en los últimos años, con la generalización de tecnologías
digitales y la consecuente integración entre formas distintas de comunicar,
acompañada por un acelerado desarrollo económico en el sector de las
tecnologías de comunicación, se ejercen grandes presiones para desregular
el sector -impulsadas entre otros en el marco de la Organización Mundial
del Comercio-, lo cual abre de nuevo el escenario a una concentración del
control, proceso que en pocos casos se acompaña de medidas correspondientes
para garantizar los derechos ciudadanos y el interés público.
Ante este escenario, y considerando el carácter estratégico de la
comunicación para la acción social, entre los nuevos retos de las luchas
ciudadanas por una sociedad más justa y democrática se destacan la
afirmación de derechos en este plano -propuesta que se ha englobado bajo el
concepto de "derecho a la comunicación"- como también la reapropiación de
las tecnologías de información y comunicación (TIC) al servicio del
desarrollo humano.
Las presiones comerciales
El desarrollo tecnológico no es, como nos lo presenta cierto discurso
promocional, un factor neutro de progreso, con rumbo único y
preestablecido, al cual la sociedad debe buscar la mejor manera de
adaptarse. Al contrario, su orientación está determinada por un juego de
intereses, que no siempre tienen como meta primaria el bien común de la
sociedad.
O dicho en otras palabras, la comunicación y las nuevas tecnologías no son
factores externos que se introducen y que determinarán el futuro de la
sociedad, sino que son parte de ésta y en buena medida determinadas por los
mismos procesos sociales.
La relación entre globalización y desarrollo de tecnologías de comunicación
no es nueva. Recordemos que en el siglo pasado, el telégrafo se desarrolló
inicialmente para responder a las necesidades de expansión del imperio
británico. La actual fase de globalización económica, articulada a partir
de un nuevo ciclo de acumulación de capital, corporativa y transnacional,
conoce una rápida aceleración que se debe, en gran medida, al desarrollo de
las tecnologías de comunicación. Pero el cambio sustancial con relación a
las anteriores innovaciones tecnológicas es el hecho que la propia
comunicación ahora se ha convertido en uno de los sectores más dinámicas
del desarrollo económico.
Esta imbricación entre poderosos intereses económicos y tecnologías de la
comunicación ha dado lugar a presiones por controlar y privatizar áreas
estratégicas que, desde una perspectiva ciudadana, deberían permanecer en
el dominio público.
Dos áreas particularmente apetecidas por intereses privatizadores son, por
una parte, el espectro electromagnético (las ondas de radio, TV, celular,
localizadores, etc.) que tradicionalmente ha sido considerado bien-común
universal; y, por otra, la banda ancha, en pleno desarrollo, que sirve no
solo para Internet sino también, por ejemplo, para nuevos servicios de
entretenimiento que se comienzan a ofertar a empresas y hogares. De hecho
se pretende dividir las bandas digitales en dos niveles: una de alta
velocidad, para contenidos de propiedad comercial; y otra de velocidad
mucho más lenta para lo demás; diferenciación que desvirtuaría el principio
de acceso universal que hasta ahora caracteriza el Internet y podría
incluso conllevar a su privatización paulatina.
Discursos promocionales
Con el auge de la Internet, en la última década, se nos ha vendido un
discurso, o mejor dicho, varios discursos superpuestos, que anuncian
grandes cambios sociales a partir de la introducción de las tecnologías de
comunicación. Estamos, según se nos dice, entrando en la "Sociedad de la
Información", con grandes beneficios para la humanidad.
Estos discursos han variado desde las promesas utópicas de una nueva era de
la democracia participativa, con acceso a la educación y al conocimiento
para todas y todos, el diálogo y la paz mundial, hasta los pronósticos de
un boom económico basado en el comercio electrónico (que con el último
debacle de las bolsas de valores tuvieron que moderarse), hasta las ofertas
de la "oportunidad digital" para acortar las brechas entre Norte y Sur del
globo. Y en los últimos meses se presenta con un nuevo variante: la
tecnología sería la clave para garantizar la seguridad ciudadana.
Mezcla de realidad y fantasía, lo que estos discursos tienen en común es
que presentan a la tecnología como un avance inexorable que puede
solucionar los problemas del desarrollo. Pretenden que la tecnología sería
el motor de los cambios sociales. Esta interpretación tecnócrata hace caso
omiso al hecho que tales soluciones técnicas, sin acompañarlas de
respuestas a las causas -más profundas y complejas- de las desigualdades
sociales y geopolíticas, no solo no resolverán a éstas, sino que las
podrían profundizar.
No es la primera vez que se oye un discurso parecido. En el pasado, con
cada nueva invención tecnológica en el área de la comunicación, en una
primera fase se han pronunciado promesas utópicas parecidas: primero con el
telégrafo, luego el teléfono, la radio y la televisión. Cada tecnología
nueva enarbolaba la promesa de ser el instrumento que traería la
armonización entre culturas y la educación para todos. La realidad ha
demostrado, sin embargo, que ninguna innovación tecnológica es de por sí un
factor de cambio con características inherentes, sino que se implementan en
función de un proyecto determinado de sociedad.
Hoy, sin embargo, cuando la credibilidad del proceso de globalización
económica está venida a menos, por la flagrante injusticia de los impactos
de las políticas neoliberales, parecería que los sectores de poder han
encontrado en la Internet el argumento que demuestra las bondades de la
globalización.
En suma, lo que está en discusión no es el hecho que las TIC están
transformando el quehacer político y social, ni que tienen, efectivamente,
un potencial muy grande para apoyar soluciones a los problemas de
desarrollo y para fomentar una democracia más dinámica y participativa.
Sino que la forma actual en que se está dando el desarrollo tecnológico
bajo un control cuasi-monopólico, deja una gran incógnita en cuanto a la
realización de este potencial.
En el marco de un proyecto que coloca al mercado como el único eje del
ordenamiento socio-político, se plantean serias dudas de si la llamada
Sociedad de Información contribuirá a afianzar la democracia y la
participación ciudadana, como pretenden sus apologistas, o si al contrario,
al poner el mercado y el consumo ante cualquier consideración social y
humanitaria, no redundará más bien en reducir el marco de la democracia.
Tecnología con cara ciudadana
Pero todo no está dicho, y como sabemos, las nuevas tecnologías de
comunicación también están siendo apropiadas por muchas organizaciones
sociales para potenciar sus intercambios, articular redes, acceder a datos
y conocimientos y difundir información, con lo cual, a la vez, contribuyen
a constituir un tejido comunicacional más abierto, participativo y
democrático.
Más allá de esta apropiación de las herramientas y nuevos espacios
comunicacionales, también se han venido desarrollando iniciativas
ciudadanas que permiten tener un mayor control sobre la tecnología misma.
De hecho, desde una fase temprana de la evolución de Internet, iniciativas
de este tipo, tanto del espacio de sociedad civil como del mundo académico,
se apoderaron de una parte significativa de la actividad y desarrollo en
este ámbito, lo que ha gravitado para imprimir a Internet su carácter de
espacio abierto, plural y público, orientación que las redes ciudadanas
siguen impulsando hoy. Y es que de hecho, porque está basado en el
software, cuya principal inversión implica trabajo intelectual, por primera
vez, las iniciativas de comunicación ciudadana cuentan con una tecnología
de punta y no de desecho.
Aún ahora, cuando la empresa privada se ha volcado hacia la Internet y está
invirtiendo grandes sumas para que se comercialice, este carácter de
espacio abierto no se ha perdido, si bien se encuentra amenazado.
Algo parecido ocurre hoy con el llamado movimiento de "software de fuente
abierta" o "software libre", cuyo referente más conocido es el sistema
operativo "Linux", cuyas aplicaciones están siendo desarrolladas por una
amplia comunidad de informáticos. A diferencia del software propietario,
cuyo código es secreto y conocido solamente de la empresa que la vende, el
software de fuente abierta goza de una licencia que no permite restringir
su transferencia, distribución, utilización e incluso alteración de las
características originales. Así, no está controlado por una sola compañía
y todos pueden trabajar para perfeccionar las funciones deseadas, a
condición de compartir sus innovaciones. Es más, por lo general, requiere
de menos recursos instalados (disco, memoria), lo cual permite romper con
el círculo vicioso de tener que renovar constantemente los equipos para
poder utilizar los últimos programas.
Implementado ampliamente en el mercado de los servidores (empresas como IBM
y Samsung lo han adoptado), ahora existen también paquetes para usuarios
finales que no solo compiten con los programas comerciales, sino que al
estar constantemente perfeccionados, ofrecen una mayor estabilidad y casi
ninguna vulnerabilidad a los virus. Se trata, entonces, de una alternativa
que, dentro del marco legal existente, plantea una solución a la imposición
de los derechos de propiedad intelectual, y la posibilidad de romper el
cuasi monopolio detenido por la empresa Microsoft. Permitiría, además,
devolver a la ciudadanía un mayor control sobre la tecnología.
Nuevos derechos
Poder garantizar que la tecnología se desarrolle con un sentido ciudadano,
y no únicamente en el campo comercial, implica también acciones en el plano
de los derechos, incluyendo la legislación, regulación y los marcos
internacionales. Y al respecto, no olvidemos que la tecnología digital
puede prestarse con la misma facilidad a intenciones autoritarias que a
proyectos democráticos.
Actividades como la violación sistemática a la correspondencia privada, el
almacenamiento y venta de datos personales, sin autorización, el rastreo
del comportamiento, gustos e intereses, o incluso de las relaciones y demás
datos íntimos de las personas, para fines comerciales y otros, son algunas
de las nuevas posibilidades que se han facilitado enormemente con la
generalización del uso de Internet, y están siendo aprovechadas por
empresas y agencias de seguridad.
La protección de los individuos contra abusos de tales facultades se ha
vuelto más necesaria que nunca. Sin embargo, en varios países se está
reforzando una tendencia contraria, de facilitar, por ejemplo, las
actividades de espionaje oficial, sobre todo ahora con el pretexto de la
lucha antiterrorista.
Entre otros, la posibilidad que permite Internet de crear espacios privados
de intercambio ciudadano está bajo amenaza. Diversos gobiernos del mundo
sostienen incluso que las comunicaciones privadas que permite la Internet
deben suprimirse. En países que se pretenden democráticos, como Gran
Bretaña, Japón y EE.UU., se están adoptando leyes e introduciendo recursos
técnicos que permiten que el Estado intercepte y controle las
comunicaciones privadas vía Internet.
Garantizar la privacidad de las comunicaciones ciudadanas, extender al
ciberespacio el derecho de asociación y reunión, proteger contra la
censura, garantizar la existencia de espacios de dominio público en los
nuevos medios, son algunas de los temas ineludibles de la agenda ciudadana.
En suma, frente a la lógica excluyente de los sistemas comunicacionales
dominantes, el desafío para la ciudadanía ya no es solamente "dar voz a los
sin voz". También significa reivindicar que la tecnología de comunicación
es un avance que debe servir al conjunto de la humanidad, y no solo a
intereses comerciales. Y ello implica involucrarse en la disputa de
sentidos en torno a la comunicación. Pues, si de verdad estamos entrando
en la "Sociedad de la Información", el debate al respecto debería partir de
la sociedad, no de la información, ni la tecnología.
Sally Burch periodista británica, es directora ejecutiva de ALAI.
* Ponencia preparada para el Seminario: "Comunicación y Ciudadanía",
organizado por ALAI, APC y APRESS durante el II Foro Social Mundial.