Ecuador: Vendo cotorras, hablando muchísimo

2004-09-16 00:00:00

Hablando muchísimo, en todos los espacios posibles, Ivonne Baki,
ministra de Comercio Exterior pretende convencer a la sociedad
de las bondades del Tratado de Libre Comercio (TLC). Todo es una
maravilla. Los productores campesinos, los que menos producen,
se verán beneficiados, dice. Se generará empleo, que es lo que
piden los ecuatorianos, proclama. El TLC permitirá que la
riqueza nacional se distribuya. "No podemos dejar pasar el tren
del TLC", pues, según ella, el Ecuador, textualmente, "está
muerto" y "gracias al TLC podrá superarse económicamente". Sin
adentrarnos en la contradicción que conlleva esta declaración
mortuoria con la visión de una macroeconomía estable y boyante,
desplegada por el presidente-coronel en su campaña electoral a
favor de los candidatos de su partido para las elecciones
seccionales de octubre, resulta obvio que el optimismo
ministerial no se compadece con la realidad. Pongámoslo en
términos precisos, tanta mentira es explicable sólo por la
audacia de dicha señora.

Se podría desmenuzar una a una las falacias ministeriales,
empezando por recordar que justamente los campesinos fueron los
principales afectados del libre comercio en México; allí, un
millón trescientas mil campesinos perdieron su trabajo por las
crecientes importaciones de alimentos, incluso de maíz, a pesar
de haber sido la tierra de los aztecas cuna cultural de dicha
gramínea. En los países que han aplicado las recetas
librecambistas -lo sabemos incluso por la experiencia
ecuatoriana- las fronteras se abren, se bajan los aranceles y
los mercados domésticos son invadidos por productos importados,
muchos de ellos subsidiados en sus países de origen. En algunos
casos aumentan los flujos exportadores, pero también se
incrementan las importaciones, cayendo en déficit comerciales
que alientan el endeudamiento externo. A su vez, en la medida
que el Estado descuida el diseño y aplicación de políticas
productivas nacionales, los productores locales ya no pueden
competir con los bienes importados, por lo que algunos
empresarios venden sus empresas a compañías foráneas aumentando
la extranjerización o a poderosos consorcios locales
incrementando la concentración, o simplemente cierran sus
puertas. El desempleo se agrava.

Esta situación se complicará con el TLC, que no sólo trata temas
comerciales sino que contrabandea aspectos no-comerciales como
la sobreprotección a las inversiones extranjeras, los derechos
de propiedad intelectual a favor de las grandes farmacéuticas y
muchas otras cuestiones que disminuirán más aún la soberanía
nacional.

Frente a tanta falacia no queda más que recordar -sin pretender
menoscabar su memoria por la comparación- al legendario
comediante cubano José Candelario "Tres Patines", quien, en uno
de sus tantos episodios en la corte, fue condenado por estafa al
"vender cotorras, hablando muchísimo": él, como la ministra en
cuestión, era quien hablaba muchísimo para vender cotorras que
eran simples murciélagos pintados de verde, como lo es el TLC.
Ojalá la sociedad no se deje engatusar por tanto cotorreo
ministerial. El TLC no es un resucitador, ni una panacea. En
ninguna parte el "libre comercio" generó el desarrollo
prometido, ni redujo la desigualdad ni la pobreza.

* Diario Hoy. Ecuador, 15 de septiembre del 2004