Colombia: la batalla del arroz
Coincidiendo con las asambleas anuales de los principales distritos de riego del Tolima, donde se concentra la mayor porción de la producción arrocera de Colombia junto con el Huila, Meta y Casanare, se ha intensificado el debate sobre la suerte de éste, el primer cereal de consumo en el mundo y que es parte de la dieta básica de miles de millones de personas a escala global, en el marco de las negociaciones del Tratado de Libre Comercio de los países andinos con Estados Unidos.
Debe advertirse de antemano que la superpotencia tiene excedentes de arroz por el 43% de su producción que suma más de 9 millones de toneladas al año, que los subsidios a los productores arroceros en ese país son igual a una vez y media todo el valor de la producción arrocera de Colombia y que el mayor destinatario de esas ayudas anuales en todo el territorio americano es precisamente la empresa RICELAND de Arkansas que se ha beneficiado en promedio con 110 millones de dólares. Esas ayudas son el soporte para que la exportación de arroz estadounidense se venda un 35% por debajo del costo de producción. Gracias a la resistencia de los productores colombianos de arroz, las importaciones oficiales al país superan en algo las 150.000 toneladas al año, 75.000 de las cuales se han comprometido en los acuerdos mundiales en la OMC y que tradicionalmente vienen de Tailandia , frente a un consumo de dos millones de toneladas en forma de arroz en cáscara o paddy. No obstante, con frecuencia se dan contrabandos venidos desde Venezuela.
La protección a dicha producción se basó hasta 2004 en los impuestos arancelarios del Sistema Andino de Franjas de Precios que entre 1999 y 2003 impuso aranceles siempre superiores al 30%. En 2004, el ex ministro Cano implantó otro nuevo método, el del Mecanismo de Administración de Contingentes, que sólo permitía las compras de arroz en el extranjero a quienes hubieran comprado cosecha nacional, aunque en la práctica los aranceles se bajaron al 20%.
En la negociación del TLC, el gobierno, en connivencia con FEDEARROZ, presentó a los gringos la siguiente propuesta inicial: permitir en el primer año de vigencia del TLC el ingreso, sin pagar ningún impuesto o arancel (arancel cero), de 47.000 toneladas (que se sumarían a las de la OMC y al contrabando); las cantidades mayores a este volumen pagarían un impuesto aduanero del 80%. En el transcurso de 20 años, Colombia se compromete a ir bajando, de 4% en 4% hasta llegar a 0%, tal impuesto y, mientras tanto, los gringos podrán ir aumentando la cantidad sin ningún arancel al ritmo de un 1,5% cada año.
Cualquier morón puede advertir que esa propuesta parte de una injusticia mayúscula: Estados Unidos mantiene y no renuncia a sus subsidios que le permiten exportar a precios por debajo del costo de producción y Colombia sí admite eliminar, así sea poco a poco, los aranceles al arroz gringo. Pero es más: al tratarse de una oferta inicial es de esperarse que en la puja la cantidad inicialmente permitida suba a cifras mayores, el ritmo al cual crezca anualmente esa cuota libre sea mayor y el ritmo al cual disminuya el arancel del 80% sea mayor y que los 20 años sean muchos menos. Lo que aquí se afirma es tan cierto que el propio ministro Arias acotó recientemente en un reportaje al periódico El Nuevo Día de Ibagué: “el hecho de pasar de un 80 al 25 depende de que se conquiste un acceso real de los productos agrarios de Colombia al mercado de Estados Unidos...También otra de las posibilidades es bajar el arancel de 80 al 70 o al 60 de no conseguirse acceso directo al mercado estadounidense...”, o con relación al contingente de 47.000 toneladas: “todo depende de la forma en que avance la negociación y de acuerdo con las pretensiones del equipo norteamericano”.
Las palabras anteriores son suficientes para concluir que la batalla del arroz apenas comienza, que en el ideario del gobierno está incluida la posibilidad de ablandar sus propuestas en aras de alcanzar favores gringos para el sector azucarero o el de flores o el de las frutas; es decir, el arroz, con toda y su importancia, es para el ministro Arias apenas un comodín en la negociación. Los arroceros de Colombia han convocado a una consulta entre sus productores para preguntarles si bajo esas circunstancias están de acuerdo conque Colombia firme un TLC con Estados Unidos. Muy grave es que para organizaciones como FEDEARROZ ello sea viable. En el mundo de los sindicatos a eso lo llaman con el repudiable remoquete de “esquirol”, una lástima que quienes han vivido de los arroceros ( que no del arroz) ahora están del lado de los gringos y del ministro que ve al arroz como una ficha para ser negociada en aras de los sectores que aparentemente gozan de “oportunidades exportables”. La batalla del arroz apenas se inicia...
Pereira, abril 5 de 2005