Nueva ofensiva de derecha y unidad de los movimientos sociales
Desde nuestra primera reunión efectuada entre el 13 y 16 de noviembre de 2001 en este Palacio de Convenciones, estos Encuentros Hemisféricos de Lucha contra el ALCA y en lo más reciente, de Lucha contra los Tratados de Libre Comercio y por la Integración de los Pueblos, han marcado importantes momentos de reflexión y de concertación para los movimientos sociales.
En ellos adquirió fuerzas la Campaña Continental de Lucha contra el ALCA, la más aglutinante y exitosa de las campañas que hemos desarrollado, por su capacidad para unir a millones de personas en la resistencia frente a la propuesta del gobierno de Estados Unidos y por haber alcanzado su objetivo de frenar aquel proyecto imperialista.
En esta ocasión hemos iniciado nuestro trabajo con imágenes de Encuentros anteriores que nos traen la presencia en ellos del compañero Fidel, el creador y fundador de este evento, el más activo y entusiasta participante en nuestros debates, el primero en la batalla victoriosa contra el ALCA y en el apoyo a los movimientos sociales que luchan por un mundo mejor.
La derrota del ALCA es un hecho histórico del que podemos sentirnos orgullosos en la parte de responsabilidad que nos corresponde, pero no es para festejar la victoria que nos reunimos aquí, sino para enfrentar nuevos desafíos y agruparnos para las batallas actuales.
El ALCA mutó y adoptó un nuevo rostro de Tratados de Libre Comercio sin perder su esencia imperialista. Continúa montada la trampa del libre comercio y en ella han entrado ya 8 países que tienen en funcionamiento Tratados de Libre Comercio con Estados Unidos (Canadá, México, Chile, El Salvador, Nicaragua, Honduras, Guatemala y República Dominicana).
En otros dos países (Colombia y Panamá) los Tratados están pendientes de ratificación por el Congreso de Estados Unidos en el caso de Colombia y por los Congresos de ambos países en el caso de Panamá. En cuanto a Perú se ha producido ya la ratificación por ambos Congresos, pero Estados Unidos exige más concesiones en cuanto a modificaciones en la legislación peruana. Se estima que en agosto de 2008 entraría en vigor.
Uruguay no ha establecido un TLC con Estados Unidos pero pide ampliar el Tratado de Protección y Promoción de Inversiones con ese país.
Europa continúa avanzando en su propuesta de Acuerdos de Asociación con retórica algo diferente a los planteados por Estados Unidos y contenidos similares. La Unión Europea tiene Acuerdos en funcionamiento con México y Chile, mientras avanza la negociación del Acuerdo con Centroamérica y permanece paralizada la negociación con el MERCOSUR.
Las Negociaciones Comerciales Multilaterales en el contexto de la OMC siguen estancadas. Los llamados temas del desarrollo como el trato especial y diferenciado a los países del Sur, la relación entre comercio, deuda y finanzas, así como entre comercio y transferencia de tecnologías, continúan confinados al espacio de la retórica, mientras que los países más ricos presionan para obligar a los pobres a abrir sus mercados, mientras cierran los suyos, en esa hipócrita combinación de liberalismo en el discurso y proteccionismo en todo lo que beneficie sus intereses.
Impulsan la liberalización del comercio de manufacturas en el que disfrutan de ventajas -excepto en sectores de alta utilización de mano de obra como el textil- y siguen tercamente aferrados a la protección de su agricultura no competitiva. Defienden en la propiedad intelectual el modelo monopólico que promueve el derecho privado de las transnacionales, la propiedad extranjera de patentes y menosprecia el conocimiento y el derecho comunitario.
El libre comercio es la máscara que ahora presenta la concepción del mundo y la política que crearon el ALCA. Contra esa política que pretende condenarnos se levantó la protesta y la movilización social en Costa Rica, donde el No al Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos alcanzó al 48,2% de los votantes, a pesar de la campaña de presiones, amenazas y la guerra mediática que desde el gobierno de ese país y desde la casa matriz de los TLC en Washington fueron aplicadas sobre el pueblo costarricense.
Frenamos el ALCA pero la ideología neoliberal del libre comercio sigue viva e intenta incluso tomar un nuevo impulso en lo que algunos llaman una segunda oleada de neoliberalismo que pretende aprovecharse de los cimientos neoliberales no extirpados aun en la región y de los altos precios de ciertos productos básicos o commodities que la coyuntura internacional ha propiciado en los años más recientes.
Ahora aparece ante nosotros la propaganda del crecimiento del PIB en América Latina en los últimos tres años y los elogios a una especialización en productos básicos que repite los viejos argumentos de la dependencia y profundiza la posición subordinada frente a los países del Norte. Estos países seguirían consumiendo nuestras materias primas, exportando hacia nosotros bienes tecnológicos y monopolizando la economía del conocimiento.
El crecimiento más alto de los últimos años, efectuado sobre las bases neoliberales de la mayoría de las economías de la región e insertada en el patrón de relaciones de explotación Norte-Sur, no ha hecho más que enriquecer a los ya ricos y apenas alcanzar con residuos a los 200 millones de pobres, 53 millones de hambrientos y 42 millones de analfabetos. Ellos necesitan alimentos, trabajo, educación y salud, no libre comercio ni una nueva oleada neoliberal de ingreso de transnacionales ávidas de controlar los recursos naturales que en el Norte escasean, y los productos básicos ahora con precios más altos.
Eduardo Galeano, en un adelanto a su nuevo libro “Espejos. Una historia casi universal” escribe lo siguiente bajo el título Organización Mundial de Comercio: “Había que elegir al dios del comercio desde el trono del Olimpo, Zeus estudió a su familia. No tuvo que pensarlo mucho. Tenía que ser Hermes, Zeus le regaló sandalias con alitas de oro y le encargó la promoción del intercambio mercantil, la firma de tratados y la salvaguarda de la libertad de comercio. Hermes, que después, en Roma se llamó “Mercurio, fue elegido porque era el que mejor mentía”.
Las ilusiones nacidas al calor del crecimiento económico de los últimos años están seriamente amenazadas de evaporarse debido a la crisis económica incubada en la economía de Estados Unidos, la que parece encaminarse hacia una megacrisis de gran profundidad, capaz de arrastrar en su caída todos los crecimientos económicos de los países dependientes y ratificar que la función de los países latinoamericanos no es aprovechar una temporal coyuntura alcista que desemboca siempre en nuevos descalabros, sino en cambiar el campo de juego capitalista donde las crisis cíclicas se suceden, por otro escenario de cooperación y solidaridad.
Ante los movimientos sociales se presentan sucesos de gran envergadura actual y futura, que enfatizan con mayor vigor que nunca la necesidad de la unidad de ellos en la lucha por un mundo mejor, con rostro definido y decididamente anticapitalista.
Desde el verano de 2007 el estallido de la burbuja financiera en el sector inmobiliario de Estados Unidos mostró la fragilidad del crecimiento económico de ese país entre 2002 y 2006. La burbuja financiera de la informática que estalló en 2001 fue sustituida por la burbuja inmobiliaria en una demostración de que el sistema no tiene otro recurso para lograr dinamismo a corto plazo, que la especulación financiera desbordada.
Hoy, se desarrolla en Estados Unidos una discusión intrascendente acerca de si ha comenzado o no la recesión en esa economía.
Más allá de definiciones convencionales, la realidad indica que hoy unos 2 millones de familias amenazadas de ser desalojadas de su viviendas, que sólo desde enero de este año se han perdido 232 mil empleos y el desempleo alcanza ya 5,1%, que la recesión y la inflación se acompañan porque la crisis financiera coincide con la crisis energética que mantiene elevado el precio del petróleo, y que se ha evaporado hasta ahora cerca de 1 millón de millones de dólares en pérdidas financieras.
Todo indica que al sistema de globalización capitalista transnacional se le va acabando el espacio de maniobra para evadir la megacrisis que porta en su interior.
El avance de la globalización y el tejido de interdependencias que ella establece, indica que esta crisis tendrá alcance global y cobrará un costo más alto que cualquiera de las crisis capitalistas anteriores.
Es curioso como algunos neoliberales que habían argumentado sobre lo definitivo de las interdependencias de la globalización, ahora en la reciente reunión de Davos argumentaron lo contrario, al sostener la ilusoria posibilidad de que algunos países de los llamados emergentes, pudieran desacoplarse de los efectos de la crisis y permanecer intactos frente a ella.
Lo real es que la globalización nos enlaza a todos, pero no todos somos igualmente vulnerables ante una gran crisis económica. El Sur subdesarrollado es quien con mayor intensidad sufriría sus golpes.
Nunca antes se había acumulado tan gigantesca burbuja especulativa presta a estallar. Nunca antes había ocurrido la combinación y el entrelazamiento de crisis económica, crisis energética, crisis alimentaria y crisis ecológica. Nunca antes había coincidido un gasto militar tan gigantesco como el de Estados Unidos con la incompetencia de su acción militar y la persistencia en imponer al mundo el terror con el pretexto de luchar contra el terrorismo.
Nunca antes se habían diseminado por el mercado financiero globalizado una cantidad tan astronómica de derivados financieros salidos de la avidez especulativa, muchos de ellos contaminados por la crisis inmobiliaria de Estados Unidos, a tal punto de ser llamados valores-chatarra, y prestos a estallar en las manos de sus poseedores en una cadena de estallidos imprevisibles. Nunca antes la depredación especulativa había alcanzado tales niveles de canibalismo financiero como lo mostró la quiebra de Bear Stearns, el quinto banco de inversión del mundo.
Nunca antes la política neoliberal mostró tan a las claras su esencial hipocresía cuando el gobierno británico nacionalizó el banco Northern Rock -espantosa herejía anti mercado- y los estados del Primer Mundo intervienen en la economía de variadas formas para evadir la quiebra.
La crisis financiera actual en su entrelazamiento con otras crisis mencionadas pone de manifiesto la elevada depredación social, económica, ambiental a que ha llegado el sistema y que se expresa en absurdos tales como el gasto superior a 500 mil millones de dólares en armas, mientras en el estado norteamericano de Oregón se establece una lotería para entregar unos 10 mil planes de cobertura de salud entre más de 90 mil solicitantes que carecen de ellos, y que son apenas una pequeña fracción de los 45 millones de personas que en Estados Unidos no tienen cobertura de salud.
Mientras tanto, continúan manifestándose las evidencias ya inocultables de un proceso de cambio climático de alcance planetario, sobre el que el Panel de Expertos de Naciones Unidas sobre Cambio Climático llama con urgencia la atención.
El medioambiente está alcanzando peligrosos límites de tolerancia frente a la salvaje depredación a que lo somete el lucro de mercado. La seria amenaza ambiental no es un resultado tecnológico, sino social. Al capitalismo le interesa la transformación de la naturaleza sólo como instrumento para la valorización del capital. La protección de la naturaleza y de las condiciones ambientales para la vida, no son más que costos reductores de ganancia, por lo que la estricta lógica del sistema, despojada de regulaciones, es depredadora del medioambiente.
La crisis ambiental tiene al lucro de mercado como su motor, a la opulencia despilfarradora como su agravante mayor y la pobreza que es hija del sistema y destruye el bosque porque no tiene otro combustible para cocinar, como su agravante menor.
En el tema de los agrocombustibles se entrelazan la crisis económica, la crisis energética y la crisis ambiental en una perversa combinación.
La producción de cereales no es suficiente para satisfacer la demanda, el precio de los alimentos se incrementó en 55% desde junio del pasado año y el Programa Mundial de Alimentos ha tenido que implorar la entrega de 500 millones de dólares adicionales para enfrentar la subida de precios. Las existencias mundiales de arroz podrían caer al nivel más bajo en 25 años, el trigo tiene el más alto precio en los últimos 28 años, la leche en polvo ha triplicado su precio en poco más de dos años. El precio del maíz sigue subiendo, mientras continúa la carrera por el acaparamiento de tierras para producir alimentos que no alimentarán a seres humanos, sino a los lujosos automóviles del Primer Mundo.
Si la acción combinada del alto precio del petróleo, del cambio climático, del consumo incrementado en algunos países, impulsa al alza el precio de los alimentos, esa tendencia se hace más grave aun por la carrera insensata de los agrocombustibles.
Insertados los agrocombustibles en el patrón de consumo despilfarrador en el Norte y sometidos al agronegocio transnacional dominante, ellos no hacen más que satisfacer las expectativas de los consorcios petroleros, el agronegocio transnacional y la industria automovilística, al precio de encarecer aun más los muy caros alimentos para los 800 millones de hambrientos, y para el creciente número de los amenazados por caer en esa categoría ante los precios en aumento.
Bajo el control del agronegocio transnacional, los agrocombustibles representan otra ilusión de encontrar una solución tecnológica a los excesos de la tecnología que impulsa el capitalismo. A la catástrofe energética de haber esquilmado los combustibles fósiles, el sistema responde con la catástrofe de colocar la producción de alimentos como soporte del derroche de un patrón de consumo suicida en el Norte.
No son los campesinos, sino el agronegocio transnacional que controla las redes de comercialización, las que se benefician de los altos precios de los alimentos. Esos altos precios golpean a los consumidores, pero no benefician en igual grado a los productores. Los productores de cereales enfrentan altos precios de los fertilizantes, los ganaderos enfrentan altos precios de los piensos, los campesinos venden sus producciones en la cadena del agronegocio a un precio muy inferior al que los consumidores pagan. Los campesinos sin tierra y los obreros agrícolas sufren con especial intensidad el alto precio de los alimentos. Los especuladores financieros saben que el precio de los alimentos seguirá subiendo y con su especulación los hacen subir más aun.
Ante esas realidades el destino de nuestros pueblos no puede ser producir alimentos para que estos sean cada vez más lejanos y caros para los hambrientos y para seguir sosteniendo un patrón de consumo despilfarrador y frívolo.
No puede ser el lucro de mercado el que ofrezca una falsa solución a la crisis de los combustibles fósiles, aumentando el hambre en el mundo y multiplicando la presión sobre el medioambiente. El camino inmediato a seguir para no continuar en la carrera suicida, es el ahorro máximo del petróleo todavía disponible con medidas como el cambio masivo de bombillos incandescentes por ahorradores, mientras se desarrollan fuentes alternativas de energía renovable como la eólica y la solar.
Después de la desaparición del ALCA ha cambiado en algunos aspectos el escenario de lucha de los movimientos sociales. Desapareció aquel proyecto imperialista que con sus amenazadores propósitos, tenía la capacidad de unir a muchos en la lucha contra él. Los Tratados de Libre Comercio representan la misma esencia del ALCA, pero su dispersión en las heterogéneas realidades nacionales y sus plazos diferentes entre si, dificultan la coordinación regional de las luchas.
Nos enfrentamos hoy a variados temas, todos expresivos de la injusticia y la opresión, pero ninguno con la capacidad de convocatoria unitaria hemisférica que tuvo el ALCA.
En los Tratados de Libre Comercio y en las negociaciones de la OMC, en la militarización y criminalización de la protesta social, en la depredación del medio ambiente, en la difusión de una anticultura de la frivolidad y el consumismo, en los atentados a la soberanía alimentaria y en otros temas, la sociedad capitalista de nuestros días hiere, degrada y excluye, pero al mismo tiempo dispersa y atomiza las luchas de resistencia.
En ese escenario de diversidad temática y de complejidades acrecentadas encontramos un reto mayor para el trabajo de los movimientos sociales que integran la Alianza Social Continental y de los que no la integran aunque comparten similares enfoques. El reto es actuar en las específicas realidades nacionales o subregionales y al mismo tiempo, enlazar las luchas de unos y otros, movilizar a los pueblos en la resistencia frente al mundo peor y también avanzar en darle rostro concreto al mundo mejor que en algunos países lucha duramente por nacer en batalla encarnizada contra los imperialistas de afuera y sus aliados internos.
En Venezuela la Revolución Bolivariana sufre la embestida imperialista. En Bolivia la mano de la embajada norteamericana está detrás del movimiento separatista oligárquico.
El neoliberalismo ha perdido mucho de lo que fue su atractivo y ha sufrido golpes, pero no ha sido desarraigado ni cortada su fuente nutricia que es el capitalismo. Es necesario romper con el pensamiento y la práctica económica que persiste encerrada en el equilibrio fiscal, el libre comercio y la liberalización financiera, aun después que la mayoría de la población ha votado contra esa política.
La crisis del neoliberalismo no será irreversible, por más injusticia que provoque, hasta que nuevos valores de pensamiento vayan sosteniendo una nueva práctica económica y política basada en la solidaridad y en la cooperación. El virus neoliberal lo genera el capitalismo, es una criatura nacida de sus entrañas, de él recibe su código genético y a ese virus recurre cuando le conviene su reproducción.
La crisis irreversible del neoliberalismo la aportará el socialismo, esto es, una nueva forma de concebir la relación de los humanos entre ellos y con la naturaleza.
Mientras tanto, el clan neoliberal intenta agruparse y concertar acciones para una contraofensiva contra lo que llaman populismo, aludiendo a los gobiernos que rechazan el neoliberalismo y a los movimientos sociales que estamos aquí reunidos.
La reunión efectuada hace pocos días en Rosario, convocada por la llamada Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales (FAES), una creación de José María Aznar, orgánicamente ligada al Partido Popular, y con participación de instituciones emblemáticas del más duro pensamiento neoliberal como la Heritage Foundation, el Instituto Cato y la Atlas Research Institute, es una clara expresión de esa contraofensiva derechista con la participación de una numerosa muestra del pensamiento más conservador, incluyendo seis ex-presidentes de infatigable afán neoliberal, una lista de intelectuales domesticados y el personaje mafioso que durante una parte del gobierno de Bush se encargó de los asuntos latinoamericanos.
Nada se hace sin la aprobación de Washigton y su apoyo financiero.
Esta reunión de tanto ruido y tanto dinero, convocada por el personaje del bigotito hitleriano y feroz cómplice de la agresión a Iraq, tuvo un objetivo central: lanzar a escala continental una ofensiva derechista en contra de lo que llaman “populismo revolucionario en su vertiente más alocada” y al mismo tiempo regresar a la “democracia liberal” y al neoliberalismo del mercado con poderes omnímodos.
Para estos paladines de la derecha los enemigos a derrotar son ante todo, los gobiernos de Hugo Chávez y Evo Morales, y todo gobierno que adopte decisiones contrarias al supremo dictamen de los mercados, y con no m