Costa Rica: Del Macartismo al Mar-arismo

2006-11-07 00:00:00

No vale hablar de los logros de hace 20 años, logros en los que una mayoría de los costarricenses participamos apoyándolos decididamente y que no pueden ser entonces gloria de un presidente, sino de todo el país.

Pareciera que para el presidente Arias, los y las costarricenses no somos capaces de pensar ni crear y si cuestionamos, es producto del concurso de otros y otras para hacerlo.

En su acostumbrado mensaje de los domingos, el Presidente de la República nos contó que es víctima de una campaña internacional proveniente de Cuba, para denigrarlo y, con ello, a todos los y las que vivimos en este país.

Ignoro si existen pruebas de tal conjura internacional, pero mucho bien le haría al país y a la ciudadanía que nos las dieran de una vez, para sentar las responsabilidades del caso y que el decir del Presidente no proviniera únicamente de lo escrito en el órgano oficial de ese país.

Para fijar posiciones y asumir responsabilidades, como corresponde, dejo constancia de que, con relación al tema cubano, creo que corresponde a su sociedad ver qué sigue una vez que haya desaparecido su actual régimen y que me siento mucho más afín a las posiciones expresadas por Osvaldo Payá y Eloy Gutiérrez Menoyo.

Pero en lo que me ocupa en este comentario, siento que hay cosas que se omiten en el discurso presidencial y que merecen ser aclaradas; es el actual gobierno el que firmó un decreto ejecutivo del Ministerio de Salud, que regula lo relacionado con portación y fabricación de armas en nuestro país; son por lo tanto este Gobierno y sobre todo el presidente Arias quienes deben explicar a la ciudadanía el porqué de tal decreto.

Es el actual gobierno el que aumentó desproporcionadamente los anillos de seguridad alrededor del Presidente; si en un momento se criticó a Miguel Ángel Rodríguez el uso de motorizados de tránsito para abrirse paso por las abarrotadas vías de San José -por ser esto ajeno a un país que no es dado a la admiración por los excesos- más lo debe ser que en una actividad de celebración de un cantonato se cierren calles y se niegue el libre acceso a tales actividades, en nombre de una seguridad que ningún presidente antes del actual -ni en sus peores baches de popularidad-, utilizó jamás. No vale hablar de los logros de hace 20 años, logros en los que una mayoría de los costarricenses participamos apoyándolos decididamente y que no pueden ser entonces gloria de un presidente, sino de todo el país; menos cuando se omite por pura conveniencia que hace 20 años estaba el mundo sumergido en una confrontación este-oeste y protagonizada por la extinta URSS y Estados Unidos de América.

¿Acaso únicamente el presidente Arias quería la paz por ese entonces? ¿No es cierto que estuvo acompañado en sus esfuerzos por la mayoría de los y las costarricenses? ¿No hubo en 1984 una inmensa marcha de todos los sectores nacionales, en apoyo al entonces presidente Monge y su proclama de la neutralidad, necesaria por aquellos años, para no vernos involucrados en una guerra con Nicaragua, impulsada por Estados Unidos?
En 2006 la realidad es otra; no existe la URSS ni se discute en nuestro país sobre la paz o la guerra; se discute sobre si cambiamos o no un modelo de sociedad por otro, gracias al TLC; se discute sobre la congruencia de los políticos entre lo que dicen y hacen, se discute sobre si el valor Solidaridad es igual a la palabra competencia.

En los años 50, el tristemente célebre senador Joseph McArthy, en Estados Unidos de América, planteó que en su país existía una quinta columna dedicada a socavar los valores democráticos del mismo; como consecuencia, todo aquel que expresara cualquier crítica era acusado de traición; comunista dejó de ser una palabra y pasó a ser una condena al ostracismo y al olvido; no le venda, no le compre, no le hable. Hoy, en nuestro país, parece que se respiran esos aires del 8 de mayo de 2006 para acá; cualquiera que no esté de acuerdo con el modelo que se impulsa, unos días desde Zapote y otros desde Rohrmoser, es -en palabras del presidente Arias- un ciego opositor a su deseo de que seamos un país desarrollado en 2021 y ya no en 2000, como dijo hace 20 años.

Quien se oponga a su agenda económica, que se puede resumir en aprobar el TLC, es -se infiere de su discurso y posteriores anuncios pagados con los dineros que aportamos todos y todas al Estado- un trasnochado que no quiere progreso y pieza útil de los esfuerzos de una conjura internacional que viene desde Cuba y, de seguro, apoyada por Venezuela y Bolivia.

Pareciera que para el presidente Arias, los y las costarricenses no somos capaces de pensar ni crear y si cuestionamos es producto del concurso de otros y otras para hacerlo. Pero es lógico que piense así, porque en sus discursos sistemáticamente descalifica a todo aquel que piense distinto a su persona y se autoproclama casi como el Mesías esperado, negando que un enorme sector de la población -como se desprende de la encuesta hecha por la Escuela de Matemática de la UCR- pueda oponerse a su guía y, mucho menos, pensar distinto.

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