América Latina en una encrucijada histórica
Cochabamba: Mandatarios, mercado y energía versus campesinos, indígenas y la Pachamama
“No podemos reducir la Comunidad Sudamericana a una asociación para hacer proyectos de autopistas o créditos que acaban favoreciendo esencialmente a los sectores vinculados con el mercado mundial. Nuestra meta debe ser forjar una verdadera unidad para ‘vivir bien’. Decimos ‘vivir bien’ porque no aspiramos a vivir mejor que los otros. Nosotros no creemos en la línea del (mal llamado) desarrollo ilimitado a costa del otro y la naturaleza. Tenemos que complementarnos y no competir. Debemos compartir y no aprovecharnos del vecino. ‘Vivir bien’ no es sólo en términos de ingreso per cápita sino de identidad cultural, de comunidad, de armonía entre nosotros y con nuestra madre tierra”
Carta de Evo Morales a presidentes y pueblos sudamericanos convocándoles a Cochabamba
“Estamos al borde de un precipicio, el cielo está a punto de caerse. Al mismo tiempo, estamos llenos de esperanza. Finalmente podemos ver la luz al final del túnel. Cómo explicar esta contradicción. Me faltan las palabras. Toda la cultura política en la que me eduqué hasta ahora, sobre todo la que define mi posición política y militancia, parece ahora crecientemente inadecuada en el mundo que vivimos, para describir el momento presente en Oaxaca, en México, y a escala global”.
Gustavo Esteva: “La ‘Otra Campaña’ y la Izquierda: Reclamando una Alternativa”
Índice:
- Cumbres en Cochabamba, en medio de la rebelión de la derecha boliviana y la crisis energética.
- América Latina una presa complicada para el capitalismo depredador global.
- Auge de resistencias y crisis de gobernabilidad en Abya Yala.
- La Cumbre Sudamericana de Naciones: tensiones en torno a los distintos proyectos de integración, con la energía como telón de fondo.
- La Cumbre Social, la verdadera protagonista de lo acontecido en Cochabamba.
- La necesaria alerta de los movimientos sociales ante los distintos proyectos del poder, para no convertirse en cómplice de ellos.
- La crisis de la energía afectará de lleno a los distintos proyectos en liza y avivará las tensiones en torno a los modelos de desarrollo.
Cumbres en Cochabamba, en medio de la rebelión de la derecha boliviana y la crisis energética[1]
En diciembre de 2006 han tenido lugar en este bello rincón de los Andes, el corazón de América del Sur, dos cumbres en gran medida interrelacionadas, que han tenido (y tendrán) como veremos una gran trascendencia: la Cumbre de la Comunidad Sudamericana de Naciones (CSN) y la Cumbre Social por la Integración de los Pueblos. Las dos fueron convocadas en principio por Evo Morales, pero su dinámica, contenido y funcionamiento interno han sido muy distintos, como no podía ser de otro modo. Una ha sido la cumbre de los mandatarios políticos, para intentar institucionalizar mínimamente la CSN, un proceso cuyos principios se remontan al año 2000, y que el año pasado fue auspiciada por Brasil. La CSN es un intento de articular supraestatalmente el subcontinente, desde las actuales estructuras de poder, para mejor operar en el nuevo capitalismo global cada día más multipolar. Es decir, en el que está no sólo el peso indudable de los grandes actores mundiales: EEUU y Europa, el núcleo duro de Occidente, sino también la presencia cada día más palpable de grandes países emergentes: principalmente China, en menor medida India, y bastante más lejos Brasil, junto a un nuevo reforzamiento de Rusia, en base al petróleo y al gas. En esta ocasión la convocatoria impulsada por Evo Morales era bastante distinta, lo que cabría entender por la dependencia que mantiene el propio Evo de los movimientos populares que le auparon al gobierno, especialmente respecto de las organizaciones campesinas e indígenas.
De ahí la importancia de la otra cumbre: la Cumbre Social, sobre todo porque ésta se impulsaba por la llamada Alianza Social Continental (ASC), que es un proceso de articulación de las resistencias al neoliberalismo, desde Argentina a Canadá, expresada sobre todo (hasta ahora) por la oposición al llamado ALCA (Acuerdo de Libre Comercio de las Américas). La ASC surge como una red de redes de resistencia a los intentos de EEUU de imponer una gran área de libre comercio, un enorme mercado único, desde Alaska a Tierra de Fuego, y ha sido muy eficaz para frenar los intentos del poderoso vecino del Norte de reforzar (aún más) su dominio y sus intereses en todo el hemisferio. La ASC ha logrado articular y coordinar un gran elenco de resistencias, de una gran pluralidad de organizaciones, en un contexto latinoamericano marcado por una creciente movilización social en los últimos tiempos. Las importantes movilizaciones que ha impulsado la ASC desde hace años, han condicionado la posición de los propios poderes políticos sudamericanos, sobre todo en esta última etapa, y es lo que hizo posible que el ALCA, como proyecto, quedara por ahora enterrado en la pasada cumbre de Mar de Plata. Desde entonces, EEUU busca promover la defensa de sus intereses por otras vías con algunos de los países de la región (Tratados de Libre Comercio bilaterales: TLC’s), y los países más alejados del dictado de Washington, como comentaremos, han ido buscando distintos caminos para intentar consolidarse como bloque supraestatal con el fin de mejor defender sus intereses. La UE también pretende defender sus intereses bajo una lógica similar, aunque utilizando, como se apuntará más adelante, los mecanismos de poder blando, que sabe manejar tan bien.
Pero lo que queremos resaltar ahora, al principio de este texto, es que las organizaciones y movimientos que se reunieron en la Cumbre Social, y en especial aquellos provenientes de Bolivia, pero en general de todo el área andina, se han convertido en un actor político clave que por el momento condiciona los procesos de integración subcontinental y asimismo las formas de inserción de Latinoamérica en el mercado mundial. Hasta ahora la ASC se había reunido en grandes encuentros hemisféricos para condicionar la postura de los gobiernos fundamentalmente ante el ALCA (y ahora los TLC’s), aparte de las movilizaciones desarrolladas en cada uno de los Estados que impulsaban los distintos capítulos nacionales de la Alianza. Pero ahora el encuentro convocado por la Alianza en Cochabamba pretendía ir más allá, con el fin de fomentar no solo las resistencias, sino de hablar también de alternativas. Sobre todo en un momento en que parece que desde las estructuras de poder político latinoamericano, condicionadas asimismo por importantes actores económicos locales de algunos Estados (en especial Brasil), pretenden impulsar ya sus propios (pero también distintos y contradictorios entre sí) proyectos de integración subcontinental. La Cumbre Social quería discutir y posicionarse respecto de esas diferentes alternativas de integración, para que la misma, de llevarse a efecto, sea una integración que sirva a los pueblos, y no al mercado latinoamericano y mundial, y a la lógica del capital. En definitiva, una integración para "Vivir bien", y caminar hacia otro modelo de sociedad en Abya Yala (Latinoamérica), en equilibrio con la Pachamama (la Madre Tierra). El propio Evo Morales, de extracción indígena, en su carta de convocatoria a ambas cumbres, tomaba prestado de los movimientos campesinos e indígenas estos contenidos, que para nada son compartidos por la gran mayoría de los actores estatales y gubernamentales, cuyos representantes por otro lado son criollos.
Pero estas dos cumbres han estado marcadas también por dos grandes condicionantes. El primero es la rebelión de la derecha boliviana, destinada no sólo a hacer descarrilar las reformas emprendidas por el gobierno de Evo Morales, en especial la Asamblea Constituyente y la organización territorial del Estado, sino que también esta protesta estaba orientada a hacer fracasar la cumbre de mandatarios, e infligir un alto coste político a Evo. Dicha rebelión ha contado, por supuesto, con importantes apoyos externos (no explícitos) desde EEUU y UE. Por otra parte, el control de la mayoría de los medios de comunicación locales, y su relación con los media globales, han permitido que la protesta tuviera un importante impacto socio-político, tanto interno, como regional y mundial. Esta protesta se había impulsado desde semanas antes para hacer coincidir su punto álgido con la cumbre de mandatarios, aunque continúa con intensidad una vez acabada la CSN. Y el segundo factor que ha condicionado, pero también facilitado la cumbre, como analizaremos, es la crisis energética que empiezan a vivir algunos países del subcontinente, que les hace acudir y apoyar a regañadientes, aunque intentando barrer para defender sus propios intereses, las convocatorias de integración de los países díscolos que poseen petróleo y gas (principalmente Venezuela, Bolivia y ahora Ecuador), aunque se distancien claramente de sus propuestas políticas. Por último, un tercer condicionante más lejano, pero cercano a la vez, era todo lo que acontecía en México, y en especial en Oaxaca, en donde una rebelión popular, de fuerte componente indígena, estaba intentando ser aplastada por un Estado en fuerte crisis. En crisis terminal, podríamos decir. De todo esto intentaremos hablar en este texto, con el fin de entender las claves, las tensiones y los resultados de ambas cumbres, y cómo se prefiguran los futuros escenarios en el subcontinente, y en América Latina en general, así como a qué cuestiones es especialmente importante que presten atención los movimientos sociales latinoamericanos, para no acabar legitimando determinadas propuestas de integración, que para nada tiene que ver con los intereses que defienden.
América Latina una presa complicada para el capitalismo depredador global.
Ante el fracaso de la cumbre del Mar del Plata, y la paralización por el momento de las negociaciones en la OMC, EEUU ha reorientado en América Latina (y en el mundo) la búsqueda de sus objetivos, en esta nueva etapa marcada también por la "globalización armada", que se hace claramente patente tras los acontecimientos del 11-S y la guerra contra Irak (y Afganistán). Tras la ruina del ALCA, Washington está impulsando los llamados TLC’s bilaterales, con países (Chile, Colombia, Perú), o conjuntos de países (Centroamérica, p.e.) afines de América Latina, a través de los cuales tiene una mayor capacidad de imposición de sus intereses, dividiendo de esta forma las posibles estrategias de coordinación de los países al Sur del Río Grande. La propia CAN (Comunidad Andina) ha saltado prácticamente por los aires al haber aprobado dos de sus miembros, Perú y Colombia, TLCs con su poderoso vecino del Norte, y al haberse negado a firmar y salirse de la misma Venezuela, o rechazar el TLC con EEUU el nuevo Ecuador de Correa. Y hasta Bolivia se está distanciando asimismo de esta estructura regional, en estas circunstancias. Además, Bolivia ha rechazado el TLC con EEUU. Por otra parte, a México le ha propuesto avanzar más en su dependencia con EEUU, planteándole (junto a Canadá) la firma de un nuevo acuerdo: el ASPAN (Alianza para la Seguridad y Prosperidad para América del Norte), que es una ampliación del TLCAN (Tratado de Libre Comercio de América del Norte) en los campos energético, securitario (“anterrorismo” y control migratorio) y militar, principalmente.
El TLC con Centroamérica está prácticamente cerrado, aunque todavía falta ratificarlo por parte de Costa Rica y República Dominicana. Todo esto crea una situación enormemente compleja, pues de acuerdo con el principio de "Nación Más Favorecida", que preside todos los tratados de libre comercio, las preferencias que p.e. Colombia otorgue a EEUU a través del TLC, automáticamente se extienden a todos los países de la CAN, a no ser que ésta estalle o se desintegre, que es lo que está ocurriendo ya en gran medida. Lo mismo se podría decir de Chile, y su TLC con EEUU, en su dinámica de aproximación a Mercosur. El hueso duro de roer para Washington por la dimensión de algunos de sus miembros (Brasil y Argentina), el interés de estos dos países de impulsar sus dinámicas propias, el hecho de que esté en trance de ingresar Venezuela, y hasta Bolivia (y tal vez ahora Ecuador), así como la mayor interrelación con la UE de toda esta zona. Las preferencias que Chile ha dado a Washington, automáticamente se extenderían también a todo el nuevo Mercosur. Es decir, los acuerdos que se están firmando a título individual o colectivo con el macrovecino del Norte, pueden poner en peligro cualquier intento autónomo, con una mínima lógica interna, de integración Sudamericana. Centroamérica y México tienen ya una fuerte dependencia con EEUU. Y es por eso que en estos últimos tiempos hemos visto cómo se impulsaban distintos procesos independientes por parte de algunos actores estatales sudamericanos, aquellos más enfrentados con los intereses de Washington: Venezuela, Bolivia, y Cuba (tales como el ALBA, y el Tratado de Comercio de los Pueblos).
Por otro lado, la UE tiene poderosos intereses en América Latina y tampoco se queda atrás en la defensa de los mismos. Desde hace años ha ido buscando acuerdos bilaterales con algunos de los principales actores de la región, siguiendo la estela de Washington. Y los ha logrado ya con México y Chile, yendo en algunos casos más allá de lo alcanzado por Washington. Eso sí, la UE se presenta como lobo cubierto con piel de oveja, complementando sus intereses económicos, comerciales y financieros con una retórica en la que resalta el diálogo político y la cooperación, así como las cláusulas democráticas y de derechos humanos. Pero esto es puro papel mojado, como quedó claro en la Cumbre UE-América Latina de 2004, en Guadalajara (México), cuando ante la brutal represión policial que rodeó aquella cumbre la UE no dijo esta boca es mía. Pero sí es cierto que la UE acompaña sus acuerdos con más zanahorias que palos, en comparación con EEUU. Le gusta presentarse de forma distinta. Su influencia en la región intenta profundizarla más en base (por ahora) al poder blando (cooperación, dinero para ONG’s, etc), que al poder duro, puramente militar, del que carece por el momento como actor autónomo (está empantanada la aprobación de la Constitución Europea que le permitiría desarrollarlo). Esto no es el caso de EEUU con una fuerte presencia militar en gran parte de la región, especialmente en Colombia. Washington tiene un especial interés en contr