TLC: Perder es cuestión de método
“Si
usted abordó el tren equivocado, de nada sirve correr en su
pasillo en la dirección opuesta”
Dietrich
Bonhoefier
Con
más ganas que estrategia
En
las negociaciones que viene adelantando Colombia, en simultánea
con Ecuador y Perú, de un Tratado bilateral de libre comercio
con los EEUU han primado la perentoriedad de los plazos sobre el
contenido mismo de la negociación, lo adjetivo sobre los
sustantivo. Mientras los EEUU han tenido más estrategia que
ganas de llegar a un pronto acuerdo; Colombia, por el contrario, ha
mostrado más ganas que estrategia negociadora. Y no lo decimos
a humo de paja, es que “Aunque existe la idea de
posicionarla internacionalmente, Colombia no tiene una visión
de largo plazo…La falta de una estrategia se refleja en el
hecho de que no hay un puente que una las negociaciones del ALCA con
el Plan de desarrollo…En el gobierno falta unidad de criterio
frente a las diversas negociaciones que se adelantan…No hay
articulación completa del tema con otros ministerios
(Ambiente, Protección social y Educación) y con otros
sectores que serán fundamentales en la puesta en marcha del
ALCA (la DIAN y gremios como ACOPI) y, por otro lado, la falta de
información adecuada de cara a los ciudadanos”[1].
Primero
fue la proximidad de las elecciones presidenciales en los Estados
Unidos, luego sería el inminente retiro de su representante
comercial de dicho cargo, para pasar al Departamento de Estado,
posteriormente se adujo que el TPA (Autoridad de Promoción
Comercial), más conocido como “fase track”, que
facultó a Bush para negociar los TLC por la vía rápida
expiraba en julio de este año. Luego, a raíz de las
dificultades que tuvo la ratificación por parte del Congreso
estadounidense del Tratado que había firmado con cinco países
centroamericanos(Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua y Costa
Rica) y República Dominicana(CAFTA, por sus siglas en inglés),
cedieron un poco las presiones por parte de los Estados Unidos y se
atemperaron los desesperados negociadores colombianos, que no ven la
hora de firmar el TLC, el cual a pesar de las once rondas de
negociación que lleva aún está “crudo”.
¿Después
de CAFTA qué?
A
su paso por Colombia, el ex presidente Clinton, hizo claras
advertencias sobre este particular. Afirmó él que “Este
es un mal momento para tratados de libre comercio en Estados Unidos.
Hay un impulso emocional de alejarnos de una mayor integración”[2],
aconsejó “no entrar en pánico y firmar un mal
tratado...”[3]
y remató diciendo que “si yo fuera el Presidente de
Colombia esperaría, por que hay que sacar un buen acuerdo”[4].
Ahora que, finalmente, el Congreso de los Estados Unidos
impartió su aprobación al CAFTA en una reñida
votación en la Cámara, de 217 votos contra 215, hay
quienes como Luis Carlos Villegas, Presidente de la ANDI, conceptúan
que “Ahora no hay excusa para no sentarnos a negociar a fondo
los temas agrícolas, sanitarios, textiles y de propiedad
intelectual”[5],
que han sido los temas más álgidos de los que se han
abordado en las distintas rondas de negociación. Uno de los
mayores escollos con los que tropezó su aprobación fue
la férrea oposición de la poderosa American Sugar
Alliance(ASA), la cual tiene una gran capacidad de lobby en el
congreso de los Estados Unidos. Su Presidente, Luther Markwart, ya
está hablando del precedente que sentó con la
aprobación del CAFTA; por su parte, el congresista republicano
Clay Shaw, uno de los que lo abanderó, ve muy difícil
ahora el trámite del TLC con Colombia por que
“desafortunadamente produce azúcar”. Qué
tal esto? Es previsible, entonces, que luego de la aprobación
del CAFTA los Estados Unidos va a endurecer su posición
negociadora de tratados similares a ese. A ello hizo alusión
el Jefe(E) del equipo negociador de los Estados Unidos, Bennet
Harman, cuando sentenció que “sólo hacemos
tratados que puedan ser aprobados en el Congreso”[6],
de los Estados Unidos por supuesto.
Teorías
para la exportación
Aquí
hagamos una digresión para referirnos a este caso, que por su
patetismo nos muestra fehacientemente la hipocresía de los
Estados Unidos, “adalid” del libre comercio. Los Estados
Unidos demanda diez millones de toneladas de azúcar anuales,
de las cuales importa por el sistema de cuotas o contingentes 1.2
millones. Colombia, por su parte, produce 2.7 millones de toneladas y
exporta 1.4 millones de toneladas, de las cuales sólo acceden
al mercado de los Estados Unidos 25 mil toneladas, que es la cuota
que se nos asigna, equivalente a sólo el 0.25% de su mercado,
lo cual es a todas luces irrisorio e injusto. Ellos, en este caso,
como en tantos otros, protegen su mercado doméstico a través
de medidas no arancelarias, las mismas que ellos demandan de los
demás países que sean abolidas. Son 18 los estados de
la Unión Americana productores de azúcar y los que
están en guardia, prestos a defender a capa y espada su
mercado interno de cualquier intromisión. Y así el
señor embajador de los Estados Unidos acreditado en Colombia
se atreve a afirmar, en tácita referencia a los productores
colombianos, que “Quienes no quieren enfrentar mayor
competencia(sic!) o quienes tienen miedo de perder las preferencias
nacionales que los han protegido de requisitos de eficiencia(sic!),
han hablado a menudo en voz alta…el TLC no puede ser un
vehículo para cerrar las fronteras y proteger las industrias
no competitivas…”[7].
Este es el típico caso de quien, como en el pasaje bíblico,
ve la espiga en el ojo ajeno pero no ve la viga en el propio. Pues
bien, la gran concesión que hicieron los Estados Unidos en el
CAFTA y por la que sus protegidos pusieron el grito en el cielo fue
el permitirle que se importen libre de aranceles a su territorio el
equivalente al 1.2% de su mercado, cuota esta que aumentará
gradualmente en los próximos cinco años, hasta llegar
al 1.7%, esto es de 117.000 toneladas anuales.
Esta
dualidad en materia de política comercial no es nueva, ya en
el Siglo XIX, Rafael Nuñez, al referirse a la potencia de la
época había dejado en claro que "El
Gobierno inglés es un Gobierno sabio y generalmente justo;
pero, también es de los que creen que la justicia comienza por
favorecer los intereses legítimos propios. A ese Gobierno le
conviene predicar el libre cambio, por que, en primer lugar,
necesita importar unos $800 millones en artículos alimenticios
y $600 millones en materias primas, al menor costo posible y, en
segundo lugar, tiene una enorme producción fabril. Liberaliza,
por decirlo así, su sistema aduanero, no para favorecer la
industria extranjera, sino para obtener, sin sacrificio real,
compensaciones protectoras de la suya propia. Diremos también
que esa enorme y superior producción fabril no se formó
sino a la sombra de una protección secular, y no sosteniendo,
cuando era imperfecto y débil, una lucha o competencia
la habría ahogado en su cuna seguramente"
Uribe
en el rancho de bush
Luego,
sería la visita del Presidente Uribe a su homólogo, el
Presidente Bush, en su rancho de la “capilla de la Pradera”,
a pocos kilómetros de Craword, Texas, privilegio este
reservado sólo para sus partners. Esta visita generó
mucha expectativa en Colombia y se llegó a pensar que esa era
la ocasión propicia para darle un impulso decisivo a la
negociación del TLC y por ello el Consejo gremial empresarial
se apresuró a hacerle entrega al Presidente Uribe de una
evaluación completa de las propuestas que estaban sobre la
mesa en espera de una respuesta por parte del equipo negociador de
los Estados Unidos, con miras a que él estuviera lo
suficientemente empapado para su palique con el Presidente Bush. A la
postre, la desilusión fue total; los medios dieron cuenta de
que el Presidente Uribe no pudo sacarle ningún compromiso al
respecto a Bush, quien se limitó a reiterar su apoyo a
su lucha en contra de el narcoterrorismo, no ahorrando elogios para
quien considera como su “aliado democrático más
importante en América”[8].
Algo
similar ocurrió en la visita relámpago a Colombia de
Bush, con ocasión de la escala técnica que hizo Bush a
Cartagena de retorno de Chile, en su primera salida al exterior luego
de su reelección, en donde pese a la insistencia sobre el tema
por parte de los periodistas en la rueda de prensa que ofreció
no pudieron vencer su reticencia al respecto y al final terminó
refugiándose en su mutismo sepulcral. Claro que nuestro
flamante embajador en Washington y ahora Presidente del BID, Luis
Alberto Moreno, fue hiperbólico al momento de exaltar los
resultados de la visita del Presidente Uribe al Presidente Bush,
pues, según él, a partir de la misma la relación
colombo-estadounidense entró en una fase que no dudó en
calificar de “cooperación estratégica”. No
sabemos si con ello querrá significar que Colombia ingresa de
esta manera al exclusivo club de aquellos países con los
cuales los Estados Unidos ha resuelto tener una “relación
especial”, término este acuñado por Sir Winston
Churchill, para referirse a aquellos países con los cuales
Washington empezaba desde entonces a establecer vínculos
particulares de naturaleza política, fundados en este caso por
interés militar, ya que por lengua y cultura no calificamos.
Lo cierto es que, para efectos prácticos, de poco o nada le
sirve a Colombia tal condición, si ello no se traduce en una
posición más flexible de los Estados Unidos en la
negociación del TLC. De nada valieron, entonces, las
admoniciones de quienes como Portafolio creen que “…nuestro
país – con el Presidente Alvaro Uribe a la cabeza –
tiene que insistir(aprovechando la excelente relación con el
Presidente Bush y los parlamentarios estadounidenses) en que Colombia
no sea tratado simplemente como un socio comercial cualquiera”[9].
Los
eeuu “negocian” sin ceder
Entre
tanto las negociaciones del TLC siguen en un punto muerto, por cuenta
de la intransigencia del equipo negociador de los Estados Unidos,
que, al mejor estilo de la Escuela de Harvard, pretende negociar sin
ceder en nada[10],
lo cual sólo puede conducir a la firma del Tratado no por la
vía de la negociación sino de la adhesión al
mismo. Ya el Presidente de la SAC, Rafael Mejía, lo había
presagiado con mucha antelación; esto nos contó
anticipadamente: “La posición de los negociadores
norteamericanos es de un proteccionismo total y una absoluta
inflexibilidad y en esas circunstancias no podemos avanzar”[11].
En efecto, en las primeras ocho rondas no se avanzó mayormente
en el tema agropecuario, uno de los más sensibles. De entrada
los Estados Unidos sentaron su posición en el sentido de que
ellos no negocian ni las ayudas internas ni los subsidios a las
exportaciones de los productos agrícolas; pero, eso sí,
exigen de la contraparte, esto es de Colombia, Ecuador y Perú,
que desmonten sus salvaguardas y la franja de precios que buscan
compensarlos. Como quien dice, la ley del embudo, lo ancho para ellos
y lo angosto para uno! Como lo dice Rafael Mejía, Presidente
de la SAC, “Ellos no quieren abrir su agricultura, pero
pretenden que sí lo hagamos nosotros”[12].
Ante
el empantanamiento que se presentó en la mesa de las
negociaciones, en la VIII ronda los Estados Unidos propuso y los
representantes de los tres países andinos lo aceptaron
sumisamente que en adelante la negociación del tema agrícola
se haría en mesa separada y en forma bilateral. El 6 de
mayo, la delegación colombiana envió una primera oferta
a los Estados Unidos, contentiva de nuestros intereses tanto
ofensivos como defensivos y ellos dieron la callada por respuesta.
Ante su silencio y en un hecho insólito, que fue duramente
reprobado por los gremios del sector agropecuario, la delegación
colombiana envía a la delegación estadounidense el 23
de junio una oferta mejorada. Sólo a fines de julio,
por fin los Estados Unidos responden, pero con unas contrapropuestas
consideradas por los gremios como “inaceptables para el sector
agropecuario colombiano”[13].
En enérgica Carta de la SAC al gobierno, le dijo a este que
“EEUU no hace ninguna propuesta ni reconoce ningún
instrumento, sino se limita a solicitar, de plano y en la mayoría
de los productos, liberación inmediata”[14].
Por su parte, Luis Eduardo Quintero, Presidente de la Federación
Nacional de Cerealeros, no ocultó su inconformidad por la
blandengue posición de los negociadores colombianos, “se
entregó un paquete con mejoras sin recibir nada a cambio”[15],
dijo. Y no era para menos, habida cuenta que la misma incluía
la desgravación inmediata para el trigo, la cebada y otros
cereales estadounidenses, sin que los EEUU se movieran un ápice.
Las relaciones entre el gobierno y los gremios de la producción
nunca habían llegado a un punto más bajo.
Colombia
acorralada
La
negociación estuvo a punto de irse a pique, mientras
tanto el embajador de Colombia en Washington estaba abstraído
en procura de su elección como Presidente del BID.