Terror en la fábrica
Durante muchas semanas se les estuvo “capacitando” en relación con el TLC. Se enfatizaba: aprobarlo es asunto de vida o muerte; urgente más que simplemente necesario. “De eso dependen sus trabajos” afirmaba el gerente y repetían los ingenieros y la señora de recursos humanos.
Quienes trabajan en las maquilas son, en la mayoría de los casos, hombres y mujeres mucho más inteligentes de lo que sus jefes imaginan. Éstos acostumbran infantilizarlos y les hablan y los tratan como si padeciesen algún retraso. Pero con el espinazo doblado sobre las máquinas o en el apresuramiento de la media hora de almuerzo, las trabajadoras y trabajadores meditan y dialogan.
Defender el salario del que dependen los frijoles de sus hijos, justifica suficientemente poner caras de estupidez frente al cúmulo de estupideces que la empresa cotidianamente les receta.
Al cabo que los verdaderos estúpidos son esos jefezuelos que se creen patronos sin percatarse que no pasan de asalariados.
Pero es el del caso que en esta sociedad sin sentido de la clemencia –la de los tiempos del neoliberalismo- hay que defender el salario para defender la vida misma de los hijos. Por ello la amenaza sobre el trabajo puede tener efectos estupidizantes…inclusive en mujeres y hombres corajudos e inteligentes. Sobre todo si ocurre lo que en Costa Rica, donde la represión sistemática aplicada por tantos años, engordada con la abierta complicidad de las autoridades públicas, ha producido la total desaparición en el sector privado de cualquier organización laboral independiente.
He ahí el secreto. En eso reside el poder de disuasión de esos gerentitos y jefezuelos de pacotilla, en relación con la “necesidad” del TLC. No convencen acerca de sus presuntas maravillas.
Simplemente amenazan con la pérdida del trabajo en caso de no ser aprobado. Aunque obvio, en todo caso es importante reiterarlo: amenazar no es sinónimo de argumentar. Como que hay cierta diferencia entre la lectura del Banquete de Platón y una pistola apuntando a la sien.
La marcha organizada por los plutócratas lanzará a las calles a gente trabajadora que cree defender su trabajo y su salario, defendiendo el TLC. El fantasma del desempleo atemoriza y, en seguida, engaña. Mucho más si la vida de uno depende de un salario.
Y, entre tanto, en la misma maquila ubicada en Coronado donde hace pocas semanas se “instruía” acerca de la “importancia” del TLC, hoy simplemente cunde el terror. Semanas atrás empezaron a repartir cartas de preaviso. Y los jefezuelos lo advertían: alguna gente se irá; alguna otra tendrá el inmenso privilegio de permanecer al servicio de tan ilustre empresa transnacional. Se estudiará el expediente y, faltaba más, los “mejores” recibirán su premio. Darwinismo social en su expresión más vulgar.
Pasados los días, quienes iban para afuera lo hacían con caras de dolor; frecuentemente con lágrimas en los ojos. No por alejarse de una empresa que jamás los respetó como seres humanos sensibles e inteligentes, cosa de la cual ellos y ellas siempre tuvieron plena conciencia…aunque sus jefecillos creyeran lo contrario. Sí porque al cruzar el umbral de un edificio donde durante 5 o 7 años entregaron el sudor de 11 o 12 horas diarias de trabajo, se enfrentan a la incertidumbre de no saber si podrán seguir pagando las cuotas del tele o la refri…ni siquiera si podrán comprar el uniforme de la pequeña que entra a primer grado en febrero próximo, o la leche del bebé que empieza a caminar.
Quedan adentro los “afortunados” que “ya no” serán despedidos y los infortunados que permanecen bajo la amenaza de recibir el preaviso en cualquier momento. Se les ha comunicado que se seguirá una política de “bajar costos”. Tan solo se trata de un simple recorte de salarios. El eufemismo ratifica la estupidez de la empresa al creer que la gente trabajadora es estúpida, y en el torneo del cretinismo tan solo se ve superada por la Solidarista que, en gesto ofensivo, invita al “verdugo” a ofrecer electrodomésticos que nadie en la planta está en humor de ni siquiera volver a ver.
En fin, que la cosa la enredan, ora como un menor pago por una misma cantidad de producción; ora como la exigencia de más producción a cambio de igual pago. Los gerentillos cumplen con su deber de perros guardianes: tutelan fieramente los intereses del amo desangrando a los trabajadores.
Y quienes aún esperan la posible carta de preaviso reciben reiterados mensajes de terror. Advertirles, por ejemplo, que un “bajo” rendimiento podría dar lugar al despido sin responsabilidad patronal. Es decir, regalar a la voracidad de la transnacional los derechos más básicos duramente ganados tras años sudados sobre la máquina.
Meses atrás se les “convencía” de la importancia del TLC. En estos días, otros trabajadores y trabajadoras marcharán empujados por ese mismo “convencimiento”. Y quizá los que fueron echados de la maquiladora de Coronado se preguntarán: ¿por qué no esperaron al menos a ver qué resuelve la Asamblea Legislativa? ¿O será simplemente que al amenazarnos nos engañaban?
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