Si los contenidos del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos no entrañan una violación de nuestros textos constitucionales y, además, tienen claridad, precisión y alcances fácilmente comprensibles, la incorporación de cláusulas interpretativas que abunden en la puntualidad y diafanidad de sus alcances resulta innecesaria.

Al contrario, de creerse indispensables estas cláusulas –como parece entenderse dado el aluvión de iniciativas parlamentarias en este sentido– hay que pensar que los términos negociados en este convenio no tienen el refinado tino que reclama asunto tan delicado.

Por estas cláusulas, el Congreso –inhibido para introducirle modificaciones al TLC– apenas puede hacer constar una determinada forma de interpretar el significado de un punto concreto. Aún así y en vista de que este Tratado es un pacto multilateral, las cláusulas interpretativas sólo adquirirán valor y eficacia cuando los otros signatarios expresamente las tengan por válidas, esto es, entiendan que en verdad se justifican para clarificar el texto y no lo enmiendan.

De modo que no hay que hacerse ilusiones con que la Asamblea Legislativa pueda interpretar que “donde digo digo, no digo digo sino Diego”.

En cambio, el nunca bien ponderado presidente Bush goza de la prerrogativa episcopal de autorizar o negar el “imprimatur”: el Tratado entraría en vigor si él, y sólo él, certifica que las cláusulas interpretativas se avienen con lo pactado y que Costa Rica ha dictado la legislación de implementación comprometida para la administración del TLC. Así que lo mejor es que en el matriarcado reinante en nuestro Parlamento no se hagan ilusiones.

En la mitología griega la madre de Aquiles tomó a su hijo por el talón y lo sumergió en una laguna para dotar su cuerpo de invulnerabilidad Invulnerable quedó Aquiles, en efecto, salvo en su talón, un secreto celosamente guardado hasta que Apolo –conociéndolo– hizo que ahí acertara la flecha disparada por Paris. ¿Le habrán descubierto el vulnerable talón al régimen de bandas cambiarias adoptado por el Banco Central? Hay noticias de que al novel régimen de bandas ya le tomaron la medida y de que poderosos agentes financieros extranjeros hacen uso de su posición dominante para sacar ventaja. Están inyectando cuantiosas sumas de dólares, lo que explica en buena parte la insólita, por cuantiosa, liquidez que hay en nuestra economía. Tan grandes cantidades de dólares desbordan toda capacidad de compra de las entidades financieras locales. Sólo el Banco Central queda como única ventanilla de destino de esos millones de dólares. Cerrarla sería un pésimo mensaje, así estén colmados sus cofres. La transferencia de dólares se mantendría todo el tiempo que se requiera. Hasta que el Central reajuste las bandas hacia abajo, convencido de que el colón está sobrevaluado y de que no puede seguir pagando un sobreprecio por dólar. Una vez que esa rebaja llegue a ser de cuantía interesante, aquellos miles de millones de colones vuelven a convertirse en dólares, sólo que comprados a menor precio que el existente en el momento anterior, cuando se le vendieron al BCCR. Si así están las cosas, ¿habrá fallado el modelo de bandas cambiarias como herramienta para abatir el efecto inflacionario del viejo sistema y para cauterizar la especulación a gran escala?

(La República)

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