La Ronda de Cartagena: a la carrera hacia el despeñadero

2005-09-29 00:00:00

Bogotá, septiembre 27 de 2005

El gobierno colombiano decidió apretar el acelerador en la Ronda de Cartagena y hacer todas las concesiones necesarias para culminar la negociación en octubre; para ello expresó su propósito de cerrar diez u once mesas de negociación. Al final no se cumplieron sus metas y la última ronda quedó pospuesta para noviembre. Solamente cerraron tres mesas y los puntos críticos quedaron sin definición.

Desde hace once rondas, realizadas durante 18 meses, el gobierno colombiano creó la expectativa de que Estados Unidos flexibilizaría sus posiciones. Hasta Cartagena alimentaron, entre empresarios y partidarios del tratado, la ilusión de que habría respuestas a los pedidos colombianos, pero la cruda realidad se impuso: Estados Unidos quiere un tratado hecho a su medida y a cada concesión colombiana responde con nuevas exigencias.

A estas alturas de la negociación los estadounidenses no han ofrecido siquiera lo que Colombia ya tiene en el ATPDEA y en muchos campos han aumentado sus pretensiones al ver la debilidad colombiana. La ronda culminó sin que se cerrara la mesa de acceso a mercados, la cual establece los periodos de desgravación para los bienes industriales. A Estados Unidos no le satisfizo la propuesta llevada por Colombia en el tema de papeles y petroquímica y la devolvió para que el gobierno colombiano la reformulara. No se avanzó nada en el tema de textiles e incluso se pide a los exportadores de estos, normas de origen más restrictivas que las existentes en el ATPDEA y que exigen prácticamente que todos los insumos necesarios para los procesos industriales sean adquiridos en Estados Unidos, con lo cual nuestra industria será una maquila sin mayor competitividad. En el tema de usados y remanufacturados, Estados Unidos reiteró su pretensión de vendernos 1.470 variedades de productos y señaló que la oferta andina de liberar 390 no les sirve. Inclusive muchos sectores empresariales criticaron el hecho de acelerar el cierre de la mesa de bienes industriales antes del cierre total de la negociación, pues esto permitirá a los Estados Unidos aislar el agro en el tramo final.

En vísperas de la ronda, Uribe llegó a plantear ante los colombianos en Estados Unidos que abogaría por la inclusión del tema migratorio en el TLC, tema que fue desechado por Estados Unidos desde la primera ronda y que nunca fue planteado por Colombia en las mesas. También anunciaron en esta penúltima ronda que elaborarían una cartilla sobre las etnias para que sirviera de guía a los negociadores. Pero todo el mundo sabe que las comunidades indígenas no han sido tenidas en cuenta para nada y ahora el gobierno trata de enmendar la plana haciendo un consejo comunitario con los indígenas y llevando a algunos delegados fletados a las rondas con la promesa de que estas comunidades se beneficiarían con la exportación de artesanías o frutas.

Estados Unidos no llevó la tan ansiada oferta en el tema sanitario y fitosanitario que había sido considerada por el ministro Botero como una prioridad sin la cual “no se satisfacen las aspiraciones mínimas del país”. La idea de crear una mesa permanente y con ‘dientes' para este asunto ya había sido reiteradamente rechazada por EEUU, con el agravante de que Ecuador y Perú se transaron por examinar las barreras sanitarias en unos cuantos productos. Los estadounidenses volvieron a plantear objeciones a la ‘reserva cultural' y pidieron que se disminuyera a la mitad la cuota de pantalla que protege la producción nacional. No respondieron nada sobre el tema de la biodiversidad, ya que para ellos las riquezas naturales son algo que debe estar a disposición de quien se apodere de ellas y no se debe pagar por obtenerlas.

En medio de la ronda, el embajador de Estados Unidos criticó el proceso licitatorio para la expedición de cédulas y anunció la financiación estadounidense de un estudio para aumentar los impuestos a la tierra, con lo cual muestran que sus aspiraciones no se limitan al TLC sino que quieren intervenir en todos los aspectos de la vida nacional.

En servicios profesionales llegaron a un ridículo acuerdo que se limita a la “creación de grupos de trabajo para crear interés en algunos estados del territorio estadounidense por la prestación de servicios profesionales por parte de colombianos”.

Tímidamente, al final, los negociadores de Ecuador y Perú insistieron en pedir flexibilidad a los norteamericanos. En contraste, la actitud de Hernando José Gómez fue afirmar por enésima vez que todo estaba de acuerdo a lo previsto y que se había acoplado la legislación del TLC a la andina. Se determinó un mecanismo de seguimiento del impacto del TLC en las PYMES y se cerraron mesas como asuntos jurídicos, transparencia y obstáculos técnicos al comercio.

El ultimátum de Regina Vargo sobre la fecha límite del 23 de noviembre, acompañada de la intransigencia en las mesas, no es más que la reiteración de que los que deben acercarse a las posiciones de Estados Unidos son los andinos.

La renuncia de los tres negociadores del ministerio de Protección Social fue el plato fuerte de la ronda, pues con ella los negociadores colombianos destaparon el juego del ministerio de Comercio y dejaron al desnudo la voluntad gubernamental de ceder a todas las pretensiones gringas en esta materia. Esto fue visible nuevamente desde el primer día, cuando mientras que el negociador de Estados Unidos ignoraba el proceso vivido en las otras rondas y reabría todos los temas de la mesa, haciendo incluso nuevas exigencias, Hernando José Gómez declaraba que este negociador había “causado muy buena impresión” y que se le notaba la voluntad de “avanzar en la negociación”. Cogidos con las manos en la masa, Botero y Gómez censuraron que la carta de renuncia se hubiera dado a conocer a la opinión pública, con lo cual a la traición que están perpetrando, se le suma el pecado de querer hacerlo a escondidas.

Los negociadores estadounidenses en complicidad con Botero y Gómez se dieron el lujo de ignorar todo lo concertado con los demás países andinos y de violar las líneas rojas o puntos innegociables que habían jurado defender. Con ello se reveló nuevamente y en forma dramática que la negociación era una gran pantomima y que la capacidad de engaño del gobierno sólo es comparable con su obsecuencia ante las pretensiones norteamericanas. La denominada “fase técnica” de la negociación no arrojó ningún resultado, salvo haber comprometido cuantiosos recursos y haber mantenido en el cuarto de al lado a un grupo de colombianos que creyeron en la buena fe del gobierno.

La verdad es que a pesar de la decisión indeclinable del gobierno de firmar a cualquier costo, son de tal magnitud los estragos que producirá el TLC y tan arrogante la posición norteamericana que no les han dado salida a los negociadores colombianos para presentar aunque sea el plato de lentejas. Para los Estados Unidos sólo cabe el arrodillamiento y la capacidad de humillación del equipo negociador y del gobierno colombiano parece infinita. Solamente la resistencia popular y la creación de una amplia unidad en contra del tratado, permitirá restaurar la dignidad de la nación.