Centroamérica
El TLC: un fetiche que nos desempodera
Los Parlamentos de El Salvador, Honduras y Guatemala han ratificado
ya el TLC entre Centroamérica y Estados Unidos. Nicaragua está a
punto de hacerlo. ¿Qué hay después? ¿Qué ha habido antes?
El Tratado de Libre Comercio de Centroamérica con Estados Unidos es
presentado por sus defensores y por sus detractores como un
parteaguas, como la línea referencial que separará el pasado del
futuro en nuestra región. Hablan de un “antes” y de un “después”
del TLC, de su impacto social, ambiental, económico y cultural.
Unos lo hacen equivalente a inversión extranjera y esta inversión a
empleos masivos. Otros miden la miseria para atribuírsela al TLC.
Otros se fijan en el aumento de las exportaciones en rubros como el
textil-maquila, donde el 85% del valor exportado es insumo
importado, para relacionarlo al TLC. Se habla de reformas
judiciales, laborales, electorales, forestales... Serían reformas a
las reformas porque el TLC requiere “leyes modernas” para atraer la
inversión extranjera.
El estribillo de la élite político-económica regional es: El TLC
sacará a Centroamérica de la pobreza, la liberará de los caudillos
y la colocará en el tren del progreso y de la democracia. El
discurso de Estados Unidos hacia Centroamérica es: “Si no aceptas
estas reglas, ¡China te acabará! El tiburón se comerá al pescado”.
Hay verdades en todo esto y debemos reconocer que Centroamérica no
tiene ni capital ni modelo de acumulación,
Que no le es permitido participar en la competencia internacional,
que no dispone de propuestas para hacer pequeñas aperturas ni
soluciones parciales que generen capital a partir de sus
exportaciones regionales. Debemos admitir que Centroamérica está
muy lejos de un modelo viable.
EL TLC ES LA LEGALIZACIÓN DE LO QUE INICIÓ EN LOS AÑOS 80
¿Qué es el TLC? ¿Cuál es su valor agregado? La respuesta no está en
la letra firmada. Se encuentra en el “marco”que encuadra la
“pintura”. El TLC es la legalización de un proceso iniciado en los
años 80 con las políticas neoliberales y los ajustes estructurales
parciales -liberalización, comercial, reducción del Estado,
privatización-, que facilitaron que la riqueza se concentrara en el
sector social que gira en torno al comercio y las finanzas, que la
pobreza se hiciera mayoritaria, y que los Estados se transformaran
en instituciones instrumentales de la economía transnacional. Hoy,
esa legalización que es en la práctica el TLC tiene ya rango
constitucional en Centroamérica, aunque en el Congreso de Estados
Unidos será un acuerdo revisable.
EN EL TLC CENTROAMÉRICA HA CONSAGRADO EL CINISMO USA
El TLC es también un acuerdo de neo-proteccionismo. En el TLC, el
gobierno de Estados Unidos liberalizó las medidas en los productos
y sectores donde es competitivo o en los que están muy subsidiados,
y protegió con cuotas, leyes anti-dumping con escasa credibilidad
internacional, aranceles y medidas no arancelarias a todos sus
productos y sectores que han perdido competitividad.
En Centroamérica, los productores de maíz o de lácteos, que pueden
considerarse sectores competitivos ante los farmers de Estados
Unidos encuentran únicamente en el TLC la institucionalización de
muros históricos: los subsidios y las barreras no arancelarias.
Gran paradoja en estos tiempos de “libre” comercio: los productores
de maíz de Centroamérica quieren comercio libre para competir con
los productores de maíz de Estados Unidos, pero los gobiernos y las
transnacionales -que concentran la distribución del maíz americano-
se lo impiden. Desde hace décadas, les han bloqueado esa
competencia, aunque no dejan de predicar libertad y reformas a la
institucionalidad formal.
¿Cómo pasó esto? Desde hace años, los gobiernos de Centroamérica
evitan resistir a las políticas neo-proteccionistas porque reciben
“granos donados”. Y el gobierno de Estados Unidos justifica
precisamente con estas “donaciones” su política de dumping por
mercado y subsidio. Este cinismo estadounidense ha sido ya superado
con el TLC. Porque ahora ya fue consagrado como política oficial
por los gobiernos de Centroamérica.
LOS CAUDILLOS SERÁN TRANSNACIONALES
El TLC no es comercio libre. Es un esquema de libre inversión
extranjera. La misma élite colonial, incrustada aún en los Estados
centroamericanos, ha profundizado su voracidad en las últimas dos
décadas, rompiendo además las fronteras nacionales.
Además de la desregulación que incluye el TLC, ahora los Estados
deben proveer subsidios y seguridad a las transnacionales vía
exoneración fiscal, inversión en infraestructura. Deben brindarles
también facilidades jurídicas para evitarles, por ejemplo, demandas
laborales, todo ello aumentándole impuestos mayormente a los
sectores más pobres de la región y ofertarles servicios públicos -
como el agua potable, la seguridad social, la educación, el correo,
los museos-
a las transnacionales, que estarán desde ahora encargadas de “velar
por el bienestar de la sociedad”. Históricamente, los Estados en
Centroamérica han obstaculizado cada paso de los pequeños y
medianos empresarios rurales y urbanos a tal grado que el líder
campesino Wilson Campos gritaba “¡No nos dejan ser campesinos!”,
mientras subsidiaban a las transnacionales con los impuestos que le
cobraban a los sectores rurales y urbanos nacionales. Ahora todo
esto se profundizará. Ahora, ya no habrá caudillos nacionales, los
caudillos serán transnacionales.
HOMBRE DINÁMICO VS. MUJER PASIVA
En el fondo, el TLC es sólo la legalización y profundización de un
proceso de décadas y siglos. Los movimientos a favor y en contra
del TLC no tienen en cuenta esto y generan un discurso que
desempodera al pueblo dejándolo como “gallinas maniadas”.
Presentan al TLC como una consecuencia de la globalización y
presentan la globalización con la imagen de un hombre dinámico,
triunfador y decidido y a la sociedad centroamericana como una
mujer, indígena, víctima pasiva y estática, a quien sólo le queda
atraer a ese hombre y rendirse ante a él. Con estos lentes
distorsionados ven a las comunidades rurales como espacios
congelados en el tiempo que sólo cambiarán con la llegada de
McDonalds. Con este imaginario, mientras las élites ríen, se pone
en boca de los pobres el grito ¡No al comercio libre!.
APARIENCIAS: “NUESTRO PAÍS” Y “NUESTRA SOBERANÍA”
Al perder la perspectiva de que el TLC culmina un prolongado
proceso histórico, se cae en la aparente perspectiva territorial
del TLC. Los ministros hablan de las ventajas conseguidas para
“nuestro país”, y los movimientos en contra del TLC denuncian que
la “soberanía” está amenazada. Pero son las élites escondidas en
nuestros Estados nacionales -ahora en alianza con las
transnacionales- las que utilizan esos discursos y a esos Estados.
¿A quienes se está perjudicando o beneficiando cuando se adora o se
combate el TLC?
Hay que recordar también que el Área de Libre Comercio de las
Américas (ALCA) nació de los más profundos intereses de los Estados
Unidos, quienes nunca han negociado asuntos estratégicos para las
mayorías pobres de América Latina.
Nunca han tocado los subsidios al sector agropecuario y la
protección de sus mercados laborales y nunca han atendido a la
migración latina ni los salarios bajos del empleo ilegal.
En América Latina, la lógica de Estados Unidos halla eco en
pequeños segmentos del sector privado con mucha influencia en los
gobiernos, de ahí su anuencia a los TLC y al ALCA. Esos segmentos
son los de la maquila extranjera y los importadores. Son los
llamados “empresarios modernos pro-ALCA”. Representan al capital
comercial de importación y al capital latinoamericano que se ha
asociado con los consorcios trasnacionales de servicios, de maquila
o directamente con las corporaciones transnacionales.
¿QUÉ LLAVE BUSCAMOS?
Cuentan que una señora se acercó a un borracho que bajo un poste de
luz buscaba algo. “¿Ha perdido alguna cosa, señor?”, le dijo. “Sí -
le respondió el borracho-, he perdido mi llave”. “Pero, ¿está
seguro que la perdió aquí?” Y el borracho le contestó: “Estoy
seguro que la perdí allá, pero allá no hay luz y aquí sí”.
¿Qué llave es la que buscamos? Si de lo que se trata es de combatir
la pobreza, la medida más eficaz en todo el mundo es eliminar los
subsidios agrícolas en los Estados Unidos, Japón y Europa, donde
los mercados agropecuarios son los menos libres, los más protegidos
y los más subvencionados del planeta.
Cada año se gastan 370 mil millones de dólares en subsidiar a ese
sector. Y es por eso que los cortadores de caña en Nicaragua y
Bolivia ven bajar sus salarios, desaparecen los algodonales en
Centroamérica y Paraguay, se desploman los precios del arroz,
entran en crisis el maíz y el frijol y se estanca el precio de la
carne en Centroamérica. Sin estos subsidios, los países del Sur
aumentarían sus ventas y su productividad agrícola, se
intensificaría la justa presión por la reforma agraria y, como
consecuencia, se reduciría enormemente la pobreza en todo el mundo.
También el sector energético está preso de la misma lógica de los
subsidios y los subsidios directos al crudo superan los subsidios
alimentarios.
TEMAS DE LUCHA: LOS IMPUESTOS Y LOS SUBSIDIOS
En la lucha de los pobres y por los pobres los temas centrales
actualmente son dos: los impuestos y los subsidios.
El movimiento contra los subsidios ya ha empezado. Pero los
movimientos a favor de modelos tributarios progresistas en nuestros
países han sido opacados por las protestas contra el neoliberalismo
y contra los TLC. Y realmente, sin cambios radicales, tanto en los
subsidios como en los impuestos, es mejor no protestar porque no
hay alternativa.
Ni la agricultura de Estados Unidos ni la de Japón ni la de la
Unión Europea es viable porque no es rentable sin subsidios. Es una
agricultura ecológicamente nociva y altamente dependiente del
petróleo, tanto en la producción como en el transporte. Los
subsidios están cancelando la inversión en la producción en manos
de microempresas y en la energía limpia. La lógica que sostiene
todo esto es perversa: el 25% del consumo de los sectores sociales
que acaparan el 87% del ingreso mundial gira alrededor del
automóvil. Y ciertamente, al suprimirse los subsidios, la economía
mundial, tal como está montada, puede derrumbarse de un golpe.
Las consecuencias de eliminar los subsidios alimentarios son más
positivos para los pobres y no son tan dramáticas como las que
tendría la eliminación de los subsidios energéticos. La eliminación
de los subsidios alimentarios quebraría a las transnacionales de
“agrobusiness”, produciendo una recesión mundial. Ante esta
realidad, precisamos de propuestas inteligentes sobre los subsidios,
basadas en una eliminación gradual y nunca indiscriminada.
CONSTRUIR UN HORIZONTE DE 30 AÑOS
Aunque los reclamos que se hacen contra el TLC o que exigen un TLC
diferente son correctos en términos de ética y eficiencia, colocan
a Centroamérica y a América Latina esperando por un cambio en los
Estados Unidos. Desde ese ángulo, asumir el TLC, rechazarlo o
formular otro TLC es caer en la fetichización del TLC y actuar como
el borracho de la historia. Más que reaccionar como una ONG
tradicional que actúa con rol de bombero en las coyunturas, para
encontrar “la llave” debemos construir un horizonte de treinta años
para entender el presente y trabajar por construir alternativas que
nos conduzcan a ese horizonte.
Para llegar a ese horizonte necesitamos aprender de otras
experiencias en el mundo, ubicarnos en el contexto de la
globalización e identificar nuestro propio modo de acumulación.
MIREMOS A EUROPA, A CHINA Y A INDIA
El mundo ha experimentado diversos tipos de ajuste estructural. Los
más exitosos se han dado en Europa, en China y en la India. Todos
tienen en común que aglutinan una gran diversidad de naciones y de
grupos étnicos. India se compone de 28 Estados y de 7 Territorios
de Unión con autonomías regionales muy fuertes. En la India se
hablan 14 lenguas oficiales. Sólo el 30% puede hablar el hindi, la
lengua más común. En cada Estado se hablan cuatro lenguas: inglés,
hindi, la lengua estatal y las lenguas locales de castas.
China tiene 11 grupos étnicos en 5 regiones autónomas, con
diferencias mucho más profundas que las de las naciones
latinoamericanas. La Unión Europea aglutina a 25 países y
evoluciona hoy hacia 40 países, donde la diversidad de grupos
étnicos es enorme.
La experiencia en estos países muestra que a más contactos -
alianzas-, más autonomía y más identidad. Y en consecuencia, más
dignidad. Los resultados de estos bloques de naciones han sido
crecimiento y desarrollo económico sostenidos durante décadas. ¿Por
qué América Latina y Centroamérica no pueden evolucionar así?
Porque nuestras élites temen la diversidad y porque la
fragmentación de América Latina juega a favor de sus intereses
personales y de sus alianzas con empresas trasnacionales.
EL ALCA Y LA UNIÓN EUROPEA: DIFERENCIAS
Es interesante observar los efectos positivos que tuvieron los
tratados de libre comercio en las fases preparatorias a la
integración de la Unión Europea, y particularmente, las mejorías
sociales y los “milagros” económicos que vivieron algunos países
pequeños de Europa como Portugal o Irlanda. Un tipo de “tratados de
libre comercio plus” como los europeos sería bienvenida en América
Latina, en tanto la integración comercial se fundamente en la
propia identidad y en los propios recursos. La subestimación de
esta experiencia explica el debilitamiento de los bloques sub-
regionales (MERCOSUR, CARICOM y MCCA), que nacieron dependientes de
una alternativa no intentada seriamente.
¿En qué es diferente el ALCA a la integración europea? En Europa el
proceso fue gradual, extendiéndose durante un lapso de 40 años.
Estados Unidos empuja el ALCA a un ritmo tan veloz, que el Congreso
mexicano firmó el TLC de América del Norte sin haber leído la
versión final del texto. Igualmente, el proceso del TLC en
Centroamérica se vivió a un ritmo inaceptable. En cambio, Chile
adoptó el TLC después de 12 años. Brasil va con lentitud en su
alianza en el llamado G4 (China, India, Sudáfrica y Brasil) y en su
liderazgo del G29 (29 países del Sur).
Hay más diferencias. En Europa las negociaciones incluyeron la
ayuda oficial a los países más atrasados y acuerdos sobre migración,
política social, laboral y ambiental, mientras que la definición
del proceso del ALCA es la subordinación de los temas laborales,
sociales y ambientales a la lógica dominante de la inversión, el
comercio y la privatización de los servicios públicos. Por eso, el
ALCA no tiene nada de integración económica.
Otra diferencia. En Europa se dio una unificación real para lograr
la libre inversión, con cierto control sobre ella, mientras que en
el TLC no existe ningún control.
NO HAY CAMINO FUERA DEL SUEÑO BOLIVARIANO
Una diferencia crucial es que el proceso europeo tuvo como meta una
unión política, mientras que el TLC y el ALCA ni siquiera tienen en
cuenta este objetivo.
Este objetivo debiera ser una meta latinoamericana. La consigna no
debería ser el NO al comercio libre sino el SÍ a una América Latina
unificada políticamente y estructurada desde los intereses de las
mayorías. Esta unificación no es un sueño imposible. Es más fácil
que la unificación de China, la de la India y la de Europa. Y si
nuestras élites desean mantener la diferenciación y la
fragmentación, las mayorías campesinas y las de nuestros barrios
urbanos están listas para esa unificación. En tiempos de
globalización no hay camino fuera del sueño bolivariano.
El sueño posible de la integración latinoamericana debe registrar
que la creciente dependencia de Estados Unidos explica el fracaso
de los procesos de negociación, de solidaridad y de cooperación en
el MERCOSUR, el MCCA, el CARICOM y el Pacto Andino.
Con facilidad criticamos a Estados Unidos por no apoyar la
reducción de las crecientes desigualdades en el hemisferio. Debemos
reconocer que las élites de Guatemala, Costa Rica y El Salvador
nunca cedieron sus intereses para sacar adelante a Nicaragua y a
Honduras, los dos países de la región con menor grado de desarrollo.
Tampoco Brasil hizo esto con Paraguay en el MERCOSUR. Y es hasta
ahora que el Presidente Lula está ofreciendo algo nuevo en ese
sentido, mientras en México López Obrador se perfila como otro Lula.
Es el comportamiento de nuestras élites y el creciente
neoconservadurismo de nuestras izquierdas y de nuestras sociedades
civiles lo que ha facilitado la imposición del “capitalismo
salvaje”. Al menos hasta ahora, cuando, por fín, la izquierda
empieza a revitalizarse.
UNIDAD EN LA DIVERSIDAD: AHÍ ESTÁ LA LLAVE
Las élites de Centroamérica y las transnacionales nos han impuesto
una interpretación de la realidad, la suya: “Sólo se puede buscar
en esta dirección, en donde está la luz”. El problema es que donde
hay luz no está la llave, y donde está la llave no hay luz.
La experiencia de Europa, India y China nos revelan que la clave es
la unidad en la diversidad, un estribillo que debemos
reconceptualizar. Los centenares de diferentes grupos étnicos en
China, India y Europa no han sido un obstáculo sino un factor de
avance para que esos gigantes “despertaran” sosteniblemente. Hablar
de Guatemala como Guatemala, de Nicaragua como Nicaragua o de
Brasil como Brasil es cada vez más ilusorio. Solo tendrá sentido en
el marco de una unión latinoamericana basada en los puntos comunes
de una hermosa diversidad. Si comparamos la topografía de dos
comunidades rurales, veremos que en cada metro de su geografía son
diferentes. Necesitamos de la contra-topografía que une las
diversidades para identificar la “llave”. Es ahí donde está el
fundamento de la integración -no hemisférica- latinoamericana.
LA “SOBERANÍA” Y LOS “PERROS BRAVOS”
La globalización nos indica que debemos trabajar esa contra-
topografía en torno a determinados sectores sociales. Hoy, es la
élite transnacional de cada uno de nuestros países la que utiliza
al Estado y lo instrumentaliza más allá de cada frontera, mientras
mantiene el discurso de “país”. Los territorios -que incluyen la
noción de “soberanía”-han sido definidos por las élites, que son
los “perros bravos” que cuidan la propiedad de sus amos. Las élites
de una comunidad, las de un municipio o las de un país confunden la
búsqueda de la “llave” conduciéndonos hacia un lugar erróneo.
La globalización ha significado una interconexión societal,
política y económica que rompe las fronteras nacionales. El capital
ya no es internacional, es global. EL ALCA necesita ser entendido
desde esta perspectiva. Igualmente, la noción de territorio debe
ser reconceptualizada a partir de las coaliciones humanas de los
sectores sociales que rompen las fronteras de cualquier espacio
físico, incluyendo la dual frontera Norte-Sur. La unión
latinoamericana debe entenderse inserta en la economía global y
conectada a esos sectores sociales. Parafraseando la famosa
expresión de Pedro Arrupe: “No sabemos a dónde vamos, pero sí
estamos convencidos de con quiénes debemos ir”. Debemos ir con
todos los sectores excluidos y contados los que estén dispuestos a
romper los “muros” definidos por los “perros bravos”.
¿DÓNDE DEBEMOS BUSCAR LA LLAVE?
La unión latinoamericana debe hacerse desde una perspectiva de
sectores sociales y teniendo como punto de partida el desarrollo de
las mercancías, la acumulación para el crecimiento econó