Las patentes a plantas no “protegen” nuestra biodiversidad
En las negociaciones que mantienen los países andinos con Estados
Unidos para desarrollar un “Tratado de Libre Comercio”, han
surgido dos propuestas en el campo de la propiedad intelectual.
La primera, hecha por Estados Unidos es que se patenten las
plantas.
La segunda mantenida por los países andinos es que se patente la
biodiversidad y los conocimientos tradicionales asociados a la
biodiversidad.
Algunos negociadores y observadores apoyan la idea de que se
patentes las plantas, porque consideran que este es un mecanismo
para que se proteja nuestra biodiversidad. Nada más alejado de la
realidad.
Estados Unidos ha obligado a todos los países con los que ha
firmado Tratados de Libre Comercio, a que adopten el sistema de
patentes para “proteger” las plantas. Esto en la práctica
significa que empresas estadounidenses podrán patentar las nuevas
variedades biotecnológicas, de manera particular las semillas
transgénicas, y quieren que las reinvindicaciones de sus patentes
se incluya los transgenes. De esta manera podrán cobrar regalías
hasta por aquellos cultivos que han sido contaminados por “sus
transgenes patentados”. Este fue el argumento por el cual el
agricultor canadiense Percy Schmeiser fue enjuiciado por Monsanto
cuando sus “espías genéticos” identificaron que sus cultivos de
colza tenían el transgen de Monsanto, aunque se demostró que se
trataba de una caso de contaminación genética. Monsanto quería
cobrar hasta por el producto de la cosecha, que es algo que no
está permitido, por ejemplo, en el ordenamiento andino de
propiedad intelectual.
Un caso diferente es el de la biodiversidad y de los conocimientos
tradicionales asociados. Hasta el momento no existe ningún
mecanismo de “protección” de los mismos, aunque desde hace años se
está negociando en la Organización Mundial de Propiedad
Intelectual un sistema sui generis que los proteja. Estados Unidos
y la Unión Europea sistemáticamente han bloqueado estas
negociaciones. Los tres países andinos la han defendido.
En las negociaciones del TLC Andino, Estados Unidos está dispuesto
a entrar en un sistema contractual para el acceso a recursos
genéticos, pero no están dispuestos a reconocer patentes sobre la
biodiversidad.
En este punto cabe preguntarse qué ganan los pueblos si finalmente
se llega a “proteger” la biodiversidad y los conocimientos
tradicionales asociados desde la perspectiva de la propiedad
intelectual. Realmente tienen más que perder que de ganar.
Pierden control sobre sus recursos y sus conocimientos, se
producirán divisiones en el seno de las comunidades, pues siempre
habrán personas que se opongan a negociar con su patrimonio
cultural y otros que estén a favor, y sobre todo, se estarían
violando sus derechos colectivos, pues los conocimientos no les
pertenece de manera exclusiva a ellos ni a esta generación, es el
producto de un trabajo de creación intergeneracional y colectiva.
Y los Gobiernos recogerán las migajas que les dejen las empresas.
Por lo tanto, debemos oponerse tanto al reconocimiento de patentes
sobre plantas, como a nuestra biodiversidad.
* Elizabeth Bravo, Acción Ecológica.