Costa Rica: En Guardia
Que la verdad sea dicha: la marcha de ayer fue grande y ordenada. Demostró que un gran sector costarricense, compuesto por intelectuales, estudiantes, agricultores, trabajadores sindicalizados y gente común, malquiere a muerte el TLC (en adelante, el malquerido).
Hubo algunos incidentes, como era de esperar, pero la sangre no llegó al río. El Torres y María Aguilar fluyeron como siempre y el mayor santuario de saurios, el Grande de Tárcoles, prosiguió su curso normal depositando en la playa de Tivives su creciente embalaje de excremento, desechos y condones (sin juzgar mal a los lagartos). Pero ninguno se tiñó de rojo. La pregunta es qué sucederá ahora.
Uno puede especular. Decir, por ejemplo, que el Gobierno no modificará su convocatoria a sesiones extraordinarias y la Asamblea aprobará el malquerido por simple mayoría. También se puede pensar que los manifestantes, alborotados por lo acontecido y excitados por las caricias del cálido verano, se montarán en un patín de creciente alborozo callejero para tratar de disuadir a los diputados. Pero tampoco tendrán éxito. El malquerido será eventualmente ratificado. ¿Qué sucederá luego?
En mi opinión, la próxima (y verdadera) pelea no tendrá lugar en las calles sino en el recinto de la Sala IV donde solo podrán intercambiar palabras y golpes (en sentido figurado) los avezados iniciados en la esotérica disciplina constitucional. Ahí, creo yo, se librará una decisiva batalla. Los magistrados tendrán que decidir si los negociadores hicieron bien la tarea o si, por error o novatada, concedieron más de lo necesario para forzar abruptamente las virginales normas de la Constitución. ¿Vendieron por un plato de lentejas la competencia del juez nacional para resolver disputas entre el Estado costarricense y las transnacionales? Ese punto es clave. Y no basta decir si ya la Sala lo resolvió o no, sino, más bien, si está dispuesta a darle una segunda mirada. Nada de lo dicho por ella está escrito en piedra.
Y ahí cobra relevancia la novedosa tesis del Lic. Juan José Sobrado, otro de los iniciados en la sibilina secta constitucional: si el TLC fracasara en sede jurisdiccional y hubiera peligro de perder los beneficios de la Cuenca del Caribe (horror de horrores), la Asamblea podría aprobar, por simple mayoría, una reducción arancelaria unilateral a los bienes y servicios de los EE. UU. incluidos en el TLC y votar a la vez las leyes buenas complementarias para demostrar su buena fe en el comercio con esa nación. Así, difícilmente nos quitarían los beneficios actuales. Y se podría negociar otro tratado comercial sin manosear la soberanía nacional.